Sin embargo sus palabras no convencieron a Charles, que se compadeció de las jóvenes al pensar que tal vez estaban tristes por su próxima separación. Con la intención de animarlas pidió a Olivia que les acompañara, pero ella declinó la invitación argumentando que hacía dos meses que no se veían y necesitaban estar solos. Cenaría en la habitación y revisaría algunos de los diseños para su hermana.
– ¿Estás segura? -preguntó Charles mientras Victoria se arreglaba.
– Desde luego -respondió-, Todo esto es un poco duro para ella -añadió con el propósito de justificar la actitud de su hermana. Deseaba que Charles amara a Victoria. La quería tanto que le dolía que se casara con un hombre que no la comprendía. No obstante estaba convencida de que Charles jamás le haría daño-. La echaré mucho de menos, pero sin duda la compañía de Geoff me animará.
– Le hace mucha ilusión pasar el verano en Croton. -Charles la miró a los ojos en busca de respuestas. A veces no la entendía. ¿Por qué estaba tan dispuesta a renunciar a todo y quedarse con su padre? Era tan hermosa como su hermana; ¿por qué se sacrificaba por Edward? ¿ Cuál era su secreto? Cuando la conoció en septiembre no tuvo la impresión de que fuera una persona retraída-. Tenemos pensado visitaros en Semana Santa, si estáis de acuerdo, por supuesto.
– Será un placer -afirmó Olivia.
Victoria apareció en ese momento con un vestido de raso azul oscuro que su hermana había elegido para ella. Lucía unos pendientes de zafiros y diamantes, regalo de su padre, y un largo collar de perlas que había pertenecido a su madre.
– Estás preciosa -exclamó Charles con orgullo.
Victoria poseía una belleza deslumbrante, pero lo más extraordinario era que existía otra mujer idéntica a ella. Charles insistió en que Olivia les acompañara, pero fue imposible convencerla.
Se dirigieron a un restaurante muy elegante y, mientras cenaban, Victoria se sentía muy nerviosa al pensar que Toby podría entrar en cualquier momento con su mujer. Era incapaz de enfrentarse a él dos veces en un mismo día.
– Estás muy callada esta noche -observó Charles tras cogerle la mano-. ¿Te ocurre algo?
Victoria negó con la cabeza. Charles vio las lágrimas en sus ojos y decidió no presionarla más.
Hablaron de política, el viaje, la boda y los problemas que había en Europa. Le complacía que estuviera informada de los acontecimientos del mundo, aunque sus ideas eran a veces demasiado liberales.
Charles le presentó a varios conocidos y compartieron el palco del teatro con unos amigos. Victoria estaba mucho más relajada cuando regresaron al hotel e incluso encendió un cigarrillo mientras tomaban una copa en el bar.
– iMadre mía! -exclamó Charles.
– ¿Te escandalizo?
– ¿ Es eso lo que quieres?
Él la contempló con admiración. Además de belleza, Victoria poseía inteligencia. Había tenido suerte de encontrarla, aunque sabía que jamás la querría tanto como a Susan.
– Quizá me gusta escandalizarte -repuso ella con una sonrisa, y exhaló una bocanada de humo en su dirección.
– Me temo que así es, de modo que vamos a tener una vida muy interesante, ¿no crees? -Fue entonces cuando se atrevió a formularle la pregunta que le rondaba por la cabeza-. ¿ Estabas muy enamorada de él?
Victoria vaciló. Recordó al Toby que había conocido, al que había amado con toda su alma, al que había visto esa misma mañana…al que la había repudiado en la escalera de su despacho, al que había afirmado que había sido ella quien le sedujo…
– Sí, lo estaba, pero ya no le amo. Ahora sólo siento odio por él.
– Dicen que el odio es la otra cara del amor.
– Supongo que es así. Por cierto, debo decirte que no estábamos prometidos -agregó mirándole directamente a los ojos. No quería engañarle.
– Lo sé. Tu padre me explicó lo sucedido sin entrar en detalles. -Charles sonrió con dulzura y deseó que hubiera algo más entre ellos, aunque al mismo tiempo le aliviaba que no fuera así, que todo se redujera a una mera atracción física-. Whitticomb se aprovechó de ti. Es fácil seducir a una chica tan joven, y un caballero no debería hacerlo. Tu padre dice que te mintió y prometió casarse contigo.
Victoria asintió. No le apetecía hurgar en el pasado. Charles estaba al corriente de lo ocurrido y, aun así, pensaba casarse con ella. No comprendía por qué.
– A veces resulta difícil entender lo que puede llegar a hacer una persona. En todo caso te aseguro que no volverá a suceder.
– Espero que no. -Charles sonrió. Sabía que la joven jamás confiaría en él, pero no le importaba. De todos modos él nunca le haría daño-. Nunca te engañaré ni te mentiré, si es eso lo que temes. Jamás he engañado a nadie, al menos conscientemente. Soy un hombre honrado y aburrido, pero sincero.
Después de haber visto a Toby esa tarde, Victoria comprendía por fin lo mucho que le debía.
– Te estoy muy agradecida. No tienes por qué ayudarme -dijo con lágrimas en los ojos.
– Quizás exista otra solución, pero ésta es la única que se me ocurrre ahora. No tengas miedo de mí, Victoria, te juro que no te haré daño. -Charles dejó la copa y la besó con ternura.
A ella no le molestó que se tomara tal libertad, pero le dolió comprobar que no sentía nada, y se preguntó si él lo notaba.
Poco después Charles la acompañó a su habitación. Olivia, que les esperaba despierta, se alegró al ver que, a pesar de que seguía triste, su hermana estaba más tranquila. Tal vez el encuentro con Toby y su mujer había hecho que se acercara más a Charles.
Al día siguiente los tres fueron a comer a Della Robbia, y Olivia explicó lo que habían comprado el día anterior, mientras que Victoria guardó silencio la mayor parte del tiempo, aunque se mostró amable con Charles. Después él las llevó a Bonwit, donde debían encargar más ropa. Esa noche Donovan las recogió en el hotel y las condujo de vuelta a casa. Olivia lamentaba no haber visto a Geoff, pero no habían tenido tiempo. No obstante, había prometido visitarle en marzo cuando regresara a la ciudad para finalizar sus compras.
Sin embargo Olivia se vio obligada a cambiar sus planes cuando su padre cayó enfermo a finales de febrero. Henderson tuvo que guardar cama durante un mes a causa de la gripe, y ella apenas se movió de su lado. El primer día de abril Edward se levantó por fin, y dos semanas más tarde llegaron los Dawson. Olivia tenía una sorpresa para Geoffrey: dos polluelos recién salidos del huevo y un pequeño conejo.
– ¡Oh! ¿Has visto esto, papá? -exclamó el chiquillo.
Olivia había tratado de convencer a Victoria de que se los entregara ella, pero ésta insistió en que los animales le desagradaban aún más que los niños. Olivia tenía la sensación de que era como una criatura a la que había que obli- gar a hacer los deberes. A pesar de todo, las cosas habían mejorado y al menos se mostraba más amable con Charles.
Estaban invitados a varias fiestas y a un concierto que ofrecían los Rockefeller. Era una oportunidad magnífica para presentar en sociedad a Charles, que se mostró encantador con todos. Olivia tenía que recordar a su hermana en todo momento que no estaban organizando un funeral, sino una boda.
– Haz el favor de animarte -exclamó mientras repasaban la lista de invitados.
Después de tres meses de insistir por fin había conseguido que le ayudara a elegir el menú, y comenzaban a llegar los obsequios, que Olivia abrió y catalogó. Victoria ni siquiera los miró. Fue Olivia quien, desesperada por su ac- titud, envió las tarjetas de agradecimiento.
– Todo esto es un montaje estúpido -protestó Victoria un día-. Es una frivolidad y un derroche innecesario. Sería mejor que mandaran el dinero de los regalos a las mujeres que están en prisión.
– Qué bonito. -Olivia entornó los ojos-. Seguro que nuestros invitados estarían encantados. Podría enviarles una carta con instrucciones al respecto.