Выбрать главу

– ¿Leta? -preguntó con una nota optimista en su voz.

No era ella. Deimos estaba parado dentro del salón, mirándole.

Aidan no podía entender su presencia.

– Creía que estabas jugando al ajedrez.

– Iba a hacerlo, pero… -vaciló como si tuviera algo en la mente.

– ¿Pero? -incitó.

Deimos indicó la puerta con una inclinación de la cabeza.

– Recordé que tenías una puerta rota.

– Gracias por repararla.

– Ningún problema.

Aidan se detuvo, esperando a que Deimos hablara o hiciera algo. Cuando no lo hizo, Aidan arqueó una ceja.

– ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

– No realmente. Es más bien algo con lo que yo te puedo ayudar.

Ahora tenía toda la atención Aidan.

– ¿Y eso es?

Deimos le miró aburridamente.

– ¿Qué darías por tener a Leta contigo?

Aidan no vaciló.

– Todo.

– ¿Estás seguro?

– Sí -De repente, todo se volvió negro. Aidan se movió bruscamente, intentando orientarse, pero no podía ver, sentir, u oír nada. Solo estaba oscuro-. ¿Leta?

Esta vez ella no respondió. No había ninguna mano amable para agarrarlo. Ninguna palabra de ánimo y la echaba de menos incluso más.

Cuándo la luz volvió, se vio como un niño cerca de un árbol de Navidad. Tenía once años y estaba en casa de su tío. Aidan frunció el entrecejo mientras trataba de recordar el acontecimiento exacto, pero no podía. Sólo recordaba el decorado.

– ¿Qué conseguiste? -preguntó Donnie mientras iba donde Aidan estaba jugando.

Aidan levantó a su figura de acción.

– G.I. Joe y algunos dulces.

Donnie curvó el labio.

– Eso no es justo. Yo quería un G.I. Joe.

Aidan estaba desconcertado por su ira.

– No, no querías. Dijiste que querías un Optimus Prime y a Grimlock, lo que tienes.

Donnie se estiró a por el juguete en la mano de Aidan y se lo arrebató.

– ¡Devuélvemelo!

Donnie se negó, y cuando Aidan lo intentó con más fuerza, le golpeó con todo lo que tenía. Aidan gritó con furia, lo cual despertó a su tío de la siesta que tomaba en el sofá a unos pocos pies de ellos.

Dos segundos después, con insultos llenando sus orejas, todos los juguetes estaban en la basura, y ambos molidos. Por no mencionar las magulladuras del enfado de su tío.

– Es todo por tu culpa -gruñó Donnie, empujando a Aidan escaleras arriba mientras se dirigían al cuarto que compartían.

– Yo no cogí tus juguetes, tú cogiste el mío.

Donnie curvó el labio.

– Eso es porque necesitas aprender a compartir. Eres un cabronazo tan egoísta. Te odio. Ojalá hubieras muerto con mamá y papá.

Aidan se congeló ante la hostilidad en la cara de su hermano mientras Donnie caminaba penosamente pasándole. Con el corazón pesado, invirtió el curso y volvió al salón. Se movió furtivamente hacia la esquina, temeroso de ser agarrado. Por suerte, su tío estaba otra vez en el sofá, desmayado por beber en la juerga de Navidad.

Tan calladamente como pudo, Aidan arrastró la lata de la basura y sacó los juguetes. Luego, en silencio, volvió arriba donde entregó los juguetes a Donnie.

– Puedes tenerlos -dijo, no queriendo que su hermano lo odiara más.

Donnie sonrió.

Pero aunque Aidan hubiera ganado a su hermano, no había satisfacción en ello. Solamente sentía alivió de que Donnie no lo odiara…

El Aidan adulto miraba la escena mientras finalmente recordó cada emoción enterrada de ese Día de Navidad. Lo había olvidado todo. Ahora cada parte estaba clara. Y recordaba otras veces donde Donnie había actuado así. Todas las veces había intentado acallarlo porque Donnie no quería que él tuviera nada.

Se suponía que el mundo entero era de Donnie.

Entonces la escena cambió y vio a su agente Mori en casa con su última esposa. Alto, moreno, joven y guapo. Shirley estaba sentada en el sofá mientras Mori se sentaba enfrente de ella en una silla marrón de cuero.

– ¿Por qué estás tan infeliz?-preguntó ella calladamente.

Mori le ofreció una sonrisa llena de disculpas.

– Lo siento. Estaba pensando en Aidan otra vez.

Ella puso los ojos en blanco.

– No puedo creer que él se aleje de tanto dinero.

La mirada de Mori se volvió introspectiva mientras acunaba su copa de brandy. Su expresión decía que lo encontraba más que plausible.

– El dinero no compra la felicidad.

Ella se burló.

– Cualquiera que dice eso no compra en las tiendas correctas.

Mori no hizo comentarios acerca de eso.

– Odio en lo que se ha convertido. Es sin duda alguna uno de los mejores actores de su generación. Desearía que hubiera algo que pudiera hacer por él.

– Mándale un jamón.

Mori la cortó una mirada aburrida.

– No para un regalo. Cuando le conocí la primera vez, estaba tan lleno de vida y risas. Cuando otros actores se hartaban de la fama, él no. Siempre la disfrutó. Incluso las partes que hacían que los actores menores se derrumbaran y cayeran. Ahora… ahora es un recluso agrio. Si tuviera un solo deseo por Navidad, sería verle feliz otra vez.

Aidan estaba asombrado por el hecho de que Mori no era tan sangre fría como pretendía. Uauh. Su agente había estado guardando bastantes secretos. Había realmente un corazón enterrado bajo todo ese pavoneo.

Pero eso no cambiaba nada. Alzó la mirada hacia la oscuridad.

– ¿Se supone que esto significa algo para mi?

La respuesta vino mientras la escena se volvía blanca otra vez y reaparecía, no en su futuro como esperaba, sino en un lugar que nunca había visto antes.

Parecía ser una caverna oscura con paredes que sangraban…

Débiles chillidos y gemidos resonaban mientras andaba hacia una gran abertura, y cuando la alcanzó, se congeló. Allí estaba Leta con una bata blanca, larga que flotaba, de pie ante dos hombres enfadados quienes la miraban mientras un tercer hombre de blanco estaba a su izquierda.

– ¿Me pides misericordia para ella?-El hombre rubio alto se mofó del hombre de blanco-. ¿Entiendes lo que ha hecho?

– Sí, Zeus. Lo hago. Pero lo que ella hizo, lo hizo para proteger un humano inocente.

Zeus se mofó de la respuesta.

– Ninguno de ellos es inocente. ¿Qué es la muerte de otro humano más en este mundo?

Leta empezó a contestar, pero el hombre al lado de ella la paró poniéndole la mano en el brazo.

Cuándo él habló, su voz estaba desprovista de toda emoción.

– Ella fue asignada al humano por mí y llevó a cabo su tarea hasta el final. Fue Dolor quien…

– No te atrevas a defenderla -gruñó Zeus-. Porque por su muerte, tenemos una ruptura en el universo. ¿Tienes alguna idea de lo que podría haber sucedido? El mundo podría haber terminado.

– Pero no lo hizo.

Zeus le azotó.

– ¡M’Adoc! -dijo Leta, apresurándose a donde él yacía en el suelo.

Zeus levantó la cabeza ante eso.

– ¿Son emociones lo que oigo?

Aidan vio el pánico en los ojos de Leta pero dado que estaba de espaldas a Zeus, no estaba seguro de que el dios lo hubiera advertido.

En su lugar una mirada extraña pasó entre M’Adoc y el dios de pelo moreno parado al lado de Zeus.

– Ellos no tienen emociones, hermano-dijo el hombre de pelo oscuro-. Ha pasado un tiempo con los humanos y éstos son los efectos residuales.

La mirada de Zeus se estrechó peligrosamente mientras M’Adoc se ponía de pie.

– ¿Estás defendiéndoles, Hades?

Hades se encogió de hombros.

– No realmente. Si quieres que la castigue, lo haré. Es para lo que vivo.

Aidan frunció el entrecejo ante el tono sarcástico de la voz del dios.

Zeus asintió.

– Muy bien. Mátala.

– ¡No!-Aidan arremetió sólo para chocar con una pared invisible.

Los dioses se giraron como si le pudieran oír.

Aidan golpeó la mano contra la pared.