Se trataba de una cara morena, de rasgos bien definidos, con una cicatriz blanquecina de unos siete centímetros que le bajaba por la bronceada mejilla derecha. Los ojos eran grandes y horizontales, coronados por unas cejas negras más bien largas. El cabello era negro, peinado con raya a la izquierda, y echado descuidadamente hacia atrás de modo que un grueso mechón negro caía sobre la ceja derecha. La nariz recta y algo larga descendía hasta un labio superior corto bajo el cual había una boca ancha y finamente cincelada, pero cruel. La línea de la mandíbula era recta y firme. Un trozo de traje oscuro, camisa blanca y corbata negra de punto, completaban la imagen.
El general G. sujetó la foto en alto con el brazo estirado. Decisión, autoridad, implacabilidad… esas cualidades podía verlas. No le importaba qué mas sucedía dentro de aquel hombre. Pasó la fotografía a los que estaban ante la mesa y volvió su atención hacia el expediente, recorriendo la página rápidamente con los ojos de arriba abajo y pasando con brusquedad a la siguiente.
Las fotografías volvieron a sus manos. Marcó con el der do el punto donde estaba leyendo, y alzó brevemente la mirada.
– Parece un tipo peligroso -comentó con aire ceñudo-. Su historial lo confirma. Les leeré algunos extractos. Luego tendremos que tomar la decisión. Está haciéndose tarde.
Volvió a la primera página y comenzó a leer los puntos que le parecían importantes.
– Nombre de pila: JAMES. Estatura: 183 centímetros; peso: 76 kilos; constitución delgada; ojos: azules; cabello: negro; cicatrices a lo largo de la mejilla derecha y en el hombro izquierdo; señales de cirugía plástica en el reverso de la mano derecha (ver Apéndice «A»); atleta destacado en todos los aspectos; tirador experto con pistola, boxeador, lanzador de cuchillos; no usa disfraces. Idiomas: francés y alemán. Fuma muchísimo (N.B.: cigarrillos especiales con tres bandas doradas); vicios: bebida, aunque no en exceso, y mujeres. Se cree que no acepta sobornos.
El general G. pasó la página y continuó.
– Este hombre va invariablemente armado con una Beretta automática calibre 25 que lleva en una sobaquera bajo el brazo izquierdo. Cargador de ocho balas. Se ha sabido que lleva un cuchillo sujeto al antebrazo izquierdo; ha usado zapatos con punta de acero; conoce las llaves básicas del judo. En general, lucha con tenacidad y tiene un elevado índice de tolerancia al dolor (ver Apéndice «B»).
El general G. fue pasando más páginas y leyendo extractos de los informes de algunos agentes, de los que se habían sacado estos datos. Llegó a la última página antes de los apéndices, que daba detalles de los casos en los que se habían encontrado con Bond. La recorrió hasta el final con los ojos y leyó:
– Conclusiones. Este hombre es un peligroso terrorista y espía profesional. Ha trabajado para el servicio secreto británico desde 1938, y ahora (ver expediente de Highsmith de diciembre de 1950) tiene el número secreto «007» en ese servicio. El doble cero significa un agente que ha matado y que tiene permiso para matar en el servicio activo. Se cree que sólo hay otros dos agentes británicos que tengan esta autoridad. El hecho de que este agente fuera condecorado con la CMG [19] en 1953, condecoración que habitualmente sólo se otorga cuando un agente se retira del servicio secreto, constituye una medida de lo que vale. Si se le encuentra en el terreno, el hecho y todos los detalles deben ser informados al cuartel general (ver SMERSH, MGB y GRU. Órdenes vigentes desde 1951).
El general G. cerró el expediente y dio una palmada con decisión sobre la cubierta.
– Bueno, camaradas. ¿Estamos de acuerdo?
– Sí -respondió el coronel Nikitin, en voz alta.
– Sí -contestó el general Slavin con tono de aburrimiento.
El general Vozdvishensky se contemplaba las uñas de las manos. Estaba harto de asesinatos. Se lo había pasado bien cuando estuvo en Inglaterra.
– Sí -respondió-, supongo que sí.
La mano del general G. se dirigió al teléfono interno. Habló con su ayudante de campo.
– Orden de muerte -dijo con aspereza-. Escrita a nombre de «James Bond». -Deletreó nombre y apellido-. Descripción: Angliski Spion. Crimen: enemigo del Estado. -Devolvió el receptor a su sitio y se inclinó hacia delante en la silla-. Y ahora todo será cuestión de trazar la konspiratsia correcta. ¡Y que sea una que no pueda fracasar! -Les dedicó a todos una sonrisa severa-. No podemos permitirnos otro de esos asuntos Khoklov.
La puerta se abrió y entró el ayudante de campo con una hoja de papel amarillo brillante. La depositó ante el general G. y se marchó. El general G. la recorrió con los ojos y escribió: «Debe ser asesinado. Grubozaboyschikov», en lo alto del amplio espacio en blanco que había al pie. Le pasó la hoja al hombre del MGB, que lo leyó y escribió: «Asesinarlo. Slavin.» Uno de los ayudantes de campo le pasó la hoja al hombre vestido de paisano que se encontraba junto al representante del RUMID. El hombre lo depositó ante el general Vozdvishensky y le entregó un bolígrafo.
El general Vozdvishensky leyó el documento con cuidado. Alzó los ojos con lentitud hasta fijarlos en los del general G., que estaba observándolo, y, sin bajarlos hacia el papel, escribió: «Asesinarlo» más o menos debajo de las otras firmas, a continuación de lo cual garabateó su nombre. Luego apartó las manos del documento y se puso de pie.
– Si eso es todo, camarada general… -retiró la silla de la mesa.
El general G. estaba satisfecho. Lo que su instinto le había dicho acerca de este hombre era correcto. Tendría que ponerle vigilancia y comunicarle sus sospechas al general Serov.
– Un momento, camarada general -dijo-. Tengo algo que añadir a la orden.
Le entregaron el papel. Sacó su bolígrafo y tachó lo que había escrito. Volvió a escribir, pronunciando las palabras en voz alta a medida que lo hacía.
– Debe ser asesinado CON IGNOMINIA. Grubozaboyschikov.
Alzó los ojos y sonrió complacido a los presentes.
– Gracias, camaradas. Eso es todo. Les comunicaré la decisión que el Presidium tome con respecto a nuestra recomendación. Buenas noches.
Cuando los asistentes se hubieron marchado, el general G. se puso de pie, se desperezó y profirió un sonoro bostezo controlado. Volvió a sentarse ante su escritorio, apagó el magnetófono y llamó a su ayudante de campo. El hombre entró y se detuvo junto al escritorio.
El general G. le entregó la hoja amarilla.
– Envíeselo de inmediato al general Serov. Averigüe dónde está Kronsteen y hágalo traer en coche. No me importa si está en la cama. Tendrá que venir. Otdyel II sabrá dónde encontrarlo. Y veré a la coronel Klebb dentro de diez minutos.
– Sí, camarada general. -El hombre salió de la oficina.
El general G. cogió el receptor de V. Ch. y preguntó por el generaf Serov. Habló en voz baja durante cinco minutos. Al final, concluyó:
– Y estoy a punto de encomendarle la tarea a la coronel Klebb y al jefe de Planificación Kronsteen. Discutiremos las líneas generales de la konspiratsia adecuada, y ellos me entregarán mañana las propuestas con todo detalle. ¿Le parece bien, camarada general?
– Sí -fue la respuesta queda del general Serov, del Presidium Supremo-. Mátenlo. Pero que sea de realización excelente. El Presidium ratificará la decisión por la mañana.
La línea quedó muerta. Sonó el teléfono interno.
– Sí -dijo el general G. por el receptor, y luego colgó.
Un momento más tarde, el ayudante de campo abrió la voluminosa puerta y se quedó de pie en ella.