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– ¿No piensas venir a la cama? -inquirió Charles desde el umbral de la puerta.

Ella le miró y asintió mientras se preguntaba si querría intentar algo de nuevo. Se tendió a su lado y se sorprendió cuando él se limitó a rodearla con sus brazos.

– No sé cómo llegar hasta ti, Victoria -dijo con tristeza-. Sé que estás encerrada en algún lugar, pero no te encuentro.

Al igual que su esposa, empezaba a perder toda esperanza. Sólo llevaban dos meses casados, pero parecía una eternidad.

– Yo tampoco me encuentro, Charles -reconoció con pesadumbre.

– Si esperamos lo suficiente, quizá logremos que lo nuestro funcione. No pienso rendirme. Tardé meses en asimilar que Susan había muerto, durante mucho tiempo albergué la esperanza de que la encontrarían viva.

Ella se sintió reconfortada por sus palabras. Todo sería más fácil si consiguiera quererle, pero no le parecía posible. No le amaba, y Charles lo sabía.

– No te rindas todavía -susurró Victoria-. Todavía no.

– No lo haré -musitó él mientras la estrechaba.

Charles se quedó dormido pensando que quizá, después de todo, su luna de miel no había sido tan terrible y que las cosas tal vez mejorarían en el futuro, en tanto que Victoria acurrucada en sus brazos, soñaba con la libertad.

CAPITULO 16

El viaje de regreso en el Aquitania se les antojó muchísimo más largo que el de ida. Victoria había conocido a Andrea Hamilton en el barco y pasaban mucho tiempo juntas comentando sus últimas teorías sobre el sufragio. A Charles ya no le interesaba el tema, que obsesionaba cada vez más a su esposa. No se trataba de un capricho pasajero, era su razón de vivir. A pesar de que conocía sus ideas antes de casarse, jamás había pensado que fueran tan arraigadas. Victoria sólo hablaba y leía sobre la libertad de las mujeres, era lo único que le importaba.

– Esta noche cenamos en la mesa del capitán -anunció él con voz somnolienta mientras estaban sentados en cubierta-. He pensado que era mejor advertírtelo.

– Muy amable de tu parte -repuso Victoria sin mayor interés-. ¿Te apetece un baño?

Era en momentos como ése cuando Charles era consciente de la diferencia de edad entre ambos. Él era feliz tumbado al sol, pero Victoria necesitaba actividad. Media hora más tarde bajaron a la piscina, y Charles se esforzó por no prestar demasiada atención al cuerpo de su mujer, enfundado en un traje de baño negro. Mientras nadaban admiró su estilo y su esbelta figura. Cuando salieron del agua, ella parecía sentirse mejor.

– Eres una buena deportista -comentó Charles al tiempo que la contemplaba. En ese momento recordó a su gemela y se preguntó si, tras dos meses de convivencia con Victoria, le resultaría más fácil distinguirlas-. ¿ Has echado mucho de menos a Olivia? -preguntó mientras se secaban al sol.

– Muchísimo. Jamás pensé que podría vivir sin ella. Cuando era pequeña estaba convencida de que, si nos separaban, me moriría.

– ¿ y ahora? -inquirió con curiosidad. Había muchas cosas sobre las hermanas que le intrigaban.

– Ahora sé que puedo, pero no quiero. Me gustaría que viviera con nosotros en Nueva York, pero sé que nunca abandonará a nuestro padre. Además, él desea que se quede allí para cuidarle, lo que no es justo.

Charles compartía su opinión, y así se lo había manifestado a Olivia cuando la joven le visitó en Nueva York.

– Quizá logremos convencerla, o al menos de que pase largas temporadas con nosotros. A Geoff le encantaría.

– ¿Te importaría que viviera con nosotros?

– No, en absoluto. Olivia es una mujer inteligente, educada, muy bondadosa y siempre está dispuesta a ayudar.

Charles se fijó en que la expresión del rostro de su esposa había cambiado de pronto.

– Quizá deberías haberte casado con ella en lugar de conmigo -replicó Victoria con tono desabrido.

– No fue ella a quien me ofrecieron.

Charles seguía enfadado porque no le habían explicado ciertas cosas. Para empezar, Victoria no había sufrido un desengaño amoroso, sino que había tenido una aventura con un hombre casado que se había aprovechado de ella y la había dejado embarazada. No obstante, a esas alturas estaba dispuesto a aceptarlo todo.

– Quizá te gustaría que algún día se hiciera pasar por mí. Charles frunció el entrecejo.

– Eso no tiene ninguna gracia. -La posibilidad de que le engañaran le hacía sentir muy incómodo-. ¿ Subimos? -preguntó al cabo de unos segundos, y ella asintió.

En las últimas semanas no hacían más que discutir, incluso por tonterías.

Esa noche, durante la cena sólo se habló de la guerra en Europa. Victoria disfrutó con la conversación y aportó muchas ideas interesantes, aunque algo radicales. Charles se sentía orgulloso de ella mientras la escuchaba, pues era una mujer muy inteligente; era una lástima que la convivencia fuera tan difícil.

Al final de la velada dieron un paseo por cubierta. La noche era hermosa. Victoria encendió un cigarrillo y contempló el océano en silencio.

– Y bien, ¿ qué te ha parecido nuestra luna de miel? -preguntó Charles con una sonrisa-. ¿Te lo has pasado bien?

– A veces sí. ¿ Y tú?

– Ha sido entretenida, pero nada fácil. Supongo que sólo te toca la lotería una vez. -Se refería a Susan. Por su parte, Victoria había tenido a Toby, a quien, aunque no era un santo, había amado con locura-. Quizá sea cuestión de tiempo que acabemos queriéndonos. A veces pasa.

Sin embargo, ninguno de los dos lo creía posible en su caso.

– Y ahora ¿qué? ¿Me convertiré en un ama de casa?

– ¿Tiene usted algún otro plan, señora Dawson? ¿Preferiría ser médico o abogado?

– La verdad es que no; me gusta más la política. Desearía volver a Europa ahora que está en guerra e implicarme de algún modo. Quizá podría ofrecer mi ayuda.

– ¿Para qué? ¿Para conducir una ambulancia o algo así?

– ¿Por qué no?

– Ni se te ocurra. Ya tengo bastante con las manifestaciones de las sufragistas. Guerras no, gracias. -Al oírle Victoria se preguntó si podría detenerla si deseaba regresar a Europa. Olivia desaprobaría la idea, pero desde que zarparon de Southampton no pensaba en otra cosa. Tenía la impresión de que se perdía algo muy importante al re gresar a Estados Unidos y dejar atrás la emoción y la aventura-. ¿ Qué me dices de Geoff? ¿ Qué lugar ocupará en tu vida? ¿Le dedicarás algún tiempo? -preguntó Charles con inquietud.

– No te preocupes, cuidaré de él.

– Bien -repuso él, satisfecho con su respuesta.

Regresaron al camarote, y esa noche Charles no se acercó a ella. Le faltaban la energía y el valor necesarios para ello. A la mañana siguiente se llevó a cabo un simulacro de emergencia con los botes salvavidas, ejercicio que adquiría mayor importancia dada la existencia de una guerra. Victoria pensó que traería malos recuerdos a Charles, por lo que su sorpresa fue mayúscula cuando, al regresar al camarote, la besó sin decir anda.

– ¿ A qué viene esto? -preguntó con asombro, y él sonrió.

– Por estar casada conmigo. No ha sido nada fácil, pero me esmeraré cuando lleguemos a casa, Tal vez nos ayude la actividad cotidiana. La presión es demasiado fuerte durante la luna de miel. -Charles se refería a su fracasada vida sexual.

Esa noche lo intentaron de nuevo y en esta ocasión logró penetrarla. Victoria se esforzó por complacerle, pero para ella no había sido mejor que la primera vez. Charles se sentía muy angustiado. En el pasado el sexo había sido algo maravilloso para él, a resultas del cual había nacido Geoff. Sin embargo la relación que mantenía con Victoria sólo provocaba un vacío en su interior. Se preguntó si existía alguna esperanza para ellos mientras contemplaba a Victoria dormir a su lado. Ya no se sentía tan optimista como antes. Al día siguiente, al amanecer, se hallaban en cubierta cuando el barco pasó junto a la estatua de la Libertad y por primera vez se sintieron unidos. Les emocionaba regresar a casa. Olivia les había anunciado por carta que les recogerían en el muelle y, tan pronto como el navío entró en el puerto a las diez de la mañana, comenzaron a escrutar a la multitud allí congregada. Por fin Victoria les localizó, lanzó un grito y saludó con la mano. Su hermana la divisó y empezó a dar saltitos junto con Geoff. Su padre también les había acompañado, e incluso el perro había acudido a recibirles.