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Olivia también sentía cierta culpa, pero no en el mismo grado que Victoria.

– No debe pensar así. No hay modo de saber por qué suceden las cosas. Las dos eran una bendición para su madre y es una pena que no viviera para disfrutarlo. Estoy convencido de que son una fuente de alegría para su padre y creo que debe de ser maravilloso tener una gemela. Tienen mucha suerte.

Olivia adivinó que con sus palabras también hacía referencia a la desaparición de su mujer; debía de haberse preguntado muchas veces en el último año y medio por qué tuvo que morir, pero no existía respuesta.

– Hábleme de su hijo -pidió con dulzura.

– ¿ Geoffrey? -Charles sonrió-. Tiene nueve años y es la luz de mi vida. Le quiero con locura. -Titubeó antes de proseguir porque ignoraba si Olivia estaba al corriente de su situación-. Su madre falleció hace poco más de un año en el Titanic. -El nombre del barco pareció atragantársele. La joven le rozó la mano y él la miró-. Fue una tragedia. Decidí viajar a Europa con Geoffrey para estar con la familia de mi esposa. Fue un golpe tremendo, sobre todo para mi hijo, que estaba con ella en el barco.

– Es terrible.

– Todavía le atormenta el recuerdo del hundimiento, pero está mejor. -Sonrió. Tenía la impresión de haber hecho una amiga. Resultaba muy fácil sincerarse con Olivia-. De hecho está mejor que yo. No suelo asistir a fiestas como ésta, pero John y su padre insistieron en que viniera.

– Mantenerse aislado no le hará ningún bien.

– Supongo que no.

Charles la contempló con admiración. En el último año y medio no había encontrado a nadie con quien le resultara tan fácil conversar.

– ¿Por qué no lleva a su hijo a Croton? A los niños les encanta. A mí me entusiasmaba cuando era pequeña y tenía más o menos su edad cuando nos mudamos allí.

– ¿Y ahora? -Charles sentía curiosidad por la joven, tenía una calidad humana poco habitual-. ¿Todavía le gusta Croton?

– Sí, pero a mi hermana no. Prefiere estar aquí, en una manifestación, o bien en Inglaterra con las sufragistas, haciendo huelga de hambre en prisión.

– No cabe duda de que tiene un espíritu inquieto.

– Es cierto, pero hoy le debo un favor. Gracias a ella estamos sentados juntos.

– Pensaba que era usted la que se ocupaba de estas cosas.

Edward Henderson se había deshecho en elogios hacia Olivia por lo mucho que le había ayudado a organizar la fiesta..

– Así es, pero Victoria cambió su asiento y el mío. No le gustaba el sitio que le había designado.

– Pues estoy en deuda con ella. De ahora en adelante tendrá que dejar que sea ella quien se ocupe de las mesas.

La orquesta comenzó a tocar, y Charles le solicitó un baile. Mientras bailaban, él apenas rozó la mano de Olivia y, cuando acabó la pieza, la acompañó de nuevo a la mesa. Aunque no era un hombre especialmente sensual, a la joven le agradaba su compañía. Era inteligente y de conversación amena, aunque siempre mantenía las distancias. Olivia había deducido de sus palabras que había estado muy enamorado de su mujer y que por el momento no tenía intención de buscar una sustituta. A pesar de todo, no podía evitar la atracción que sentía por él ni pensar que, en otras circunstancias, podía haber sido el hombre de su vida. Sin embargo no tenía sentido pensar en ello, pues no estaba dispuesta a abandonar a su padre y, por otro lado, Charles Dawson no parecía deseoso de abrir su corazón a nadie, ni siquiera por el bien de su hijo.

Cuando finalizó la cena, las mujeres salieron del comedor y Olivia aprovechó la ocasión para amonestar a su hermana por perseguir a Toby.

– No le persigo -protestó Victoria.

Toby era encantador, inteligente y un gran bailarín. Era el hombre más extraordinario que jamás había conocido. ¿ Qué había de malo en coquetear un poco? Sin embargo no comprendía que para él no existía el flirteo inocente y que al final siempre conseguía su objetivo.

– Te prohíbo que estés toda la noche con él-masculló Olivia en el momento en que pasaba junto a ellas su esposa, Evangeline.

– No tienes derecho a decirme eso, no eres mi madre -replicó Victoria, que no estaba dispuesta a ceder-. Además, Toby no es tan malo como crees. Es un hombre encantador y me gusta conversar con él, eso es todo. Sólo charlamos y bailamos, no hay nada malo en eso. Es muy triste que no puedas entenderlo.

– Entiendo más de lo que crees. Estás jugando con fuego -contraatacó Olivia furiosa.

Victoria se rió y bajó por la escalera con celeridad en busca de Toby. Nadie había presenciado la discusión de las dos hermanas. Cuando Victoria lo localizó, desapareció con él en el jardín. Detrás de la carpa, Toby la rodeó con el brazo mientras compartían un cigarrillo. Después le dijo algo que juraba no haber dicho nunca, excepto a su esposa: declaró que la quería, por más que pareciera un disparate porque tan sólo hacía unas horas que la conocía. Whitticomb explicó que el suyo era un matrimonio de conveniencia, que desde hacía años se sentía solo, que sus familias les habían obligado a casarse. Aseguró que Evangeline no significaba nada para él, que en su relación no existía el amor. Si Olivia hubiera oído su discurso, le habría estrangulado con sus propias manos.

A pesar de su aparente indiferencia, Victoria creyó sus palabras, y cuando levantó la mirada, llena de inocencia y adoración por él, Toby la besó e, impaciente, le preguntó cuándo volverían a verse. Afirmó que respetaba sus principios y el fervor con el que defendía la causa feminista; compartía sus ideales y jamás intentaría aprovecharse de ella, sólo quería estar a su lado, conocerla mejor.

Victoria estaba convencida de su sinceridad, quería creerle. Jamás había oído nada igual.

Al día siguiente coincidirían en el baile de los Astor y tenían que encontrar el modo de verse. Entonces Toby le preguntó con un extraño brillo en los ojos si prefería ir acompañada de su hermana, idea que horrorizó a Victoria pues conocía la opinión que tenía del hombre y sabía que haría todo lo posible por evitar el encuentro. Cuando Victoria prometió que se vería con él a solas, Whitticomb aceptó sin protestar. Tras concertar la cita entraron en la casa y se encontraron con Evangeline, que explicó que padecía un terrible dolor de cabeza y deseaba regresar a su hogar de inmediato. No obstante, el daño ya estaba hecho, habían llegado a un acuerdo y programado una cita. Victoria había caído en las redes de Toby.

Cuando los Whitticomb abandonaron la fiesta, Charles, que había presenciado lo ocurrido, comenzó a observar a Victoria con renovado interés. Había algo en sus gestos, en la manera de mover la cabeza y mirar a los hombres, en su carácter sofisticado, seductor y misterioso que la diferenciaba de su hermana. Olivia era un ser transparente, dispuesto a entregar su corazón y tender una mano en cualquier momento. Sin embargo era su hermana quien le fascinaba e intrigaba, la gemela que no sabía qué quería y, hasta el momento, siempre había escogido el camino incorrecto. A Charles le irritaban sus sentimientos. Por un lado, deseaba acercarse a Victoria y reprenderla por su ingenuidad; por el otro, quería olvidarse de ella y concentrarse por completo en su hermana Olivia, una persona responsable, pero tan dispuesta a dar y recibir que le asus- taba. Se sentía demasiado vulnerable tras la muerte de Susan para aceptar todo aquello que le ofrecía Olivia; estaba tan habituado al dolor, al escepticismo, la frustración y la ira que era más fácil acercarse a una persona que no le quería, que no esperaba nada de él. Tratar de intimar con ella sería como traicionar a su difunta esposa. En cambio Victoria era diferente. Charles la contemplaba fascinado, intuía que algo rondaba por su hermosa cabecita, seguramente el infame Tobias Whitticomb. Se preguntó qué resultaría de todo aquello. ¿ Recibiría otra llamada de rescate? ¿Podría Olivia detener a su hermana? Se ¿daría cuenta de lo que tramaba ésta o era Victoria lo bastante lista para ocultarlo?