Simone estaba perpleja por su súbito cambio de carácter hacia Gloria.
– Me burlo de tu música también, Jesse.
– Sí, pero también bailas conmigo. -Adoptó una pose de Michael Jackson-. Just beat it, beat it, beat it [10]-. Sin pensarlo, la golpeó.
– ¡Jesse! -dijo juguetonamente- estoy intentando hacer la comida.
– Está bien, pero después, ven a despertarme antes de irte y “walk like an Egyptian [11]”.
Simone gimió y sonrió al mismo tiempo.
Jesse le sopló un beso.
– Ahora, me voy a ver a mi mujer. -Se marchó lentamente a la parte trasera de la casa.
Simone se rió de él, especialmente desde que Gloria se había convertido ahora en su mujer.
– Jesse, -dijo alegremente-. ¡No eres lo bastante mayor para una cita, chico!
– Soy mayor que tú. Y al menos no voy a citarme con un asaltacunas que es más anticuado que yo por varios siglos -Su incorpórea voz hizo ecos en la cocina.
– Pero recuerda que ahora puedo abofetear tu cabeza…
– Punto para ti, ahora sal y déjame sola. Estamos comparando ectoplasmas.
No quería tocar a alguien con una pieza de ganado de treinta pies. Sacudiendo la cabeza, volvió a preparar sándwiches.
Xypher le dio la ensalada de atún.
– ¿Cómo es?
– ¿Qué?
– Tener a alguien que te conoce tan bien. Alguien con quien puedes bromear y compartir burlas. He visto a la gente hacerlo en sueños, pero nunca tan cerca antes. Hay una calidez dentro de ti cada vez que Jesse está alrededor. Incluso cuando te molesta, te agrada en otro nivel.
Simone se detuvo para mirarle. Pobre Xypher, no tener ni idea de lo que la amistad significaba.
– Es bueno. Hay mucho que decir sobre tener gente a tu alrededor que no están tratando de arruinarte. Gente que sabe como reír y que no están celosos. Desafortunadamente, esas relaciones son algo difíciles de encontrar.
– A veces son imposibles.
Ella asintió.
– La gente es complicada. Las emociones son complicadas. Explícame cómo puedes amar y odiar a alguien al mismo tiempo.
– Odi et Amo.
Ella frunció el ceño.
– ¿Qué?
– Es un viejo poema latino escrito por Catulo. “Amo y odio”. Habla sobre esas cosas. Lo escribió para una mujer a la que adoraba y despreciaba.
– Sí, ¿ves? Eso justamente está mal, ¿verdad? ¿No amarías u odiarías pero no los dos al mismo tiempo?
– Pero tú y Jesse no os odiáis.
– No, nunca lo haremos. Y estoy agradecida por eso. No es fácil vivir con alguien día sí y día no sin querer estrangularlo. Pero Jesse, nunca me molesta realmente. -Cortó los sándwiches y los colocó en platos.
Xypher miraba la forma en que sus manos se movían mientras trabajaba. Había tanta gracia en ella. Tanta belleza. Él siempre había sido torpe. Pero ella no.
Mientras ella alcanzaba una bolsa de patatas fritas, el teléfono sonó. Le echó una ojeada antes de responder.
– Hey, Tate. ¿Qué pasa? -Le entregó las patatas a Xypher-. Bien, estaremos justo allí. -Cortó la llamada.
– ¿Otro asesinato? -Realmente no quería preguntar ya que había oído la discusión por el teléfono.
Ella asintió.
– ¿Cuánta gente matará una Dimme?
– ¿Honestamente? Ha sido remarcablemente circunspecta.
Simone estaba horrorizada.
– ¿Cómo puedes decir eso? Éste es el tercer cuerpo.
Xypher se encogió de hombros.
– Fueron creados para ser asesinos indiscriminados. El hecho de que no haya cuerpos apilándose por todas partes es un milagro.
– ¿Estás seguro de que es una Dimme, entonces?
– El chico que murió… apostaría mi vida en ello. Gloria… quizás, quizás no.
Simone consideró eso. Si la Dimme no había matado a Gloria, entonces ¿quién lo hizo? No, tenía que ser el mismo asesino. No quería ni siquiera considerar el hecho de que podía haber más de ellos ahí fuera.
– Necesitamos llegar hasta la última víctima. Coge los sándwiches y los comeremos en el coche.
Lo hizo, y rápidamente cogieron los abrigos y salieron de la casa.
Simone maldijo mientras se daba cuenta de que no tenía coche…
Lo habían dejado en Toulouse cuando habían ido a la tienda de Liza.
Estaba volviéndose hacia Xypher cuando captó algo extraño en el viento. Era un ligero olor a almizcle… No era familiar. Levantando la cabeza, inhaló profundamente tratando de identificarlo, luego se avergonzó de lo que había hecho.
– No soy parte perro ahora, ¿verdad?
Xypher rió.
– No, pero tus glándulas olfativas, como todo lo demás, son más sensibles. Puedes oler un espectro más ancho que antes. Por esa razón, querrías evitar Bourbon Street.
– Gracias. Por un minuto, tuve miedo de que me fuera a volver alguna clase de lunática oledora de entrepiernas.
Él aspiró bruscamente.
– Sabes, es la erección más rápida que he tenido nunca.
Simone hizo una pausa mientras se daba cuenta de que ahora podía sentir la dolorosa pesadez de su ingle.
– Sí, -dijo, su voz una octava más profunda-. Es normal, también.
– No estoy segura de que me guste esta renovación mía.
– Confía en mí, nena. Te va a gustar el sexo demoníaco mucho más que el humano. Puedo mostrarte cosas que harán que tu cabeza gire como la de Linda Blair [12].
Le echó una mirada indignada.
– Esa no es forma de meterse en mis bragas, Xypher. ¡Ew! Malas imágenes.
Antes de que Xypher pudiera responder, el olor se intensificó. Simone se giró para ver a un hombre alto y rubio a comienzos de la veintena viniendo hacia ellos. Algo en sus rasgos le recordó a Dev del Santuario.
– Licántropo.
La palabra salió como un bajo gruñido.
Xypher asintió.
– Los demonios se tienen una antipatía antinatural los unos de los otros. Puede ser superada, pero no es fácil. Los Were-Hunters son una rama de sus primos Daimon, que es el por qué estás sintiendo esa ráfaga de adrenalina que te hace querer atacarle. Es tu instinto proporcionándote un estímulo extra en caso de que tengas que luchar.
El hombre se detuvo mientras les miraba. Ladeó la cabeza como si pudiera sentirles de la misma manera que podían sentirle a él.
– ¿Peltier? -llamó Xypher.
Fue hacia ellos lentamente, midiéndoles con cada paso.
– Kyle. Soy el más joven.
Xypher estrechó su mirada sobre él.
– ¿Qué estás haciendo aquí?
– Estaba visitando a un amigo.
Xypher no estaba seguro sobre eso. Pero claro, la sospecha era su segundo nombre.
– Eres un Katagaria en forma humana durante las horas de luz… como es que…-Paró mientras entendía.
Los Katagaria eran animales que podían tomar forma humana. Durante la luz del día, especialmente mientras eran tan jóvenes como este Were, estaban relegados a su forma animal hasta que el sol se ponía.
Kyle Peltier era más de lo que parecía.
– Ha sido agradable encontrarte, Kyle, -dijo Xypher secamente-. Dale recuerdos a Carson.
– Lo haré. -Dijo Kyle antes de dirigirse por la calle hasta donde una moto Ninja esperaba. Montó y arrancó sin mirar atrás.
– ¿Qué no me estás contando? -Preguntó Simone.
– No estoy seguro. Es una sensación extraña… -Pero no podía situarla. Sinceramente, se sentía como un Dimme, pero no tenía sentido. Si el Dimme era algo como sus primos Gallu, ella habría estado buscando en lugares oscuros durante las horas diurnas. No aquí fuera en casa abiertas y definitivamente no estaría cerca de un Katagaria.
Tan pronto como la Dimme hubiera captado el olor, habría salido corriendo.
Sacudió la cabeza para aclararse. Tenía que estar imaginando cosas.