Выбрать главу

"Enamorarme es decirte cuánto simpatizo contigo por sostener tan graciosamente el espejo en el que me contemplo para darme cuenta de mi amor por mí.”

"Pero ocurre que, a medida que el tiempo transcurre y la relación va pasando por diferentes vicisitudes, el supuesto espejo va dejando de ser un espejo y parece optar por un natural deseo de recuperar su propia identidad. Al comienzo era tal el deseo de sentirse amado y admirado, que a él casi no le importaba demasiado que lo tomaran por otro. Puesto que de eso se trata. Tenemos tal necesidad de amor que durante algún tiempo lo disfrutamos, también tramposamente.”

Y es verdad que es una trampa, como Abadi dice, porque en realidad esa pasión enamorada no es para ti sino para ese aspecto proyectado del otro.

Quizás deberías rechazar el halago de la carta donde te confiesan su amor incondicional y ciego y saber leer en el sobre el nombre del destinatario que no es el tuyo. Pero, ¿quién podría?

De todas maneras, hagamos lo que hagamos, en unos instantes o en pocas semanas (de cinco minutos a tres meses, como tú dices), el otro nos irá mostrando su realidad que no podrá ocultar, y empezará a ver nuestro verdadero yo que no podremos esconder para siempre, por halagador que nos resulte su enamoramiento y por hermoso que sea sentirnos enamorados.

Es como despertar de un sueño. Aparecerá poco a poco una persona asombrosamente diferente de aquella con la que creíamos habernos unido. Es gracioso escuchar a los que abandonan su estado pasional y creen que el otro ha cambiado, que ya no es el mismo, cuando en realidad sólo han cambiado los ojos con los que miran.

Uno descubre las diferencias y éstas desembocan en confrontación.

Cuando él se te parecía tanto, era muy difícil discutir, pero también era complicado reconocer su verdadera existencia.

Tan sólo ahora, uno puede descubrirse acompañado. Hay que buscar las diferencias e intentar unirse a través de ellas. No como antes, que nos unían sólo las semejanzas.

Adoro esa frase que te escuché una vez en un reportaje:

Enamorarse es amar las coincidencias,

y amar, enamorarse de las diferencias.

El enamoramiento no es un sentimiento compartido porque no existe aún el sujeto con quien compartir.

El enamoramiento es una locura gratuita y casi inevitable, técnicamente un cuadro de confusión delirante con exaltación maníaca.

El amor, en cambio, es un producto cuerdo y costoso.

Es más duradero y menos turbulento, pero hay que trabajar duro para sostenerlo.

Releo esta carta y siento que ya no estoy muy segura de estar de acuerdo con lo que yo misma escribí, pero está dicho. Hazme saber tu opinión.

¿Tú en qué andas, Fred? ¿Disfrutando del calor de España?

Te mando un beso.

Laura

Cuando Roberto terminó de leer estaba sonriendo. Se sentía satisfecho con su actitud de obedecer a su intuición y abrir el mail. Eso era justamente lo que le estaba pasando: la relación con Cristina ya no era la misma, ya no estaban enamorados. Pero a él le gustaba estar enamorado.

Poco a poco la sonrisa fue dando lugar a una mueca de profunda concentración. No sabía si quería ese cambio de intensidad por profundidad del que hablaba Laura, pues lo que él más disfrutaba era nada menos que esa intensidad, esa pasión, ese desborde. Pero lo cierto era que eso se había acabado, habían comenzado a verse como realmente eran y no había nada que pudieran hacer para evitarlo.

¿Y ahora?

Ahora todo terminaba…

De repente dudó. Todo termina o empieza la construcción de un camino juntos, sugería Laura.

Se preguntó cuál de las dos posibilidades sería aplicable a su historia con Cristina: ¿el final o el comienzo de algo menos intenso pero más profundo?

Y después se corrigió…

¿Cuál de las dos posibilidades quiero yo?

CAPÍTULO 4

Por supuesto, Cristina llamó el lunes como si nada hubiera pasado.

– ¿Qué tal el asado? -preguntó él mecánicamente.

– Bien -contestó ella, sorprendida por su frialdad- ¿Qué te pasa?

– Estoy malhumorado -dijo Roberto con sinceridad.

– ¿Tengo algo que ver? -preguntó ella en un intento, que pronto confirmaría vano, de quedarse afuera.

– Por supuesto que tienes que ver… -Roberto hizo una pausa y luego continuó, mientras se preguntaba para qué estaba diciendo todo eso- ¡Últimamente con TODO lo malo que me pasa tienes que ver?

– Pero si habíamos estado tan bien ayer…

– Tan bien… ¡que te fuiste a ese puto asado?

– Pero Roberto, tú lo sabías.

– ¿Y eso qué? Si yo sé que me vas a clavar un cuchillo ¿entonces la herida no me duele?

– ¿No estás exagerando un poco con la comparación?

– No.

– Voy para allá.

– No. No quiero.

– Voy igual -dijo ella colgando antes de escuchar la respuesta.

– No voy a estar -amenazó él al vacío.

Roberto se quedó un rato con el teléfono en la mano; pensaba si debía irse antes de que Cristina llegara.

Debió estar muy indeciso porque cuando sonó el timbre todavía no había colgado el auricular.

Abrió la puerta sin mirar quién era y se fue a la cocina a calentarse un café, cosa que hizo ignorando olímpicamente a Cristina. Ella lo esperó de pie en la sala.

– ¿Podrías saludarme, no? -le recriminó.

Roberto la miró con furia y ensayó su más falsa sonrisa, una ampulosa reverencia completó a burla.

Cristina se sentó en el sillón doble:

– No puedo entender lo que te pasó -comenzó diciendo.

Pero él no contestó. Se acercó a la ventana y miró displicente hacia la calle.

– No puedes montar todo este escándalo porque me fui a un asado, ¿no te parece? -continuó genuinamente sorprendida.

– Puedo hacer el escándalo que quiera.

– ¿Me puedes decir qué es lo que tanto te molesta?

– Mira, si lo tengo que explicar, entonces no vale la pena.

– ¿Qué pasó con lo que me enseñaste de "vale la pena”?

– ¡Lo he olvidado!

– ¡Estás imposible!

– ¡Tú eres imposible!

Cristina tomó aire y decidió intentarlo por última vez.

– ¿Podemos hablar?…

Roberto aflojó el gesto y se sentó en el sillón.

– ¿Qué es lo que te pasa? -insistió ella.

– Pasa que no entiendo, estaba todo maravilloso, teníamos el mejor encuentro de nuestra vida y tú te tuviste que ir a ese puto asado. No entiendo… ¿tan importante era esa comida como para rifar todo lo conquistado?

– Pero Rober… el asado no me importaba para nada. Si tú me lo hubieras pedido yo me habría quedado…

– ¿Si yo te lo hubiese pedido?

– Sí, ¿por qué no?

– ¿Tengo yo que pedirte ser más importante en tu vida que un estúpido almuerzo?

– ¿Tengo yo que adivinar qué es lo que tú necesitas para darte cuenta de que eres importante para mí?

– No sé, no sé, todo está podrido…

– No seas así, Roberto, no arruines todo por una boludez.

– Tú lo has arruinado, Cristina, no yo. Esta vez fuiste vos, vos lo arruinaste esta vez.

– Lo lamento, la verdad es que lo lamento mucho…

– Yo también… yo también.

Pausadamente, ella se levantó, tomó su abrigo y la cartera del sofá y caminó hacia la puerta; allí se quedó unos segundos de espaldas, como esperando la llamada de Roberto. Una llamada que nunca llegó. Salió del departamento con los ojos húmedos y dejando tras de sí la puerta apenas entornada.

Estaba furioso pero no sabía muy bien por qué. Pensaba que podía haber contemporizado, que podía haberle arrancado una disculpa más o menos sincera, podía haber salvado la pareja, podía… Y había decidido no hacerlo.

¡Ella no se lo merecía!

¡Ella! pero… ¿y él? ¿se merecía él salvar su pareja?

Cada vez estaba más enojado, apretaba los puños y los dientes con fuerza, hasta hacerse daño. ¿A quién estaba castigando?

Recordó, de pronto, el cuento de la tristeza y la furia [1]. La tristeza, que se disfraza de furia cuando no quiere quedar al desnudo. Para eso estaba allí su enojo: tapaba la tristeza, escondía el dolor, disimulaba su impotencia.

Sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, y luego, cómo desde allí alguna que otra rodaba por sus mejillas muy despacio.

Si no hubiera estado tan desbordado por la mezcla de emociones, habría podido recibir el mensaje que Laura le enviaba (sin saber que respondía a todo lo que le pasaba) y que lo esperaba ya en su ordenador:

Resumiendo, Fredy:

La primera afirmación de la propuesta es que los problemas de pareja son problemas personales que se expresan en la relación.

Y estos problemas sólo emergen en el vínculo amoroso, dado que estando con otro salen a la luz aspectos de uno que estaban en la sombra. Como terapeutas, la idea es tener esta mirada frente a los conflictos, y entonces, cuando una pareja viene a la consulta, volcarnos a ver cuál es el conflicto personal de cada uno de ellos que está interfiriendo en la relación. Ayudamos a que cada uno trabaje su problemática personal y mostramos cómo la neurosis de uno se engancha con la del otro.

вернуться

[1] Nota de la ed.: Este cuento puede leerse en Cuentos para pensar, de Jorge Bucay.