– ¿Título?
– Ahora es baronesa. No lo habría sido si se hubiera casado con mi hermano, que era el más joven. Me temo que a Heloise le encanta pertenecer a la nobleza. -Miró a Victoria y advirtió la tristeza que reflejaba su rostro-. Bien, ahora te toca a ti. Explícame quién te rompió el corazón.
Se sentía aliviado después de haberse sincerado con ella, pues no deseaba crear falsas esperanzas.
– No hay mucho que contar. No es muy importante.
– ¿ Lo bastante importante para que vinieras aquí?
– Son muchas cosas. -Se sentía obligada a abrirse a él-. Sí, hubo alguien. Yo era muy joven y tonta. Sucedió hace dos años, sólo tenía veinte. Me enamoré locamente de él y cometí muchas estupideces en un período de tiempo muy breve. Estábamos en Nueva York de visita…él era mayor que yo… muy encantador… y estaba casado… tenía tres hijos. Me aseguró que odiaba a su mujer, que el suyo era un matrimonio de conveniencia, que pensaba dejarla. Se divorciarían y entonces nos casaríamos. Todo era mentira…pero le creí y puse mi reputación en peligro. Alguien se lo contó a mi padre y cuando mandó a alguien para que hablara con él…afirmó que yo le había seducido, negó ha- berme hecho ninguna promesa…Incluso reconoció que jamás había pensado abandonar a su esposa, que además estaba embarazada. -Había llegado el momento de revelarle toda la verdad. No tenía nada que perder-. Su esposa estaba encinta…y yo también. Cuando regresamos a nuestra casa de Croton-on-Hudson, me caí del caballo un día y perdí al niño. Me ingresaron en el hospital porque sufrí una hemorragia. Mi padre estaba furioso, decía que en Nueva York corrían rumores sobre mí y que era preciso salvar la reputación de la familia. -Suspiró mientras recordaba lo terrible que había sido. Después se volvió hacia Édouard y forzó una sonrisa-. Así pues, me obligó a casarme con uno de sus abogados. Yo siempre había dicho que jamás contraería matrimonio… quería ser una sufragista, hacer huelgas de hambre, ir a prisión…
Édouard se rió.
– No es un estilo de vida muy recomendable. -Se llevó su mano a los labios y se la besó-. Sospecho que en aquella época no era fácil controlarte y supongo que nunca lo será.
Victoria sonrió.
– Quizá no. En fin, me casé con él. Era viudo, su mujer había muerto en el Titanic y buscaba una madre para su hijo.
– ¿ Y lo fuiste? -preguntó con interés.
– No. No fui una madre para él ni una esposa para Charles. El niño me odiaba y me temo que su padre también. No me parecía en nada a su primera mujer, y él… no era el hombre del que estaba enamorada. No podía ser como él quería ni hacer lo que esperaba de mí. Le detestaba…no sentía nada por él, y él lo notaba.
– ¿ Se portaba mal contigo?
– No… no. Simplemente yo no le quería -respondió la joven con lágrimas en los ojos.
– ¿Dónde está él ahora? -susurró Édouard.
– En Nueva York.
– Supongo que seguís casados.
El capitán se sentía decepcionado. No había esperado algo así.
– Sí.
– Si te ha dejado venir, quizá te quiera más de lo que sospechas.
Era un gesto muy generoso por su parte, y Édouard le admiraba por ello. Él jamás habría permitido que su esposa se marchara de casa.
– No sabe que estoy aquí.
Debía contarle toda la verdad, confiar en él. No había confiado en ningún hombre en los últimos dos años, pero estaba segura de que él no la defraudaría.
– ¿Dónde cree que estás?-preguntó él con asombro. Victoria sonrió, porque de pronto toda la historia le pareció muy divertida, aunque sabía que era terrible. -Cree que estoy en casa con él.
– ¿Qué quieres decir? -No acababa de entenderla, pero de pronto la miró con unos ojos como platos-. Dios mío… tu hermana… es eso, ¿verdad? Él cree que…
– Eso espero.
– ¿Tu hermana ha ocupado tu lugar? -Édouard estaba escandalizado, y Victoria temió que la delatara, que escribiera a su casa y revelara la verdad-. No puedo creer que hicieras algo así…Pero…un marido y una mujer…
– No, nunca hemos disfrutado de esa clase de intimidad. Mi hermana sólo tiene que cuidar de la casa, eso es todo.
– ¿Estás segura? -Al capitán le costaba creer que hubiera urdido semejante plan.
– Absolutamente segura; de lo contrario nunca se lo hubiera pedido. A diferencia de mí, mi hermana es dulce y cariñosa, y el niño la adora.
– ¿No la reconocerá?
– No, si tiene cuidado.
Édouard se recostó en el asiento mientras intentaba asimilar toda la información.
– Menudo embrollo has dejado detrás de ti, Olivia.
Ella sonrió, movió la cabeza y posó un dedo sobre sus labios.
– Victoria -susurró.
– ¿ Victoria? Pero en tu pasaporte…
– Es el de mi hermana.
– Menuda bruja… Claro… tenías que cambiar de nombre. Pobre hombre… me da lástima. ¿Cómo se sentirá cuando le expliques la verdad? Porque se la explicarás…
– Tendré que contarle todo cuando regrese. Había pensado revelarle la verdad por carta, pero sería muy cobarde por mi parte y Olivia no se lo merece. No he dejado de pensar en ello desde que me marché y sé que no puedo volver con él. Algún día regresaré a casa, pero no con él. No puedo, Édouard, no le quiero. Fue un error, no debí ceder a las presiones de mi padre, pero pensé que él sabía qué era lo mejor para mí. Quizás haya gente que pueda vivir así, pero yo no. Volveré y viviré con mi hermana, o quizá me quede aquí. No lo sé todavía. En todo caso le pediré el divorcio.
– ¿ Y si no te lo concede? -inquirió Édouard con curiosidad.
– Entonces viviremos separados, aunque sigamos casados. No me importa. Además, él se merece algo mejor, tendría que haberse casado con Olivia, hubiera sido un matrimonio perfecto.
– Quizá se enamore de ella mientras tú estás aquí -conjeturó él.
Le divertía la parte cómica de la historia. No cabía duda de que Victoria era muy valiente y atrevida.
– No creo que ocurra. Olivia es demasiado recatada. Pobre, no debe de resultarle muy agradable simular que soy yo. Fue un ángel al aceptar, le dije que moriría si no se hacía pasar por mí durante una temporada. Cuando éramos pequeñas, fingía ser yo para sacarme de algún apuro. -Victoria sonrió al pensar en su hermana.
– Desde luego tú no eres un ángel, sino un demonio, señorita Victoria Hénderson. Lo que has hecho es terrible. -No obstante, encontraba divertida la situación hasta que de pronto recordó algo-. ¿ Cuánto tiempo te ha concedido?
Victoria titubeó antes de contestar:
– Hasta el fin del verano.
– No nos queda mucho tiempo. ¿Qué te parece tener una aventura con un hombre casado?
Victoria sonrió.
– ¿ Ya ti qué te parece tener una aventura con una mujer casada?
– Creo que estamos hechos el uno para el otro.
Ambos merecían más de lo que habían recibido y, sin añadir nada más, Édouard se inclinó para tomarla en sus brazos y besarla.
CAPITULO 25
A pesar de que Olivia había prometido a su padre pasar un mes en Croton, cuando llegó el momento no quería abandonar a Charles y Geoffrey. Sus vidas habían cambiado en las últimas semanas. La pareja disfrutaba de una suerte de luna de miel y, en lugar de excluir a Geoffre Olivia se sentía más unida a él que nunca. El único problema era que todo cuanto tenía pertenecía en realidad su hermana. Había tomado prestados a su marido y a su hijo, hasta la alianza que llevaba en el dedo era de Victoria, pero se decía que al final todo redundaría en beneficio de su hermana y que ése sería su gran obsequio. Sin embargo otras veces sabía que estaba actuando mal y se sentía consumida por los remordimientos, pero su mala conciencia desaparecía en cuanto Charles la tomaba en sus brazos. Su pasión había alcanzado cotas insospechadas para él. La sensualidad de su esposa no era tan indomable como en un principio había supuesto; al contrario, le había entregado su corazón del mismo modo que Charles pensó que haría Olivia. En cierto modo, le aliviaba no tener que ver a su cuñada ahora, pues sus sentimientos hacia ella siempre habían sido muy confusos, pero ya no albergaba ninguna duda.