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– Así pues, ¿no estaba allí cuando usted llegó?

– Diría que no.

– Aun así no entró en el bar ni en la sala lateral. ¿Por qué?

– Intentaba que se confiara. No quería asustarlo y que se fuera. Según el plan, él tenía que abordarme.

– En cualquier caso no vio a nadie conocido.

– Hasta más tarde no. En el comedor no había nadie conocido.

Luego Howard Angell salió del bar.

– ¿Cuándo fue eso?

– Yo ya estaba comiendo, digamos que diez o quince minutos después. Iba con otra persona a la que yo no conocía.

– ¿Quién es Howard Angell?

– Era director de seguridad en Ford Aerospace. Quizá todavía lo es. Trabajamos juntos cuando establecimos los límites para el Sidewinder en la playa de Newport.

– ¿Y él le vio a usted?

– No. Me hubiera saludado. Pero estaba allí. Pregúnteselo.

– ¿Podría haber sido Angell quien le llamó?

– En absoluto.

– Eso suena muy definitivo.

– La voz no era la suya. Sencillamente, la voz por teléfono no podía ser la suya, por mucho que se hubiera alterado. Además, no veo qué relación podría tener él con todo esto. No tendría el menor sentido.

– Muy bien. Pero cuando usted miraba a su alrededor, ¿no le pareció ver a nadie? Intente recordarlo. ¿Qué nombres acudieron a su mente?, ¿qué asociaciones?

Pero no acudieron. Miró a un centenar de rostros y no descubrió miedos, ni amenazas, ni secretos ocultos, ni cualquier otra cosa que se remontara quizás a muchos años atrás. Llegó su café. Lo bebió. Pidió más. Seguía sin ocurrir nada. Se levantó para ir al lavabo, dando así ocasión al hombre para que le dejara una nota sobre la mesa. En otro momento compró cigarrillos. No cabía la más mínima duda: Tannis le había dado todo tipo de facilidades.

– Así que, hacia las once…

– Y cuarto. Miré el reloj. Sabía que lo preguntarían…

– En cualquier caso, usted se figuró que no iba a aparecer.

– O que no sería en aquel lugar. Yo hice exactamente lo que me pidió.

– No tan exactamente. Llegó tarde.

– ¡Qué demonios! Si quería verme, allí estaba. Eso no podía tener importancia. Pero imaginé que alguna otra cosa lo habría asustado. O tal vez se trataba únicamente de una prueba. En cualquier caso, no tenía sentido seguir allí, y no lo hice. Aquello había terminado.

Pero en realidad Tannis no creía que hubiera terminado.

Y sabía que eso, implícitamente, era una admisión de que el hombre, el que le había llamado, representaba algo serio, puesto que un aficionado quizá se hubiera dado a conocer en el interior del Hideaway, pero un profesional no. Un profesional habría comprendido exactamente los problemas que el Hideaway presentaba para él; hubiera percibido la vigilancia invisible, las preguntas inevitables. De modo que si su comunicante aparecía ahora significaba que… pero no podía significar nada… no tenía ni idea de lo que…

Tras él, el bajo y oscuro edificio se extendía bajo la noche, mezclándose con ella, y más allá del aparcamiento, las luces y el tráfico de la carretera zumbaban distantes. A sus espaldas, una ráfaga de sonido y conversación irrumpió en el vacío; debía de haberse abierto una puerta. Pero luego se cerró, y el silencio se plegó en torno a él de nuevo. Esperó unos instantes. Encendió un cigarrillo. Podía permitírselo, lo sabía. No había testigos allí, no contradecía el relato que eligiera ofrecer. Estaba fuera de la vista. La frase «ventana de oportunidad» [14] se formó en su mente y una leve sonrisa asomó a sus labios. Era del tipo de frases modernas que no le gustaban, como «quintaesencia», «allanar el terreno», «ventana de oportunidad». Prefería «hora cero», «dados cargados» o «dar el primer paso». No obstante, en ese momento la expresión cuadraba perfectamente con la situación, aunque al revés, lo cual le complacía, puesto que su ventana de oportunidad era su invisibilidad, una zona de oscuridad. De ese modo se hallaban en términos de igualdad, quien le había llamado y él, por primera vez. Y de repente pensó: «Eres igual que yo», y, rápidamente, ganando confianza con cada paso que daba sobre lo que iba a encontrar, atravesó el aparcamiento hasta llegar a su camioneta.

Por supuesto, había un sobre bajo el limpiaparabrisas. Lo abrió cuidadosamente. Desdobló una única hoja de papel con un mensaje escrito con letras recortadas del Times de Los Ángeles: MEDIANOCHE CARRETERA AEROPUERTO TRONA.

Miró a su alrededor instintivamente, pero por supuesto el hombre hacía tiempo que se había ido. El aparcamiento estaba vacío, sólo había coches y el viento, y el desierto detrás, y las farolas a lo largo de la carretera que tenía delante. La oscuridad y la luz, el silencio y el ruido, formando franjas en la noche. Tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó. Bien, bien. Aquello se ponía interesante, pensó. Comprobó la hora en su reloj. 11.20. No tenía tiempo para idear un plan, ni para cualquier otra cosa que no fuera lo que su comunicante anónimo pedía. Qué bien le conocía aquel hombre. Había adivinado con suma precisión su capacidad de paciencia, cuánto tiempo se quedaría esperando en el interior del Hideaway. ¿Era eso una pista? Quizá todo aquello era una especie de búsqueda del tesoro, con las claves dispuestas frente a éclass="underline" Harper, el Hideaway, ahora la carretera del aeropuerto Trona. Pero no tenía por qué seguirlas. Había jugado según las reglas. Ahora podía irse a casa. Aunque más tarde se descubriera que le habían dejado un mensaje, podía decir simplemente que no lo había recibido. Un chico lo había llevado, voló, era una noche ventosa. O qué más daba… la discreción es la mejor parte del valor. ¿Por qué tendría que ir a la maldita carretera de Trona? El problema era que sabía que quien le había llamado volvería. Nadie se metía en aquel tipo de líos para dejarlo correr sin más. Por otro lado, cuando llamara otra vez él estaría preparado… Pero aquello estaba ocurriendo en ese momento, aquella noche. Había algo en el aire. El viento, o una premonición, le erizó el vello de la nuca y olía, sí, olió a sangre y vio la mirada en los ojos de aquel alemán. Aquella noche era la noche de alguien, lo sabía. De modo que se subió a la camioneta y maniobró en semicírculo, incorporándose a la corriente de tráfico de China Lake Boulevard. Era un tráfico intenso: coches, camionetas, mocosos en viejos cacharros y animadas furgonetas celebrando un viernes por la noche en una ciudad pequeña. Las luces de McDonald's y Carl Jr. parpadearon al pasar. En algún lugar tocaba Johnny Cash. Llegó a la esquina de Ridgecrest Boulevard (la misma intersección en la que había estado antes la tienda de Bentham), luego giró hacia el este y aceleró. A su derecha había una zona de neón, moteles y cines y restaurantes para automovilistas; a su izquierda, la oscuridad, con unas cuantas luces despidiendo destellos a lo lejos; era el perímetro sur de la base. Pero estaba demasiado oscuro para ver nada. Los faros de su coche alejaron las sombras de la verja y recogieron la imagen del conducto del agua, pero en un segundo se desvaneció y quedó sólo el desierto vacío y la noche, negra y reluciente. Después de un par de minutos no hubo ni una sola luz en su espejo retrovisor y estuvo seguro de que nadie lo seguía. La carretera parecía devanarse como un ovillo. Discurría hacia el este durante unos veinticinco kilómetros, luego le hizo girar hacia el norte, a través de Poison Canyon, haciéndole subir y atravesar una estribación de la Cordillera Argus, un pequeño paso que se abría a una larga vista en picado a través del Valle de Searles, el nombre de la prolongación sur del Valle del Panamint. En más de una ocasión, aquella vista le había hecho pensar en Dante: como humo negro que desprendiera un espantoso fuego, se extendía la noche a lo lejos durante ochenta kilómetros, y a cada lado se alzaban picos devastados, quemados, mellados, negros. La carretera zigzagueó rodeando un saliente rocoso y Tannis miró hacia abajo. Unas cuantas estrellas centelleantes revelaban el terreno del valle, ilimitado, de una vaga fosforescencia, como la lengua de un moribundo, una excrecencia de carbonato sódico y sedimento salino, bórax, litio y bromo. Eran las sales del antiguo lecho del lago que se extraían en Trona. Descendió hacia sus luces furtivas; los ojos relucientes de un perro junto a la carretera, resquicios ansiosos tras las cortinas en las casas remolque metálicas, rojas luces de advertencia para señalar las torres de borrosa silueta de las fábricas de la Compañía Americana del Potasio. Luego también éstas desaparecieron y, una vez solo, aunque no se había encontrado con ningún coche, apagó los faros. Tragado así, invisible, avanzó a la deriva durante kilómetro y medio. Pero sabía exactamente donde estaba y al llegar a cierto punto empezó a reducir la marcha. Sesenta metros antes de llegar a la curva, aunque no podía verla en realidad, paró el motor y cambió a punto muerto. Flotó a través de la negra y silenciosa noche; los neumáticos rechinaban suavemente, el viento ululaba al pasar. Bajó el cristal de la ventanilla. El aire frío le enrojeció la piel. Notó que la camioneta reducía la velocidad con lentitud; por fin, instintivamente, giró el volante y la camioneta osciló fácilmente al tomar la curva. Se deslizó cuesta abajo por una suave pendiente. Vagas formas desfilaron ante sus ojos; una grúa inclinada con una polea oscilante, oscuros pozos cavados en la arena y, de repente, junto a él, un enorme ojo circular, pestañeando crudamente, como una especie de tótem… en realidad era el radar del aeropuerto, con el resonante latir de un zumbido procedente del generador que le suministraba potencia. El radar, recordó, era la excusa para la carretera. Y cuando el radar desaparecía detrás de el llegó al final de la carretera, que terminaba en un trozo circular de asfalto para cambiar de sentido. Apretó el freno suavemente. La camioneta había perdido casi todo su impulso y se detuvo de inmediato.

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[14] Término procedente de la astronáutica. En su sentido general significa período crítico de tiempo en el que algo puede llevarse a cabo. Originalmente se refería al tiempo y límites direccionales exactos que rigen el lanzamiento de un cohete para lograr una cierta órbita o destino, que se representaban mediante una ventana a través de la cual debía dispararse el cohete. (N. de la T.)