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La madre de Ana se giró, su cara reflejaba más odio del que John había visto nunca en una sola persona.

"Es obra suya,"siseó, y le escupió en la cara.

"No. No fui yo. Yo no hice… "

"Juró que la protegería." La mujer parecía tratar de contenerse para no atacarlo. "Bien podría haber sido usted también. "

John parpadeó. "No".

Podría haber sido usted también.

Podría haber sido usted también.

También podría…

John se incorporó en la cama, con el cuerpo empapado de sudor. ¿Había pasado realmente esto hacía cinco años? Se recostó, tratando de olvidar que Ana se había suicidado tres días más tarde.

Capítulo Tres

Cuando Belle llegó a la salita del desayuno a la mañana siguiente, descubrió que ni Emma ni Alex se habían levantado aún. Eso era sorprendente porque Emma era una persona madrugadora. Belle conjeturó que Alex la mantenía en la cama por su propio interés y se preguntó si una mujer podía quedarse embarazada cuando ya lo estaba.

"Para alguien que por lo general es considerado brillante," refunfuñó para si misma, "sabes patéticamente poco sobre las cosas importantes. "

"¿Dijo usted algo, milady? " preguntó de inmediato un lacayo.

"No, no, hablaba conmigo misma," contestó ella, poniendo los ojos en blanco ante su propio comportamiento. Si seguía así, la mitad de Westonbirt pensaría que estaba chiflada.

Se sirvió el desayuno, y echó un vistazo al periódico del día anterior que estaba junto al lugar de desayuno de Alex. Los recién casados aún no habían llegado cuando terminó su tortilla. Belle suspiró, tratando de decidir como mantenerse ocupada.

Podía asaltar la biblioteca de Alex, supuso, pero por una vez no tenía ganas de leer. El sol brillaba alegremente, un inesperado regalo durante este otoño excepcionalmente lluvioso, y de repente lamentaba estar sola, que Alex y Emma hubieran decidido dormir aquella mañana suponía que no tenía con quien compartir el buen tiempo. Pero no había nadie. Excepto… Belle sacudió la cabeza. Simplemente no podía presentarse en casa de Lord Blackwood y decir hola.

Aunque, ¿por qué no podía hacerlo?

Bueno, en primer lugar, a él no le caía bien.

Lo cual, se rebatió a si misma, era precisamente la razón por la que debería ir a hacerle una visita. No iba a ser capaz de rectificar la situación si no volvían a verse nunca el uno al otro.

Belle arqueó las cejas mientras consideraba la idea. Si se llevaba a una criada como acompañante, no traspasaría los límites del decoro. Bien, de hecho sí, pero nadie lo sabría, y Lord Blackwood no le había parecido muy ducho en protocolo. Tomada su decisión, se dirigió a la cocina para ver si la señora Goode podía suministrarle algunos bollos. Serian un desayuno encantador. Quizás Lord Blackwood no había desayunado aún.

No pasaría nada. Después de todo, esto no era Londres. No tendría a cuarenta chismosas meneando sus lenguas esa noche sobre su comportamiento escandaloso. Y no iba a hacer algo tan terrible. Solamente quería saludar a su nuevo vecino apropiadamente. En realidad, solo quería ver qué aspecto tenía su casa, se dijo. ¿Cómo se llamaba? Alex lo había mencionado la noche anterior. ¿Bletchwood Place? [2] ¿Blumley Manor? [3] ¿Blasphemous Burg? [4] Belle se rió para si. Era un nombre horroroso, es lo único que recordaba.

Llegó a la cocina, donde la señora Goode accedió encantada a prepararle una cesta. Belle pronto estuvo en marcha, cargada con mermelada recién hecha y bollos caseros.

Caminó resueltamente hasta los establos donde montó a Ámbar, su yegua. No estaba del todo segura de dónde se encontraba la casa de John, pero sabía que era hacia el este. Si seguía los caminos y se viajaba en dirección al sol, acabaría tropezando con ella finalmente.

Se puso en marcha con un suave trote mientras recorría el largo paseo que conducía de Westonbirt hasta la carretera. La criada de lady Emma sabía montar a caballo, y cabalgaba a su lado. Giraron hacia el este al llegar a la carretera, y aproximadamente, un cuarto de hora después, se encontraron con el inicio de un sendero que parecía como si condujera a una casa. Unos momentos después Belle se encontró en un claro despejado, frente a una sólida y elegante mansión de piedra.

Era pequeña para los estándares de la aristocracia, pero tenía estilo y obviamente era de sólida construcción. Esto la satisfizo. Belle sonrió e impulsó a su yegua a avanzar. No vio ningún establo, así que se ocupó de su caballo ella misma, atándolo a un árbol. La criada de Emma hizo lo mismo. "Lo siento, Ámbar," murmuró Belle y luego suspiró y se dirigió hacia los escalones delanteros.

Tomo en la mano la gigantesca aldaba de cobre y la dejó caer con un ruidoso golpe. Momentos después, un anciano de cabellera plateada abrió la puerta. Belle supuso que era el mayordomo. "Buenos días," dijo, en tono cultivado. "¿Es esta la residencia de Lord Blackwood?"

El mayordomo alzó una ceja. "Lo es."

Belle le ofreció su sonrisa más deslumbrante. "Excelente. Por favor, infórmele de que Lady Arabella Blydon ha venido a visitarlo."

Buxton no dudó ni por un momento de que ella era una dama, con su elegante ropa y su acento aristocrático. Con un regio asentimiento, la acompañó a un ventilado cuarto decorado en tonos crema y azul.

Belle permaneció silenciosa mientras veía al mayordomo desaparecer escaleras arriba. Entonces se giró hacia a la criada de Emma y le dijo, "Quizás deberías ir, ah, a las cocinas y ver si hay algún, ah, otros criados allí. "

Los ojos de la criada se abrieron ligeramente al ser despedida, pero asintió con la cabeza y abandonó la habitación.

John estaba todavía en la cama cuando el mayordomo llegó a su puerta, habiendo decidido regalarse un muy necesario descanso. Buxton entró silenciosamente, y después acercó su boca mucho, mucho al oído de su señor. "Tiene un invitado, milord," dijo en voz alta.

John sacudió al mayordomo con una almohada y de mala gana despertó. "¿Un qué?" preguntó, medio dormido aún.

"Un invitado."

"¡Dios mío! ¿Qué hora es? "

"Las nueve, milord. "

John salió tambaleándose de la cama y agarró una bata para cubrir su cuerpo desnudo. "¿Quién demonios viene a hacerme una visita a las nueve de la mañana?"

"Lady Arabella Blydon, milord. "

John giró en redondo de la sorpresa. "¿Quién?"

"Creo que dije lady… "

"Ya oí lo que dijo," estalló John, su mal genio avivado por su muy poco ceremonioso despertar. "¿Y qué demonios hace ella aquí?”

"No puedo contestar a eso, milord, pero preguntó por usted. "

John suspiró, pensando en cuando comprendería Buxton que no todas sus preguntas requerían una respuesta. Suspiró de nuevo. Ni por un momento dudó que el astuto y anciano mayordomo sabía perfectamente que la pregunta de John había sido retórica. "Supongo que debo vestirme," dijo finalmente.

"Esa parece una suposición acertada, milord. Me tomé la libertad de informar a Wheatley de que usted necesitaría de sus servicios. "

John giró y se dirigió a su vestidor. Como Buxton, el ayuda de cámara venía con la casa también, y John tenía que confesar que no era difícil acostumbrarse al lujo. En poco tiempo, lucía un ajustado pantalón color canela, una almidonada camisa blanca, y una chaqueta azul marino. Deliberadamente ignoró el pañuelo. Si a lady Arabella le resultaba imprescindible que llevara pañuelo, no debería haber venido de visita a las nueve de la mañana.

Se salpicó un poco de agua sobre la cara y después se pasó las manos mojadas por su rebelde pelo, tratando de disimular el aspecto de recién levantado.

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[2] Paraje del arbolado sombrío. (N.T.)

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[3] Feudo maldito. (N. T.)

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[4] Villa blasfema. (N. T.)