Olivia contuvo la respiración. Por fortuna nadie había oído su conversación. Estaba tan mareada que tuvo que sentarse. Evangeline Whitticomb tenía razón, conocía bien a su marido y le había visto actuar docenas de veces. Al final siempre volvía a su lado por ser ella quien era, por lo que representaba, y porque él era menos tonto que las mujeres a las que seducía…
La mayoría de sus conquistas eran jóvenes sin experiencia, muchas todavía vírgenes. Se sentían atraídas por su físico, sus modales y sus bonitas palabras, pero también se dejaban engañar por sus propios sueños juveniles e incluso por sus ambiciones. Sin embargo, pensaran lo que pensaran, al final Toby acababa dejándolas a todas, como Olivia había intentado advertir a su hermana. Al menos esperaba haber convencido a su esposa de su respetabilidad, o más bien de la de Victoria, pero lo dudaba. Cuando salió del tocador, su hermana bailaba de nuevo con Toby, esta vez en actitud mucho más íntima, con los cuerpos pegados y los labios casi rozándose. Al verles deseó gritar con todas sus fuerzas, pero en lugar de ello hizo lo único que se le ocurrió: acudió a su padre y le dijo que sufría un terrible dolor de cabeza. Solícito, Edward Henderson pidió que le trajeran el abrigo y él mismo fue en busca de Victoria, a la que encontró en brazos del joven Whitticomb. El anciano no parecía contento, pero tampoco lo consideró algo malo. Sabía que se habían conocido la noche anterior en su casa y era la primera vez que les veía juntos. No obstante, de camino a casa comentó que le extrañaba que Olivia hubiera sentado a Victoria junto a Toby en la cena después de lo que habían oído sobre él. No obstante, estaba seguro de que no había pasado nada malo y Victoria era lo bastante responsable para no dejarse cortejar por él. Edward Henderson no había visto cómo Toby observaba a su hija mientras se marchaban ni la mirada que la pareja había intercambiado y que ponía de manifiesto todo lo que había ocurrido entre ellos esa noche. Toby y Victoria habían encontrado al fondo del jardín una deliciosa estancia en uno de los pabellones, donde se habían besado y abrazado con pasión.
– Lo siento, hija -dijo Edward a Olivia-, este baile ha sido demasiado para ti después del trabajo que implicó la cena de anoche. No sé en qué estaría pensando cuando acepté la invitación. Creí que os divertiríais, pero debéis de estar agotadas.
Victoria no tenía aspecto de cansada y, cuando su padre se volvió hacia la ventanilla, lanzó una mirada airada a su hermana. La conocía demasiado bien y sospechaba que lo del dolor de cabeza era una artimaña para apartarla de Toby.Sin embargo calló hasta que por fin estuvieron solas en su dormitorio.
– Muy inteligente por tu parte -comentó con frialdad.
– No sé de qué me hablas. Lo siento, tengo jaqueca -repuso Olivia mientras se quitaba el odiado vestido.
Quería quemarlo y, después del comportamiento de Victoria esa noche, se había sentido como una prostituta.
– Sabes muy bien a qué me refiero. Tu pequeño ardid no te servirá de nada. No sabes lo que haces.
Victoria estaba convencida de que Toby era sincero y se había enamorado de ella. No le escandalizaba que quisiera divorciarse ni le importaba si no lo hacía. Era una mujer moderna, no necesitaba casarse. Podrían ser amantes para siempre. Incluso le había propuesto que se marcharan para vivir en Europa. Toby lo tenía todo, era atrevido, valiente, audaz, honrado y estaba dispuesto a pagar cualquier precio por defender aquello en lo que creía. Era su príncipe azul, preparado para rescatarla de su insignificante vida mundana en la aburrida casa de Hudson. Había vivido en París, Londres y Argentina, y la mera mención de esos lugares era como música para sus oídos. Cada vez que pensaba en él, un escalofrio sacudía su cuerpo.
– Su esposa me abordó esta noche en el tocador. Me confundió contigo -explicó Olivia mientras se ponía el camisón.
– Muy oportuna. ¿ Le dijiste que lo sentías mucho y que todo había sido un error?
– Algo así. -Victoria se echó a reír, pero Olivia continuó con tono sombrío.
– Me contó que Toby tiene la costumbre de abandonar a todas las mujeres con las que flirtea. No quiero que sufras por su culpa. -La voz se le quebró. Era la primera vez que estaban tan distantes, y Olivia no veía la manera de cambiar la situación hasta que Victoria dejara de estar bajo el hechizo de Toby. En esos momentos deseaba más que nunca estar de vuelta en Croton-on- Hudson.
– Victoria, por favor, entra en razón…no te acerques a él…es peligroso. Quiero que me prometas que no le verás más.
– Te lo prometo -afirmó Victoria, que no obstante no pensaba cumplir su palabra.
– Hablo en serio. Olivia estaba a punto de llorar. Odiaba a T oby.Nada ni ladie tenía derecho a interponerse entre ellas, su vínculo era sagrado.
– Estás celosa -replicó Victoria con frialdad.
– No es cierto -protestó Olivia, desesperada por convencerla.
– Sí lo estás. Se ha enamorado de mí, y eso te asusta, tienes miedo de que me aleje de ti -dijo Victoria.
– Eso ya ha sucedido. ¿No ves el riesgo que corres si caes,en las redes de ese hombre? No me cansaré de repetirte que es peligroso. Tienes que darte cuenta.
– Tendré cuidado, te lo prometo -aseguró ablandándose un poco.
No le gustaba discutir con su hermana, la quería demasiado, pero también amaba a Toby. Se había enamorado de él y era demasiado tarde para echarse atrás. Cuando esa noche la había besado, pensó que se derretía en sus brazos y, cuando introdujo la mano en el corpiño de su vestido y le acarició un seno, habría hecho cualquier cosa por él. Jamás había deseado tanto a nadie, ¿cómo podía explicárselo a su hermana?
– Prométeme que no le verás -suplicó Olivia ahora que su hermana la escuchaba-. Por favor.
– No me pidas eso. Te prometo que no haré ninguna tontería.
– Verle es una tontería, hasta su mujer lo sabe.
– Está furiosa porque quiere divorciarse de ella.
– Piensa en el escándalo, sobre todo para una Astor. ¿Por qué no esperas al menos hasta que se divorcie y se calmen las aguas? Entonces podrás verle sin temor al qué dirán y explicar la situación a nuestro padre.
En esos momentos Victoria sólo podía ver a Toby a escondidas.
– Podría tardar una eternidad, Ollie.
– ¿Qué sucederá cuando regresemos a casa? ¿Te visitará allí? ¿ Qué dirá la gente, Victoria? ¿ y nuestro padre?
– No lo sé. Toby dice que, si le quiero de verdad, podremos superar cualquier obstáculo, y yo le quiero, Olivia. -Cerró los ojos. El corazón le latía deprisa al pensar en él-. ¿ Cómo puedo explicártelo? Moriría por él si me lo pidiera.
Al menos Victoria era sincera, pero eso no servía de consuelo a Olivia.
– Eso es lo que me asusta, no quiero que nadie te haga daño.
– No lo hará, te lo juro. Tienes que venir con nosotros algún día. Quiero que le conozcas, que le aprecies. Ollie, por favor, no puedo seguir sin ti.
Pedirle que se convirtiera en su cómplice era también demasiado.
– Victoria, no puedo ayudarte esta vez -afirmó con tono sombrío-. Tu comportamiento es indecoroso, y tengo miedo de que te lastimen. Quizá no pueda detenerte, pero no pienso ayudarte; esta vez no.
– Entonces júrame que no dirás nada…júramelo -rogó Victoria, que se arrodilló ante ella. Olivia rompió a llorar y la abrazó.
– ¿Cómo puedes pedirme eso? ¿Cómo puedo dejar que te haga daño?
– No lo hará, créeme. Debes confiar en mí.
– No es de ti de quien desconfío. -Olivia suspiró y se enjugó las lágrimas-. Por ahora no diré nada…pero si te hace daño…no sé cómo reaccionaré.
– No lo hará, lo conozco mejor que nadie en este mundo, excepto a ti. -Victoria se había tendido en la cama y sonreía. Parecía una niña.
– ¿En sólo dos días, Victoria Henderson? Lo dudo mucho. Eres una soñadora. Para tener ideas tan radicales, no eres más que una tonta romántica. ¿ Cómo puedes confiar en él, si apenas le has visto dos veces?