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·A ti… como mi esposa.

– Claro. Ningún negocio puede prosperar sin un contrato vinculante.

·Es un placer encontrar una mujer que entienda de negocios.

·¿Te das cuenta de que seguiré compitiendo contigo?

– No me esperaría otra cosa.

·Batalla sin restricciones.

·Así es. Y seamos francos, eso no se aplicará sólo a los negocios. El nuestro no va a ser un matrimonio tranquilo.

– Eso espero.

Durante un buen rato no se movieron ni hablaron, simplemente se abrazaron.

Sin saber por qué, Helena de pronto pensó en Antonio, aunque tal vez no era algo tan extraño ya que él le había prometido protegerla y lo había hecho muy bien al unirla a Salvatore.

Le pareció oírlo reír y decirle:

– Te engañé cara

Y cuando miró hacía el agua,el sol estaba saliendo,anunciando el glorioso y nuevo día.

Lucy Gordon

***