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Podrá haber un período de inseguridad e incertidumbre. ¿Qué debo hacer? A medida que el ego deja de controlar su vida disminuye la necesidad psicológica de contar con la seguridad de las cosas externas e ilusorias. Puede vivir en medio de la incertidumbre y hasta disfrutarlo. Cuando acepte la incertidumbre se abrirán una infinidad de posibilidades. Significa que el temor dejará de dominar su vida y de impedirle tomar la iniciativa para propiciar el cambio. Tácito, el filósofo romano, anotó acertadamente que "el anhelo de la seguridad interfiere con todas las empresas grandes y nobles". Cuando no logramos aceptar la incertidumbre, se convierte en miedo. Cuando la incertidumbre es perfectamente aceptable, se traduce en mayor vivacidad, conciencia y creatividad.

Hace muchos años, un fuerte impulso interno me empujó a abandonar una carrera académica que el mundo habría calificado de "prometedora". Pasé a vivir en la incertidumbre total y de allí, después de varios años, emergió mi nueva encarnación como maestro espiritual. Tiempo después me sucedió algo parecido nuevamente. Me sentí impelido a abandonar mi hogar en Inglaterra para ir a vivir a la Costa Oeste de Norteamérica. Obedecí ese impulso aunque desconocía la razón. De ese nuevo paso hacia la incertidumbre brotó el libro El poder del ahora, la mayor parte del cual escribí estando en California y en Columbia Británica sin una casa propia. Prácticamente no tenía ingresos y vivía de mis ahorros, los cuales se esfumaban a gran velocidad. En realidad, todo encajó perfectamente. Se me agotó el dinero justo cuando estaba a punto de culminar el libro. Compré un billete de lotería y gané $1.000 dólares con los cuales pude subsistir un mes más.

Pero no todo el mundo debe pasar por cambios drásticos en sus circunstancias externas, en el otro extremo del espectro están las personas que permanecen exactamente donde están y continúan haciendo lo mismo de siempre. En su caso, es el cómo el que cambia, no el qué. No es cuestión de inercia. Lo que sucede es que su actividad ya es el vehículo perfecto para traer la conciencia a este mundo y no necesitan de ningún otro. También ellas contribuyen a la manifestación de la nueva tierra.

¿No debería sucederle esto a todo el mundo? Si cumplir con el propósito interno equivale a estar en unión con el momento presente, ¿por qué querría alguien abandonar su trabajo o su situación de vida actual?

Estar en unión con lo que es no implica no ser motor de cambio o ser incapaz de tomar la iniciativa. Lo que sucede es que la motivación para actuar proviene de un nivel más profundo y no de los deseos o los temores del ego. La consonancia interna con el momento presente abre la conciencia y nos pone en armonía con el todo, del cual el momento presente es parte integral. Entonces, el todo, o la totalidad de la vida, actúa a través de nosotros.

¿A qué se refiere cuando habla del todo?

Por una parte, el todo comprende todo aquello que existe, es el mundo o el cosmos. Pero todo aquello que existe, desde los microbios hasta los seres humanos y las galaxias, forma una red de procesos multidimensionales conectados y no es una serie de cosas o entidades independientes.

Son dos las razones por las cuales no percibimos esta unidad y consideramos que todas las cosas son independientes. Una es la percepción, la cual reduce la realidad a lo que nos es accesible a través de nuestros pocos sentidos: lo que vemos, oímos, olemos, saboreamos y palpamos. Pero cuando percibimos sin interpretar ni adjuntar rótulos mentales, es decir, sin agregar pensamiento a nuestras percepciones, podemos sentir una conexión más profunda detrás de nuestra percepción de la separación.

La otra razón más seria por la cual vivimos en la ilusión de la separación es el pensamiento compulsivo. Es cuando permanecemos atrapados en el torrente incesante de pensamientos compulsivos que el universo realmente se aparta de nosotros y perdemos la capacidad de sentir la conexión entre todo lo que existe. El pensamiento fragmenta la realidad en pedazos inertes. Esa vision de la realidad da paso a unas actuaciones supremamente destructivas y carentes de inteligencia.

Sin embargo, más allá de la interconexión entre todo lo que existe hay un nivel más profundo. En ese nivel del todo, todas las cosas son una. Es la Fuente, la única Vida inmanifiesta. Es la inteligencia eterna que se manifiesta a través del desenvolvimiento del universo en el tiempo.

El todo está hecho de existencia y Ser, lo manifiesto y lo inmanifiesto, el mundo y Dios. Así, cuando entramos en armonía con el todo, nos convertimos en una parte consciente de la red del todo y de su propósito: el surgimiento de la conciencia en el mundo. El resultado es que comienzan a ocurrir con frecuencia las casualidades propicias, los encuentros fortuitos, las coincidencias y los sucesos sincronizados. Carl Jung describió la sincronicidad como "un principio unificador acausal". Esto significa que no hay una conexión causal entre los sucesos sincronizados en el plano superficial de nuestra realidad. Es una manifestación externa de una inteligencia subyacente al mundo de las apariencias y una conexión más profunda incomprensible para la mente. Pero podemos ser partícipes conscientes del desenvolvimiento de esa inteligencia, del florecimiento de la conciencia.

La naturaleza existe en estado de unicidad inconsciente con el todo. Es, por ejemplo, la razón por la cual prácticamente ningún animal salvaje pereció en el desastre del tsunami del año 2004. Al estar en contacto más estrecho con la totalidad que los seres humanos, pudieron presentir la llegada del tsunami mucho antes de que se lo pudiera ver u oír, de manera que tuvieron tiempo para refugiarse en terrenos elevados. Quizás hasta esta afirmación sea producto de nuestro punto de vista humano. Quizás sencillamente avanzaron hacia las zonas más altas sin ninguna motivación deliberada. Hacer esto o aquello es parte de la forma como la ente fragmenta la realidad, mientras que la naturaleza sencillamente vive en unicidad inconsciente con el todo. Nuestro propósito y destino es traer a este mundo una nueva dimensión permaneciendo en unicidad consciente con la totalidad y en armonía consciente con la inteligencia universal.

¿Puede el todo utilizar a la mente humana para crear cosas o para producir situaciones que estén en armonía con su propósito?

Sí, cada vez que hay inspiración, palabra que significa "en espíritu", y cada vez que hay entusiasmo, palabra que significa "en Dios", se desata un poder creador que va mucho más allá de lo que una simple persona puede hacer.

CAPÍTULO DIEZ UNA NUEVA TIERRA

Los astrónomos han descubierto evidencia que parece indicar que el universo comenzó a existir hace quince mil millones de años, nacido de una explosión gigantesca, y que se ha venido expandiendo desde entonces. No solamente se ha estado expandiendo sino que su complejidad y su diferenciación han ido aumentando cada vez más. Algunos científicos también postulan que este movimiento desde la unicidad hasta la multiplicidad dará marcha atrás con el tiempo. Entonces cesará la expansión y el universo comenzará a contraerse nuevamente para volver a lo inmanifiesto a la nada inconcebible de la cual se originó, y quizás repita los ciclos de nacimiento, expansión, contracción y muerte una y otra vez. ¿Con qué fin? "¿Por qué molestarse el universo en existir?" pregunta el físico Stephen Hawking, reconociendo al mismo tiempo que no hay modelo matemático alguno que pueda dar la respuesta.

Sin embargo, si miramos hacia el interior en lugar del exterior únicamente, descubrimos que tenemos un propósito interno y otro externo, y puesto que somos un reflejo microcósmico del macrocosmos, debemos concluir que el universo también tiene un propósito interno y otro externo inseparables de los nuestros. El propósito externo del universo es crear la forma y experimentar la interacción de las formas (el juego, el sueño, el drama, o como queramos llamarlo). Su propósito interno es despertar a su esencia informe. Después viene la reconciliación entre ambos propósitos: traer la esencia (la conciencia) al mundo de la forma y, por ende, transformar el mundo. El propósito último de esa transformación está más allá de la imaginación o la comprensión de la mente humana. Y, no obstante, esa transformación es la tarea que se nos ha asignado en este momento en este planeta. Es la reconciliación del propósito externo y el interno, la reconciliación entre Dios y el mundo.