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– Yo voy a quedarme a dormir aquí también- le dijo a Charlotte, cuyo rostro se ensombreció de inmediato.

– ¿Qué pasa, que no confías en que pueda cuidar a Cecil?-bromeó Erin.

– Tú ya tienes bastante cuidando de los chicos.

_Lo normal es que tenga que cuidar de cinco pequeños- dijo ella, mirándolo de un modo que habría hipnotizado a cualquier hombre.

– Erin…

– Cariño, no seas estúpido- le dijo Charlotte, todavía agarrada al brazo de él. Matt tuvo que hacer un gran esfuerzo par ano quitársela de encima. Ven conmigo al hotel.

– ¿Es que no sabes lo mucho que vale este toro?-le dijo, utilizando el único argumento que podía entender ella. El dinero.

– Pero Matt…

Erin decidió mediar entre ellos.

– Matt, ¿qué te parece si llevas a Charlotte a cenar mientras nosotros cuidamos de Cecil?. Luego puedes volver y pasarás aquí la noche. Te prometo que hasta entonces, no nos separaremos de tu toro ni un momento. ¿Verdad, chicos?.

– Sí,-dijo William.

– Si de verdad tiene que irse ahora con ella…-añadió Henry.

– Claro que tiene que irse con ella. ¿no es así, Matt?.

El asintió.

8

Charlotte pareció contentarse con cenar con él.

La feria de ganado era el acontecimiento más importante del año en Lassendale, así que el restaurante del hotel donde iba a hospedarse Charlotte el personal se esforzaba para impresionar a la clientela.

El Maitre les dio una de la mejores mesas y luego les tomó nota.

Matt pidió un aperitivo, que consistía en un suflé hecho con queso de cabra.

De primer plato, comieron gambas con salsa picante y, de segundo, tomaron carne.

Al ver la carne, Matt se acordó de Cecil y de Erin y los ámelos, que se había qudado cuidándolo.

Durante toda la cena, apenas había podido concentrarse en la conversación de Charlotte.

– Si te parece, nos saltaremos el postre- dijo entonces Matt. Estoy algo preocupado por Cecil.

En realidad, lo que le parecía mal era estar allí, disfrutando de una cena excelente, mientras Erin estaba cuidando del toro.

– ¡Por el amor de dios!- exclamó Charlotte, divertida.

Cuando ella le agarró la mano, él se encogió ante el contacto de ella. Lo que empezaba a ser preocupante, ya que aquella era la mujer con la que iba a casarse.

– Cariño, epro si Erin está acostumbrada a tratar con animales. TE recuerdo que ya desde pequeña cuidaba de la granja de su padre.

Charlotte siguió hablando y él, mientras tanto, recordó una fuerte sequía que había habido en la región cuando él era un adolescente. Aquella sequía dejó la zona sin apenas pastos y, aunque eso no había supuesto ningún problema para las ricas granjas de su familia o la de Charlotte, había dejado otras en muy mala situación. Como la de los Douglas.

Jack, el padre de Erin, se había resignado a su mala suerte después de la muerte de su mujer, y había sido Erin quien había tenido que sacar adelante a sus siete hermanos.

Lo que la había obligado a dejar los estudios e ir en busca de pastos donde alimentar a los pocos animales que tenían. Así había conseguido salvar la granja de su padre.

También recordaba bien lo mucho que se había enfadado su madre, cuando su padre le había llevado unas cuantas balas de heno a Erin para que pudiera descansar durante un tiempo.

– Si la sequía dura mucho más, acabaremos necesitando ese heno- le había dicho. No puedes apiadarte de todas las pobretonas del distrito…

Entonces Matt se fijó en el rostro encendido de Charlotte y se dio cuenta de que ella seguramente habría opinado igual que su madre.

– Me voy al pabellón- dijo decidido.

– Matt, no seas tonto. Me apetece tomar un postre y luego hay un baile.

– Pero yo tengo ciertas obligaciones- aseguró él.

Justo en ese momento, entró en el restaurante alguien a quien conocía. Bradley Moore. Por supuesto, Bradley iba a los sitios más lujosos y siempre andaba buscando a alguien con quien poder charlar de sus caballos. Entonces se le ocurrió que podía dejar a Charlotte con él.

– Hola, Bradley- le saludó.

¡Matt!

– Bradley, tengo que volver a cuidar de mi toro.¿Por qué no te ocupas de que Charlotte se divierta?.

– Por supuesto- dijo Bradley, encantado.

– Pues entonces os dejo. ¿Vendrás mañana a ver a Cecil en el desfile, Charlottte?

– Quizá- dijo ella, evidentemente enfadada. Dependerá de lo que a Bradley le apetezca hacer.

– Muy bien- dijo Matt, marchándose.

Cuando volvió al pabellón, vio que los vaqueros habían hecho una barbacoa.

– Toma, Matt McKay- le dijo una mujer, dándole un trozo de pastel.

Como no había tomado postre en el hotel, Matt tomó el plato encantado.

– Mira tu familia. Están allí, bailando.

¿Su familia?, pensó Matt. Lo cierto era que oír aquello le agradó.

Cuando se volvió hacia donde provenía la música, vio que un vaquero estaba tocando el violín y otro el arpa de boca. Luego se fijó en que Erin y los gemelos estaban bailando muy animados. Erin se había puesto el vestido que había comprado con Shanni y los vaqueros la sacaban a bailar sin parar. Estaba preciosa.

Sus increíbles ojos azules le brillaban de felicidad y tenía las mejillas encendidas.

Mientras Matt se terminaba el pastel, la contempló extasiado, y le entraron ganas de salir a bailar él también. Pero tenía que encontrar una mujer par poder participar en el baile, ya que solo se admitían parejas.

Así que agarro a la mujer que le había dado la tarta y la arrastró hasta el baile, antes de que ella pudiera protestar.

– Mira, William, ahí está Matt- le dijo Henry a su hermano.

Erin, que estaba junto a ellos, oyó lo que decía el pequeño.

– ¡Matt- lo llamó!

El se fió entonces en que la pareja de ella era un enorme vaquero a quien no conocía, pero que no le gustó a primera vista.

– ¿Dónde está Charlotte?- le gritó Erin.

– La he dejado con Bradley.

Ella soltó una de sus deliciosas carcajadas y el vaquero que estaba bailando con ella la atrajo hacia sí, perdiendo a Matt de vista.

Y no volvió a hablar con ella hasta cinco minutos después, cuando la gente se dispuso en dos hileras y las parejas se iban cruzando en el centro.

– Debes fiarte mucho de ella- le dijo Erin a Matt cuando les tocó cruzarse.

– ¿Y por qué no iba a fiarme?

– Bueno, con el dinero que tienes en el banco, es cierto que o debes preocuparte.-bromeó ella.

Luego Erin volvió al lado de su pareja y Matt se fió en que el vaquero lo estaba mirando fijamente.

Pero no había motivo para ponerse de mal humor solo porque Erin estuviera bailando con otro hombre, se dijo Matt. Así que decidió pasárselo bien y estuvo bailando con varias mujeres hasta que pudo bailar de nuevo con Erin.

Para entonces, los gemelos ya se habían cansado del baile y se habían ido a jugar con otros niños.

De pronto, los músicos empezaron a tocar canciones lentas y Matt se dijo que lo más prudente sería parar, pero Erin parecía muy a gusto. Así que siguieron bailando muy apretados hasta que la música cesó. Entonces, ambos se quedaron mirándose fijamente, todavía agarrados.

Justo en ese momento, regresaron los gemelos.

– Ya es hora de irse a la cama- dijo William.

Seguramente, aquella había sido la primera vez en toda su vida que el niño pedía que lo acostaran voluntariamente. Era evidente que les hacía mucha ilusión dormir en sacos sobre la paja de los corrales.

Finalmente, los dos adultos se soltaron.

– Pues vamos- dijo Matt.

– ¿Cabremos todos con Cecil?- preguntó William.

– Claro, solo tendremos que convencer a Cecil para que nos haga sitio- comentó Erin.

Matt se fijó en que el animal estaba echado justo en mitad del corral.