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– Xypher está en el grupo de los “asústalos hasta que se les erice el pelo”, -explicó Simone.

Tate los llevó hacia la víctima, que estaba dentro de una lona negra.

– Me doy cuenta. Y voy a anotar lo conveniente que es permanecer de su lado. Lo último que necesito son más pesadillas en mis sueños.

Simone no podría estar más de acuerdo.

– Creo que Xypher vive por las pesadillas.

Tate sonrió.

– En ese caso, se va a sentir como en casa.

– ¿Por qué?

Tate señaló el cuerpo en el suelo a sus pies.

– Igual que Gloria. Mismas heridas. Mismo MO [4]. No hay sangre. Fue drenada y arrojada. La única diferencia es que ésta luchó contra él.

– Ella debe…

– Él, -la corrigió Tate.

Simone frunció el ceño. Eso cambiaba su idea sobre asesino en serie.

– ¿Él?

Tate abrió la lona para mostrarle un varón de raza caucásica aproximadamente de veinticinco años que estaba acostado boca arriba, mirando inexpresivamente a nada en absoluto. Su rostro estaba contorsionado, congelado por el horror que le había quitado la vida.

Simone hizo una mueca mientras una ola de comprensivo dolor la recorrió. Ésta era la parte que más odiaba de su trabajo. La sensación de ver a alguien tal y como el asesino los había dejado. La enfermiza muerte hacía que su estómago se apretara. Pero lo peor era que ella sabía de primera mano cómo iba a reaccionar la familia ante esta tragedia.

– Tenemos que encontrar a este imbécil y detenerlo, -dijo con los dientes apretados.

– Sí, -estuvo de acuerdo Tate.

Xypher colocó sus bolsas en el suelo antes de acercarse al cuerpo para examinarlo.

– Cuidado, -advirtió Tate. -No toques el cuerpo. No queremos destruir cualquier tipo de evidencia. Tenemos que encontrar al pervertido y llevarlo ante la justicia inmediatamente.

Xypher se inclinó para estudiar cuidadosamente la herida del cuello.

– Eso va a ser difícil.

– ¿Cómo así?

– Lo mató un demonio.

– ¿Qué? -dijeron Tate y ella simultáneamente.

Xypher se sentó sobre su trasero para mirarlos.

– Esto no lo hizo un humano.

Eso no tenía ningún sentido para ella.

– Los Daimons no…

– No Daimons. Demonios-. Xypher señaló las marcas en el cuello que eran idénticas a las de Gloria. – Éste es el ataque de un Dimme sumerio.

– ¿ Dimme? -Repitió Tate. – ¿Qué demonios es un Dimme?

Xypher se levantó.

– Así es como terminé aquí. Ayudé a luchar contra ellos en Las Vegas. Durante la batalla, uno de los Dimmes escapó y que yo sepa nadie pudo encontrarlo. Creo que ustedes lo acaban de hacer.

Tate parecía tan enfermo como Simone se sentía.

– ¿Cómo diablos llegó aquí?

Xypher se encogió de hombros.

– Tiene que haber algo que lo atrajo hasta aquí. Un artefacto, una persona. Algo. De lo contrario se habría quedado cerca del lugar donde sus hermanas aún están atrapadas.

– ¿Estás seguro de eso? -Preguntó Tate.

– No, humano. No sé nada sobre esta mierda. Sólo estoy recitando cosas al azar para confundirte.

Simone suspiró.

– Te debería haber advertido sobre su sarcasmo. Hace que estar a su alrededor sea una total alegría.

Tate hizo caso omiso de su declaración mientras echaba un vistazo alrededor de la oscura calle.

– ¿Puedes encontrar a su fantasma Sim?

– Todavía no ha aparecido.

Xypher cruzó los brazos sobre su pecho.

– No va a convertirse en un fantasma.

Simone se inclinó por sus inexpresivas palabras.

– ¿Qué quieres decir?

– Lo mató un Dimme. Usualmente chupan todo de un humano. Lo aseguran, lo almacenan, y lo encierran. Ah, por si acaso, tienes que destruir el cuerpo porque sus asesinatos se reaniman unas cuántas horas después su muerte.

Simone intercambió una mirada enferma con Tate.

– Gloria-, susurró Tate. -Es por eso que su cuerpo se levantó.

Simone frunció el ceño mientras pensaba acerca eso.

– Entonces, ¿Por qué vimos el fantasma de Gloria?

Xypher se encogió de hombros.

– El Dimme no debe haber terminado de comer su alma. Algunas veces el alma queda atrapada eventualmente, se marchita y muere.

Tate maldijo.

– Entonces, ¿cómo encontramos y matamos a esta cosa?

La expresión de Xypher era de pura maldad.

– No lo haces. Él te encuentra y te mata.

CAPÍTULO 5

Tate tembló antes de conducirlos a un par de pasos de distancia del cuerpo, donde dos detectives estaban hablando. La última cosa que necesitaban era que uno de ellos oyera por casualidad esta discusión en concreto.

Le hizo una mueca cortante a Xypher.

– Me estoy poniendo todo cálido y mimoso por dentro ante la perspectiva de que estas cosas demonio vaguen por la calle, alimentándose de nosotros. En cualquier caso, ¿de cuántos estamos hablando exactamente?

Xypher estaba completamente indiferente respecto al terror al que se enfrentaban.

– En la actualidad hay siete. Sólo uno se ha escapado al reino humano.

Tate trabó la mirada con Simone.

– Adoro el modo en que dice “reino humano”.

Sí, ella también lo hacía.

– No sé. Yo todavía estoy atascada en la parte de “nos reducen y nos matan”. Y “la muerte camina”. No creo que eso me guste.

Tate resopló.

– Ni a Nialls ni a ti. Estoy seguro de que todavía lo está pasando en grande por todo este asunto. Pobre tipo. Nadie va a creer jamás que no esté loco… -Por la expresión en su cara era obvio que gozaba de un momento le podría pasar a cualquiera.

Sacudiendo la cabeza como si se despejara, Tate volvió su atención hacia atrás, a Xypher.

– ¿Qué quiere el Dimme? ¿Por qué está matando gente?

Xypher se encogió de hombros.

– Los demonios que están interesados en matar por lo general no quieren nada. Sencillamente son así. Te cruzas en el camino del demonio, mueres. Si tiene que alimentarse y estás en el menú, te come. Simple y llanamente. No son fanáticos de los juegos o de segundas intenciones.

Maldiciendo, Tate los trasladó aún más lejos del cuerpo cuando un fotógrafo acudió para tomar fotos.

– Las cosas no matan sólo por matar. Esto no tiene ningún sentido.

– Claro que lo hacen -dijo Xypher en tono seco-. Los demonios fueron creados para ser armas o instrumentos de varias entidades. Tienes al Caronte que sirvió a los atlantes… En realidad, eran una de las pocas razas de demonio que no siempre eran serviciales. Hasta que fueron derrotados y esclavizados, eran los amos de la tierra. Después están los gallu, que fueron creados para luchar contra los Caronte; y las Dimme, que fueron hechas a fin de que si el panteón sumerio era destruido y sus gallu con él, esencialmente se comieran el mundo y vengaran a sus amos muertos. Es lo que hace a la solitaria Dimme tan peligrosa. Todo lo que sabe es cómo matar. -Xypher echó una significativa mirada hacia el muerto del suelo.

Tate no pareció digerir bien las noticias.

– ¿Existen otros demonios en el mundo?

Xypher asintió con la cabeza.

– Cada cultura tiene su propio conjunto de demonios. Pero los que mencioné son con los que te enfrentarás en este asunto. -Xypher inclinó la cabeza hacia el cuerpo-. Es posible que un gallu lo atacara. Pero generalmente, los gallu son un poco más circunspectos. Saben cómo deshacerse de un cuerpo después de matar, o lo conservan para usarlo como zombi con algún propósito, tal como hacer salir a un adversario, o lo infiltran para conseguir más víctimas. Aprendieron hace tiempo que un zombi por lo general vuelve con la familia. Si lo siguen en su regreso, disponen de más alimento.

Tate gimió como si aquel conocimiento le causara dolor.

– ¿Estás seguro?

– A menos que sean renegados. O neófitos. Lo cual es lo que sería la Dimme. Estaría perdida en el mundo moderno y trataría de encontrar su propia tierra. Las Dimme y los gallu tienen una mentalidad de colmena. No les gusta funcionar independientemente. Tanto si es un gallu como una Dimme, deambula por las calles, buscando a otros de su clase y alimento… que sería de naturaleza humana.

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[4] Modus Operandi.