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– ¿Dónde está Perry? ¿Lo sabe alguien? Fue la llamada de Sally lo que me impulsó a salir en la oscuridad tan pronto como para impedir que Bankston y Melanie se llevasen a Phillip.

– Se ha presentado en una institución mental de la ciudad -dijo Arthur.

Allí era donde debía estar, pero sería un trago duro para Sally.

– ¿Y Benjamin?

– Lo enviaremos al psiquiátrico estatal para que lo evalúen. También ha confesado ser el autor de varios asesinatos ya resueltos. Por alguna razón, el hallazgo del cuerpo de Pettigrue acabó de desquiciarlo.

– Oh, Arthur -dije fatigosamente y rompí a llorar por tantas razones que no era capaz de recordarlas. Arthur me puso unos pañuelos en la mano y, tras un momento, trajo un paño húmedo con el que me frotó la cara con mucho cuidado.

– Supongo que anulamos la cita para patinar mañana -comentó Arthur seriamente.

Me quedé boquiabierta, anonadada, hasta que me di cuenta de que Arthur (¡sí, Arthur!) estaba bromeando. No pude evitar sonreír. Parecía una mueca de dolor, pero una sonrisa al fin y al cabo.

– Tengo que volver a la comisaría, Roe. Aún están analizando los objetos que encontramos en el registro y quedan muchas incógnitas abiertas. Cómo consiguió Bankston que Mamie Wright fuese antes de la hora de la reunión; por qué hizo que Melanie te enviase los bombones. Los compró para ella y se los trajo de alguna convención de San Luis. Pero iba a por ti; pensaba que era a ti a quien le gustaban los bombones rellenos de crema. Ha sido el crimen más estúpido, dado el hecho de que la máquina de escribir está en la aseguradora de Gerald Wright. Hay que hacer más preguntas para apoyar las confesiones con pruebas sólidas. Bankston ha invocado su derecho a contar con un abogado presente, pero tarde o temprano se arrepentirá y ese será el final de su confesión. He de volver al trabajo.

– Vale, Arthur. Me ha alegrado verte bajar por las escaleras hoy.

– Yo me he alegrado de encontrarte con vida.

– Faltó poco.

– Lo sé. -Se inclinó para darme un beso. Pensé que me estaba aficionando a esas cosas.

– Volveré mañana -prometió antes de marcharse, y me quedé sola por primera vez en mucho tiempo. El cansancio me había calado hasta los huesos, pero fui incapaz de conciliar el sueño. Temía cerrar los ojos.

Sintonicé la CNN en el televisor para descubrir que hablaban de mí. Usaban la foto que me había hecho para la ficha de empleada de la biblioteca. Tenía un aspecto imposiblemente dulce y joven.

Estaba en las noticias. También saldría en los libros cuando mi caso se sumase a las antologías de asesinatos. Había presenciado asesinatos de verdad y casi acabo yo formando parte de ellos. Era algo digno de sopesar. Pulsé el mando para apagar el televisor.

Me imaginé a Bankston y a Melanie yendo al Centro de Veteranos esa noche, puede que defraudados por encontrarme allí, ya que esperaban que hubiese consumido los bombones a esas alturas. Y me los imaginé aguardando, esperando a que alguien descubriera el cadáver de Mamie Wright. Recordé lo recién duchado que estaba Bankston cuando transportaba la bolsa de palos de golf robada después de matar a los Buckley. Estaba como una patena… Jamás habría sospechado de él. Oí la voz de Melanie diciendo: «Siempre he querido hacer esto», antes de darme una patada.

Estaba demasiado cerca, era demasiado reciente y el miedo se me había enroscado en lo más hondo.

Por supuesto, aquello no había sido un misterio comparable a los envenenamientos familiares de 1928, en Croyden, Inglaterra, irresueltos hasta nuestros días. ¿Era la señora Duff culpable? ¿O quizá podría haber sido…? Me quedé dormida.

Charlaine Harris

Nació en un pequeño pueblo de Mississippi (1953). Estudió en el Rhodes College y se graduó en Inglés y Artes de la Comunicación en la Southern University en Memphis. Durante los 70 trabajó en varias imprentas y periódicos y, tras casarse, se dedicó a tiempo completo a escribir, iniciando así una carrera de más de dos décadas y una veintena de novelas claramente influidas por el estilo de vida sureño de su tierra natal.

Actualmente vive en Magnolia, en el estado de Arkansas. Es la autora de las series de misterio de Aurora Teagarden y de Lily Bard y de las novelas de vampiros de Sookie Stackhouse, en las que se basa la serie televisiva True Blood,. Con su estilo claro y ameno se ha ganado el reconocimiento de los premios Anthony, Lord Ruthven y Agatha Christie, entre otros. Los derechos de sus libros se han vendido a más de 20 países.

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