– Puedes quedarte con mi marido todo el tiempo que quieras, tres meses o para siempre -repuso con tono jocoso Victoria, que no había olvidado que Olivia había sentido cierta atracción por Charles en el pasado.
No obstante era consciente de que jamás intentaría robarle a su esposo, pues era demasiado honrada y fiel. Además, su hermana no había vuelto a pensar en él desde un punto de vista amoroso después de su matrimonio y en verdad les deseaba toda la felicidad del mundo.
– Será mejor que vuelvas al final del verano. De lo contrario explicaré la verdad a todos y yo misma iré a buscarte.
– Entonces ¿aceptas? -inquirió Victoria con asombro.
– Sólo si prometes volver convertida en una esposa y madre ejemplar.
La sonrisa de Victoria se desvaneció al instante.
– No puedo prometerte eso porque no sé qué ocurrirá después. Quizá no quiera saber nada más de mí.
– Entonces hay que procurar que no se entere de tu marcha. ¿Cuándo zarpas?
– El I de mayo.
Quedaban tres semanas para preparar a su padre y organizarlo todo antes de suplantar a Victoria. Se contemplaron largo rato en silencio. Olivia asintió, su hermana brincó de alegría y se abrazaron. Durante los siguientes minutos lo planearon todo con sumo cuidado. Olivia se preguntaba en qué embrollo se había metido, estaba segura de que en las próximas tres semanas le asaltarían dudas de toda índole, pero Victoria jamás le permitiría echarse atrás.
Descendieron por la escalera cogidas del brazo. Geoff estaba en el vestíbulo jugando con el cañón, y de manera instintiva ambas supieron cuál sería el siguiente paso. Victoria introdujo la mano en que lucía su alianza de boda en el bolsillo y sonrió con dulzura.
– Parece un juego muy interesante -observó mientras acariciaba la cabeza del niño-. ¿ Por qué no te sientas un rato y tomas un poco de limonada y unas galletas?
Geoffrey le dedicó una sonrisa adorable y, acto seguido, disparó el cañón, cuyo proyectil abatió a doce soldados. Olivia le miró con el entrecejo fruncido.
– No deberías jugar con eso -dijo con frialdad. Geoffrey masculló una disculpa.
– Lo siento, Victoria, papá me ha dicho que podía estar aquí. -Después guiñó el ojo a la mujer que creía era su tía Ollie.
Olivia no daba crédito a lo que veía, era la primera vez que lograban engañarle.
– Todo saldrá bien -le susurró Victoria mientras servía un vaso de limonada a Geoffrey.
CAPITULO 19
Para Olivia lo más difícil era anunciar a su padre que deseaba marcharse. Hacía meses que Edward no se sentía tan bien, incluso había planeado visitar a Victoria, pero Olivia le disuadió recordándole que la joven y Geoff viajarían a Croton en junio para estar un mes con ellos.
Ese verano Charles tenía previsto alquilar una casa junto al mar, en Newport, donde Geoff y Victoria pasarían los meses de julio y agosto. Había invitado a Olivia, ignorante de que ésta se quedaría una buena temporada con ellos. Cuando regresaran de las vacaciones, la verdadera Victoria ya habría vuelto de Europa, o al menos eso esperaba Olivia, que ya había sacado su pasaporte para dárselo a su hermana.
– ¿Cómo crees que les va todo? -inquirió su padre un día para sorpresa de Olivia, que reflexionaba sobre el contenido de la carta en que le comunicaría que se había ido a California-. Victoria me preocupa a veces. Charles es un buen hombre, pero tengo la impresión de que ella no es feliz a su lado.
A la joven le asombró la observación de su padre.
– No lo creo. -En vista de lo que planeaban hacer, era más seguro negar la evidencia-. Me parece que se han adaptado bastante bien. Él quería mucho a su esposa, por lo que debe de haberle resultado muy difícil.
– Espero que tengas razón. La última vez que estuvo aquí la noté muy nerviosa e intranquila.
Olivia se estremeció al pensar que dentro de unos días causaría tanto daño a su padre, que aún la sorprendió más cuando agregó:
– Y tú, hija, ¿ no te sientes muy sola aquí conmigo, sin tu hermana?
– A veces la echo muchísimo de menos… -respondió con la voz ronca por la emoción-, pero yo te quiero, papá…Pase lo que pase…siempre te querré.
Henderson detectó en sus ojos un brillo extraño que ya había visto antes, pero pensó que era mejor no decir nada.
– Eres una buena chica -afirmó mientras le acariciaba la mano-. Yo también te quiero mucho.
Esa noche Olivia redactó la carta para su padre. Se la llevaría consigo a Nueva York y la traería de vuelta cuando Victoria hubiera zarpado. Finalmente escribió que, tal como él había adivinado, la vida sin su hermana le resultaba muy difícil y debía hallar el camino para encontrarse a sí misma. Con este fin, había decidido marcharse unos meses para visitar a unos amigos y realizar un retiro espiritual. No era muy coherente, pero no sabía qué decir. Le aseguró que volvería a escribirle y que regresaría al final del verano.
Añadió que le quería mucho y que no se marchaba por su culpa, sino porque necesitaba pasar un tiempo sola. A su regreso se sentiría mejor y más fuerte, y se dedicaría a él en cuerpo y alma. Mientras escribía, las lágrimas caían sobre el papel. A continuación redactó una nota para Geoff y otra más breve para Bertie que rezaba: «Volveré pronto. Cuida de papá. Te quiero. Ollie». Era suficiente.
Ya en la cama, reflexionó sobre lo que iba a hacer. Victoria estaba loca, no cabía duda, pero ella estaba más loca aún por haber accedido a sus deseos. Sólo esperaba que la salud de su padre no se resintiera y que Charles no descubriera lo sucedido y se divorciara de su hermana.
Al día siguiente decidió llamar a Victoria para convencerla de que no debían seguir adelante, pero la conocía lo suficiente para saber que moriría antes de ceder.
Cuando se disponía a partir hacia Nueva York, se despidió de su padre con un beso en la mejilla y un fuerte abrazo, y por un instante deseó quedarse con él para siempre.
– Diviértete y compra cosas bonitas para ti y tu hermana -dijo Edward.
– Te quiero, papá -susurró Olivia.
Durante el trayecto en coche la joven apenas habló, algo impropio de ella, y hasta Donovan hizo algún comentario al respecto. Todo cobraría sentido después: Olivia se sentía culpable por irse a California. Nadie pensaría que seguía en Nueva York, viviendo con Charles Dawson, fingiendo ser su hermana. Nadie imaginaría nunca un engaño semejante.
Llegó a la casa a las tres, antes de que Geoff regresara del colegio. Victoria la esperaba. Se mostraba fría y tranquila, pero Olivia adivinó que estaba inquieta. Al día siguiente zarparía hacia Europa. Olivia le entregó su pasaporte. Era evidente que la fotografía no representaría ningún problema. Luego Victoria le dio las llaves, le dijo cómo se llamaban los sirvientes y le explicó otras cosas que debía saber, como el nombre de la secretaria de Charles o de la profesora de Geoff. Todo era muy simple, parecía que no sería difícil meterse en la piel de su hermana, pero cuando Geoff llegó del colegio estaba muy nerviosa.
– ¿Te sucede algo, tía Ollie? ¿Está enfermo el abuelo? -inquirió el niño con preocupación.
– No, está mejor que nunca.
Debería tener cuidado con él en los próximos días para que no la descubriera, pensó mientras observaba que Victoria se mostraba más cariñosa con él para preparar el cambio. Eso no hacía más que demostrar que su hermana también podía llevarse bien con el muchacho, y así se lo dijo cuando Geoff subió a su habitación para hacer los deberes.
– ¿ Lo ves? Tú también puedes mantener una buena relación con él.
– Sólo cuando finjo ser tú; el resto del tiempo ni siquiera pienso en él.
– Pues tendrás que empezar a hacerlo cuando regreses -puntualizó Olivia, que estaba convencida de que ese breve interludio mejoraría el matrimonio de Victoria; su hermana añoraría a Charles, ansiaría volver a su lado, estaría feliz de ocupar su lugar en la familia, querría tener un hijo como Geoffrey; ella retornaría a Croton con su padre, y todos vivirían felices. Imaginaba un futuro de color de rosa para todos ellos.