Выбрать главу

– No puedo más -se lamentó Olivia.

Charles deseaba tomarla en sus brazos y huir de allí, pero de pronto el rostro de Olivia se retorció de dolor y oyeron llorar al bebé. Era una hermosa niña.

– Bueno, no ha sido tan terrible después de todo -dijo el médico.

Olivia hizo una nueva mueca de dolor, y Charles la contempló asustado.

– ¿ Qué sucede? -preguntó.

– Pasa algunas veces, es la placenta -explicó el doctor.-Expulsarla puede resultar incluso más doloroso que parto.

Olivia seguía gritando.

– Otra vez no… por favor…

– No creo que sea eso…-observó Bertie.

– Ahora expulsará la placenta -afirmó el médico.

Olivia empezaba a sangrar y empujar de nuevo.

– ¿Es esto normal? -preguntó Charles, que en ese instante vio asomar una minúscula cabeza-. Empuja, Victoria, empuja, vamos a tener otro.

– ¿Qué dices? Dios mío…

Olivia pujó con más fuerza y salió otra niña, seguida y una sola placenta. Eran gemelas idénticas, como ella y Victoria. La madre las contempló con incredulidad y comenzó a reír.

– No me lo puedo creer.

Eran poco después de las diez de la mañana. La hemorragia casi se había detenido, y Olivia sostenía una niña en cada brazo.

– Te quiero mucho -le susurró Charles. Le dio un beso y luego tomó a las criaturas en brazos para enseñárselas Geoff.

Mientras tanto, el médico aplicó unos puntos a Olivia y Bertie le lavó el cuerpo y la cara con agua perfumada.

Cuando el doctor se hubo marchado, Bertie miró a joven y sonrió.

– ¿Qué has hecho, chiquilla?

Olivia sabía muy bien a qué se refería, y le sorprendía que no la hubieran descubierto antes.

– Me obligó.

Bertie asintió y se rió.

– ¿También te obligó a hacer esto?

– La verdad es que no -respondió Olivia feliz.

– ¿Dónde está?

– En Europa.

Antes de que pudiera dar más detalles, Charles entró con Geoff.

– Son una preciosidad, tía…-Enseguida se corrigió-. Victoria.

Olivia le dio un beso.

– Dice tu padre que son iguales que tú cuando eras pequeño.

Geoff se marchó para comunicar la noticia a los vecinos, y Bertie se llevó a las niñas para bañarlas, de modo que Charles se quedó a solas con su esposa.

– Lamento haberte hecho pasar por este calvario. -Se sentía orgulloso y culpable a la vez.

– No me importaría repetir la experiencia. No ha sido tan terrible.

Charles la miró asombrado.

– ¿Cómo puedes decir eso?

– Ha valido la pena.

– Dudo de que sobreviva a sus trucos y artimañas. Tu padre decía que jamás consiguió distinguiros.

– Yo te enseñaré -aseguró Olivia.

Unos minutos más tarde Bertie entró con las niñas y las acomodó en los brazos de su madre. No podía evitar preguntarse qué haría Olivia cuando Victoria regresara de Europa.

– Esa noche, en Chalons-sur-Marne, Victoria dormía plácidamente cuando de pronto se sintió como si la atravesaran con un cuchillo candente. Profirió un grito y se incorporó al instante. Entonces comprendió que era Olivia a la que estaban apuñalando. Su hermana no dejaba de chillar, y se tapó los oídos con las manos. Minutos después le acometió un fuerte dolor y notó que estaba empapada. Édouard despertó e intentó tranquilizarla.

– Eh… petite… arréte… es una pesadilla… ce n'est qu'un cauchemar, ma chérie.

– No sé qué me pasa… -susurró en la oscuridad.

Édouard encendió la luz y observó que Victoria yacía en medio de un charco de agua y sangre y se apretaba el vientre.

– Ça vient maintenant? ¿ Ya viene? -A menudo le hablaba en francés cuando estaba medio dormido. Victoria asintió con expresión asustada-. Iré a buscar al médico.

– No… No me dejes -suplicó.

A diferencia de su hermana, Victoria tenía mucho miedo al parto. Sólo deseaba que Édouard estuviera a su lado.

– He de avisarle… No tengo ni idea de cómo traer un niño al mundo.

– No te vayas, por favor -rogó Victoria mientras se retorcía de dolor por una nueva contracción-. Ya viene…lo sé…Édouard, no te vayas.

– Por favor, cariño, necesitas ayuda. Traeré una enfermera y a Chouinard. -Era el mejor cirujano del hospital.

– No les quiero a ellos -exclamó ella aferrándose a su muñeca-, sino a ti…-A continuación balbuceó-: Estaba soñando que Olivia tenía un niño.

– Eso es algo que ella no puede hacer por ti, y yo tampoco -repuso Édouard con dulzura-. Ojalá pudiera absorber yo tu dolor.

Él sabía que podía seguir así durante horas y estaba decidido a buscar ayuda, de modo que se levantó para ponerse la camisa.

– Ya viene, Édouard… Lo noto… ya viene.

Él se asustó al ver cómo sangraba. Comenzó a gritar, pero esa noche estaban solos en la casa, pues los demás se hallaban de servicio.

– Volveré pronto -repitió.

Sin embargo Victoria no le permitió marchar. Tenía miedo de quedarse sola. Édouard se sentó a su lado y le cogió la mano. En ese mismo instante, en Nueva York Olivia sintió una nueva contracción. Charles dijo en broma que esperaba que no fueran trillizos, y Bertie repuso que en ocasiones se tenían contracciones después del parto. Olivia apoyó la cabeza sobre la almohada y comenzó a soñar con su hermana.

– Édouard, por favor… -exclamó Victoria de nuevo mientras se acercaba al borde de la cama. Él no entendía qué pretendía hacer-. Tengo que empujar…

– Agárrate a mí -indicó Édouard.

Sentada, Victoria empujó con fuerza y después se desplomó sobre el lecho. No sabía qué hacer para expulsarlo. Édouard la instó a empujar tumbada. Victoria obedeció y se sintió mejor. Lo intentó de nuevo y de pronto asomó una cabecita.

– Dios mío… -exclamó Édouard-. Ya viene. Sigue empujando.

Le sujetó las piernas mientras ella pujaba. La criatura salió por fin y comenzó a llorar. Édouard la cogió en brazos con cuidado para enseñársela a la madre.

– Mira.,. -Las lágrimas rodaban por el rostro de Victoria, que no acababa de creer lo que había sucedido en cuestión de minutos. Era igual que Édouard-. Es tan guapo…

Era una bendición que en un lugar cercado por la pena y la muerte les visitara un ángel.

– Es lo más hermoso que he visto en mi vida -afirmó Édouard-, con excepción de su madre.Je t'aime, Victoria, más de lo que puedas imaginar.

Depositó al niño junto a ella y fue a buscar toallas. Era lo más extraordinario que había visto nunca. Victoria había dado a luz en menos de una hora.

– Lo has hecho muy bien. -Victoria sonrió

– Lamento haberme asustado tanto… me sorprende que haya ido tan rápido. -El parto había sido más fácil de lo que pensaba-. Gracias a Dios que no hemos tenido gemelos.

– Creo que me habría gustado -dijo Édouard. Encendió un cigarrillo y le ofreció otro a Victoria, que esta vez no lo aceptó porque todavía se sentía débil. El niño ya estaba mamando. Édouard los contempló y pensó que Victoria debía regresar a casa, ése no era lugar para criar a un bebé. Retiró un mechón de su cara mientras yacía en la cama desnuda con su hijo, cubierta tan sólo por una manta del ejército.

– ¿Qué nombre le pondremos al futuro barón? -preguntó Édouard.

– ¿Qué te parece Olivier Édouard? Olivier por mi hermana, y Édouard por ti y mi padre.

– ¿ Comunicarás la noticia a tu marido?

Habían decidido que debían informar a Charles, pues de lo contrario ignoraría la verdad durante años y Olivia permanecería atrapada para siempre en el papel de su hermana. Victoria tenía previsto escribir a Olivia. Estaba segura de que sería un alivio para ella, aunque Charles se pondría furioso. Detestaba dejar que se enfrentara sola a la situación, pero no deseaba regresar a Estados Unidos. A pesar de todo, pensaba en ella con frecuencia y deseaba poder mostrarle a su hijo. Hubiera dado cualquier cosa por poder abrazarla.