Victoria apenas podía contener la emoción cuando descendió corriendo por la pasarela y se arrojó en brazos de su hermana. Las gemelas comenzaron a dar vueltas al tiempo que reían y lloraban. Cuando por fin se detuvieron, Charles observó que aún le resultaba imposible distinguirlas. Ambas lucían un vestido rojo idéntico, y se vio obligado a buscar el anillo en la mano de su esposa para diferenciarlas.
– Supongo que hay cosas que nunca cambian -comentó con una sonrisa cuando las hermanas se abrazaron de nuevo.
Olivia reconoció que alguna vez había pensado que se moriría sin su hermana.
– Sin embargo Geoff me ha cuidado muy bien -añadió mientras miraba al niño con orgullo. Era un muchacho encantador y se habían divertido mucho juntos ese verano.
– ¿Qué tal la luna de miel? -preguntó Henderson.
– Maravillosa -se apresuró a responder Charles-, excepto por la guerra en Europa, claro está, pero nos marchamos a tiempo.
– Parece que se ha organizado un buen lío -repuso Edward Henderson mientras los agentes de aduanas revisaban el equipaje.
Habían abierto la casa de la Quinta A venida. Se alojaría allí con Olivia unos días para tener la oportunidad de visitar a los recién casados y ocuparse de algunos negocios. Geoff no sabía adónde ir. Por un lado tenía muchas ganas de estar con su padre, pero por otro no le apetecía abandonar a Olivia, que se había convertido casi en una madre para él.
– Ollie ha sido muy buena conmigo. Hemos cabalgado y nadado cada día, y también hemos organizado algún picnic. Incluso me ha comprado un caballo -explicó a su padre mientras cargaban los baúles en el Ford.
Cuando llegaron a la vivienda del East Side, percibieron el toque especial de Olivia, que había indicado a la sirvienta que aireara las habitaciones, cambiara las sábahas y colocara flores en todas las estancias. No parecía la misma casa. Además había regalos tanto para el matrimonio como para Geoffrey.
– ¿Quién ha hecho todo esto.? -preguntó Charles con estupefacción.
Victoria, en cambio, sí sabía quién era la responsable y no se sentía demasiado complacida. Ahora ése era su hogar y podía hacer en él lo que quisiera. No deseaba que Olivia la ridiculizara desde un principio exhibiendo sus habilidades domésticas.
– Seguro que ha sido Olivia -susurró.
– Ojalá nos visite muy a menudo -repuso su esposo en son de broma.
Olivia había pedido a la sirvienta que preparara una limonada fría y, mientras los hombres conversaban en el salón y Geoff jugaba en el jardín con el perro, ayudó a su hermana a deshacer el equipaje.
– Jamás pensé que podría estar sin ti… Ha sido terrible -admitió Victoria.
– No me lo creo. ¿Te lo has pasado bien?
No deseaba entrometerse en la vida matrimonial de su hermana, pero necesitaba saber que era feliz.
Su hermana tardó en contestar.
– No estoy segura de poder seguir adelante, Olivia. Continuaré intentándolo, pero no debería haberme casado y sospecho que él piensa lo mismo. Siempre tiene a Susan presente, y yo no consigo olvidar a Toby…ni lo bueno ni lo malo. Se interpone entre nosotros.
– No puedes permitir que un hombre así destroce tu matrimonio. Debes olvidarle.
– ¿ Y Susan? Sigue enamorado de ella, no de mí -explicó Victoria con cierta tristeza pero sin amargura-. Jamás me ha querido ni me querrá. La teoría de que al final las personas que viven juntas acaban enamorándose es una tonte- ría; ¿ cómo se puede amar a un desconocido?
– Dale tiempo, os acostumbraréis el uno al otro. Geoffrey te ayudará.
– Ese niño me odia tanto como su padre.
– No digas eso -protestó Olivia, que no esperaba que las cosas fueran tan mal-. Prométeme que le darás tiempo, que no harás ninguna tontería.
– Ni siquiera se me ocurre ninguna.
A Olivia le pareció que su hermana se había hecho mayor de repente, pero tal vez sólo eran imaginaciones suyas.
– Nunca me he sentido tan perdida. ¿Qué debo hacer?
– Sé una buena esposa y muéstrate amable con su hijo. Al menos cumple con las promesas que pronunciaste el día de tu boda.
– ¿ Que le amaré, honraré y obedeceré? Es denigrante -exclamó antes de encender un cigarrillo.
– ¿Cómo puedes decir eso? -Olivia estaba espantada. Su hermana era incorregible. A pesar de lo mucho que la quería, sabía que en ocasiones se mostraba intratable-. Oye, ¿no le importará a Charles que fumes aquí?
– Espero que no. Ahora también es mi casa. -Sin embargo, lo cierto era que se sentía como una intrusa allí. Deseaba regresar a Croton con su padre y su hermana, pero sabía que no se lo permitirían-. ¿Te quedarás en Nueva York unos días? Ni siquiera sé por dónde empezar.
Olivia sonrió y asintió.
– Vendré a ayudarte cada día.
– Y después ¿ qué? -preguntó Victoria, que se retorcía las manos con nerviosismo. La presencia de su hermana la animó a expresar todos los miedos que albergaba-. ¿ Qué haré después? Ni siquiera sé cómo comportarme. No aguanto esta situación, Ollie… El viaje ha sido horrible -balbuceó entre sollozos.
– Oh, vamos… Tranquilízate. Todo se arreglará, yo te ayudaré.
Cuando Victoria se hubo calmado, bajaron al salón para reunirse con los hombres. Charles se alegraba de estar de nuevo en casa. Se sentía como en los viejos tiempos, cuando vivía con su primera esposa y había flores por to- das partes. Lo único que no acertaba a comprender era por qué la mujer que había traído los ramos y limpiado la vivienda no era la misma con la que se había casado.
Al cabo de unos minutos Henderson anunció que ya era hora de marcharse. Olivia dio un beso de despedida a Victoria, no sin antes prometerle que regresaría temprano al día siguiente para echarle una mano. Después se acercó a Geoff y lo abrazó con fuerza.
– Te voy a añorar mucho. Cuida bien de Chip y de Henry.
– Vuelve pronto -rogó el niño con tono sombrío.
Olivia y su padre bajaron por la escalera de la entrada y los Dawson cerraron la puerta para empezar una nueva vida juntos.
CAPITULO 17
Durante toda la semana Olivia ayudó a su hermana a acomodarse en su nuevo hogar. La casa era luminosa y alegre, pero Victoria la encontraba incómoda y añoraba Croton. Compartían con Charles un gran dormitorio soleado, pero tenía la impresión de que Geoff estaba demasiado cerca. Cuando no estaba en el colegio, donde acababan de comenzar las clases, el niño deseaba pasar el tiempo con su padre, pues había estado dos meses fuera y le alegraba re- tornar a su hogar. Cada tarde esperaba a Charles en la puerta, y Victoria tenía la sensación de que debía guardar cola para ver a su marido.
La joven no tenía idea de lo que les gustaba comer. La primera cena que organizó fue un desastre. Al día siguiente se lo contó a su hermana, que le ofreció una lista con los platos favoritos de Geoff.
– Tal vez deberías quedarte aquí para cuidar de ellos -comentó Victoria medio en serio-. Charles no nos distingue; ¿por qué no lo probamos? -añadió con un brillo en los ojos que asustó a su hermana.