– ¿Nos vamos ahora? ¿Tan pronto? Pensaba que… Tú dijiste…-balbuceó Olivia, asombrada ante la noticia.
– ¡He dicho que nos vamos! -exclamó Edward. Acto seguido se volvió hacia Victoria y con un gesto de mano le indicó que le siguiera a la biblioteca. La joven sintió que le flaqueaban las piernas y lanzó una mirada furtiva a su hermana; era evidente que había sucedido algo terrible.
– ¿Ocurre algo? -preguntó Olivia con dulzura.
Su padre no respondió, sino que esperó a que Victoria entrara en la biblioteca y cerró la puerta. Olivia permane- ció de pie en el recibidor, extrañada por el comportamiento de su padre. Se preguntó qué habría ocurrido. De pronto temió que Edward hubiera descubierto que Victoria se encontraba con Toby, pero ¿ quién podía habérselo contado? Aunque Victoria hubiera cometido una tontería, no era una delincuente, si bien su padre la había tratado como tal. Jamás había visto a su padre tan furioso.
Se encaminó hacia la cocina para explicar a Bertie lo sucedido y comunicarle que se marcharían por la mañana.
La mujer se mostró sorprendida, pero en cuestión de minutos comenzaron a sacar las maletas y los baúles y a dar órdenes por toda la casa. Mientras Bertie y Olivia se afanaban, Victoria lloraba en la biblioteca.
– Has arruinado tu vida, Victoria, no existe futuro para ti. Ningún hombre respetable te querrá después de lo ocurrido.
Le partía el corazón pronunciar estas palabras y ver a su hija deshecha en lágrimas. Prefería no saber qué había habido entre ellos, no podía creer que hubiera actuado de forma tan inconsciente. Whitticomb debía de haberle pro- metido la luna para aprovecharse de ella.
– No importa, no quiero casarme -repuso ella entre sollozos. Pero una cosa era decir que no deseaba casarse, y otra convertirse en una paria y saber que nadie la querría como esposa.
– ¿Por eso lo has hecho? ¿Porque no te importaba? ¿Pretendías arruinar tu futuro…incluso el de tu hermana? ¿ y la reputación de la familia?
– Victoria negaba con la cabeza.
– ¿Te prometió alguna cosa? ¿Dijo que se casaría contigo, Victoria? -Sin mirar a su padre, asintió-. Ese hombre es un canalla, jamás debería haberlo traído a esta casa, yo soy el responsable. A continuación, explicó que Toby había dado a entender en el club que se acostaba con ella y que después se había comportado como un sinvergüenza al decir a John Watson que había sido ella quien le había seducido. La joven no daba crédito a lo que oía y al final decidió sincerarse.
– Me dijo que yo era la única mujer de la que se había enamorado, que jamás había sentido lo mismo por nadie… -Victoria sollozó, pero su padre no se acercó para consolarla-. Dijo que pensaba divorciarse, que su esposa y él no se amaban y que se casaría conmigo.
Así pues, a pesar de sus ideas modernas y de haber afirmado que nunca contraería matrimonio, Victoria no era más que una tonta romántica.
– ¿ y tú le creíste? -exclamó Edward, escandalizado. Ella asintió-. Para empezar, ¿ qué hacías a solas con él?
Comprendió que tenía que vigilar más de cerca a sus hijas, aunque Olivia nunca hacía nada indecoroso.
– Nos citamos una tarde… Yo no pretendía… Nunca pensé… Yo no habría… ¡Ay, papá!
Victoria lloraba no sólo por el dolor que había causado a su padre, sino también porque se daba cuenta de que Toby la había traicionado. Había asegurado a John Watson que la suya era una relación sin importancia, que ella le había seducido. En ningún momento mencionó que había prometido casarse con ella y había afirmado quererla más que a nada en el mundo. Se había comportado como una estúpida. Toby era mucho más despreciable de lo que la gente decía, la había engañado.
Desesperado, su padre le hizo una última pregunta: -Supongo que no me dirás la verdad, pero te lo preguntaré de todas maneras. ¿Sabía algo tu hermana? ¿Estaba al corriente de tu aventura?
Victoria negó con la cabeza y le miró a los ojos. -No -susurró-. Nos vio bailar en casa de los Astor y discutimos. Me dijo lo que yo ya debiera haber sabido, pero no la creí. Jamás le expliqué lo que ocurría, aunque creo que sospechaba que nos habíamos citado un par de veces… pero no el resto.
Se sentía tan avergonzada que no se atrevía a mirar a su padre. Era consciente de que pronto toda la ciudad se enteraría de lo que había sucedido y se alegraba de que se marcharan a Croton. No regresaría nunca más a Nueva York. Dirían que ella y su hermana habían enfermado y debían partir hacia Croton de inmediato.
Al igual que su hija, Edward no sentía deseo alguno de permanecer en la gran urbe. Jamás le había sucedido nada bueno allí: su mujer había fallecido en esa ciudad, la presentación en sociedad de sus hijas había sido una suerte de atracción de circo y su segunda visita se había revelado un completo desastre.
– Te prohíbo que vuelvas a ver a ese hombre, ¿está claro? No le importas lo más mínimo, ha renegado de ti, te ha ridiculizado y traicionado. Si le hubiera dicho a John que eras el amor de su vida y que no sabía qué hacer, habría sido diferente. Por supuesto, tampoco habrías podido casarte con él, pero al menos te habría quedado el consuelo de saber que te quería. Ahora en cambio no tienes nada más que tu propia desgracia, los restos de una reputación que has destruido y jamás podrá repararse y la certeza de haber sido utilizada por un canalla que no sentía nada por ti. Piensa en ello. Me gustaría creer que en el futuro podrás redimirte pero, mientras tanto, no quiero ni que pienses en ese hombre. Te prohíbo que le veas, ¿me has comprendido?
– Sí -respondió ella con voz trémula, y se sonó la nariz en un intento por reprimir los sollozos, pero no pudo.
Su padre había hablado con total claridad, no había manera de huir, era una pesadilla.
– Ahora sube a tu habitación y quédate allí hasta mañana.
Victoria salió de la biblioteca y cruzó el vestíbulo corriendo. Al cabo de unos minutos bajó con sigilo de su dormitorio, vestida con un traje negro y un sombrero con velo que le ocultaba el rostro y se marchó de la casa. Nece- sitaba averiguar si lo que su padre le había contado era cierto, pues cabía la posibilidad de que John Watson hubiera mentido.
Tomó un taxi hasta el despacho de Toby y casi chocó con él en la escalera cuando se disponía a salir. Estaba más atractivo que nunca, pero no parecía contento de verla.
– Tengo que hablar contigo -dijo, y se esforzó por reprimir las lágrimas al ver que Toby la miró con irritación.
– ¿Porqué no has enviado a otro de tus abogados? ¿Qué pretendes conseguir? ¿ Quieres presionarme para que deje a mi esposa esta misma semana? ¿A qué vienen tantas prisas?
– No tengo nada que ver con eso, alguien contó al abogado de la familia que hiciste un comentario sobre mí en el club, y él se lo explicó a mi padre. Además, alguien nos ha visto en la casa.
– ¿ y qué más da? ¡Dios mío! Ya eres mayorcita, señorita Moderna que nunca quiere casarse. Sabías muy bien lo que había entre nosotros, lo que podías esperar de mí, no lo niegues.
Victoria quedó pasmada ante la dureza de sus palabras. Deseaba poder hablar con él en otro lugar, pero estaba claro que Toby no quería, pues no hacía ademán alguno de moverse de los escalones del edificio.
– ¿ De qué estás hablando? No entiendo nada -preguntó desconcertada.
– Escucha, me lo he pasado muy bien contigo, en serio, lo repetiría en cualquier momento, pero no ha sido más que un mero entretenimiento. Todas las mujeres sois iguales, os engañáis pensando que al final conseguiréis una alianza de oro. No me digas que eres una joven moderna, eres tan poco sincera como las demás, sólo te metes en la cama con un hombre si al final hay boda. ¿De verdad crees que pienso dejar a Evangeline y a mis tres hijos… pronto cuatro? ¿O acaso supones que eres el amor de mi vida? ¿ Cómo quieres que lo sepa si sólo nos hemos visto un par de veces? Los dos sabíamos muy bien de qué iba lo nuestro; tienes algo entre las piernas y deseabas una cosa mía allí. Ahora no me vengas con historias de amor. Tampoco me digas que creías que iba a abandonar a mi mujer, los Astor me matarían. Los dos nos lo hemos pasado bien y, si abres la boca, yo también hablaré; diré a todos lo buena que eres…porque de verdad eres…muy buena.