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– Todavía trabajábamos para el gobierno -dijo Sosh-. Si se sabía que era un asesino, podía ponernos en peligro a todos.

– Tu tapadera habría salido a la luz.

– No sólo la mía. Tu padre conocía a muchos de nosotros.

– Y dejaste que se saliera con la suya.

– Era lo que hacíamos en aquella época. Sacrificios por una causa mayor. Tu padre dijo que ella había amenazado con denunciarnos a todos.

– ¿Tú le creíste?

– ¿Qué importa lo que yo creyera? Tu padre nunca quiso matarla. Perdió la cabeza, supongo. Natasha iba a escaparse y esconderse. Iba a llevarse a su hijo y desaparecer para siempre.

Recordé las últimas palabras de mi padre, en su lecho de muerte…

«Paul, todavía necesitamos encontrarla…»

¿Se refería al cadáver de Camille? ¿O a la propia Camille?

– Mi padre descubrió que mi hermana seguía viva -dije.

– No es tan simple.

– ¿Qué quieres decir con que no es tan simple? ¿Lo descubrió o no? ¿Mi madre se lo dijo?

– ¿Natasha? -Sosh soltó un ruidito-. Jamás. No había persona más valiente, más capaz contra la adversidad. Tu madre no habría hablado le hiciera lo que le hiciera tu padre.

– ¿Incluido estrangularla hasta matarla?

Sosh no dijo nada.

– Entonces ¿cómo lo descubrió?

– Después de matar a tu madre, tu padre registró sus papeles, revisó sus llamadas. Lo dedujo o al menos lo sospechó.

– ¿Así que lo sabía?

– Ya te he dicho que no era tan simple.

– No estás siendo claro, Sosh. ¿Buscó a Camille?

Sosh cerró los ojos. Dio la vuelta a su mesa.

– Antes has hablado del sitio de Leningrado -dijo-. ¿Sabes lo que me enseñó? Los muertos no cuentan. Ya no están. Los entierras y sigues con tu vida.

– Lo tendré presente, Sosh.

– Tú empezaste esta cruzada. No querías dejar en paz a los muertos. Y ahora ¿cómo estás? Han muerto dos personas más. Te has enterado de que tu padre mató a tu madre. ¿Ha valido la pena, Pável? ¿Ha valido la pena agitar los viejos fantasmas?

– Depende -dije.

– ¿De qué?

– De lo que le sucediera a mi hermana.

Esperé. Recordé las últimas palabras de mi padre: «¿Lo sabías?».

Creí que me estaba acusando, que había visto la culpa en mi cara. Pero no se trataba de eso. Me preguntaba si yo sabía lo que había pasado en realidad con mi hermana ¿Sabía lo que él había hecho? ¿Sabía que había asesinado a mi madre y la había enterrado en el bosque?

– ¿Qué le pasó a mi hermana, Sosh?

– A eso me refería cuando te he dicho que no era tan simple.

Esperé.

– Tienes que entenderlo. Tu padre nunca estuvo seguro. Sí, encontró algunas pruebas, pero lo único que sabía con certeza era que tu madre iba a fugarse con el dinero y que pretendía llevarte con ella.

– ¿Y?

– Y solicitó mi ayuda. Me pidió que investigara sus pruebas. Me pidió que localizara a tu hermana.

Le miré.

– ¿Lo hiciste?

– Lo investigué, sí. -Dio un paso hacia mí-. Y cuando acabé, le dije a tu padre que estaba equivocado.

– ¿Qué?

– Le dije a tu padre que tu hermana había muerto aquella noche en el bosque.

Eso me desorientó.

– ¿Es cierto?

– No, Pável. No murió aquella noche.

Sentí que el corazón se me expandía en el pecho.

– Le mentiste. No querías que la encontrara.

No dijo nada.

– ¿Y ahora? ¿Dónde está ella ahora?

– Tu hermana sabía lo que había hecho tu padre. No podía presentarse sin más. No había pruebas de la culpabilidad de tu padre. Y seguía existiendo el problema de por qué había desaparecido de entrada. Además, ella temía a tu padre. ¿Cómo podía volver con el hombre que había asesinado a su madre?

Pensé en la familia Pérez, en los cargos por fraude y todo lo demás. A mi hermana le habría pasado lo mismo. Incluso antes de añadir a mi padre al problema, Camille habría tenido dificultades para volver a casa.

Volví a sentir que me embargaba la esperanza.

– ¿Y la encontraste?

– Sí.

– ¿Y qué?

– Y le di dinero.

– La ayudaste a esconderse de él.

No respondió. No hacía falta.

– ¿Dónde está ahora? -pregunté.

– Perdimos el contacto hace años. Tienes que entenderlo, Camille no quería hacerte daño. Pensó en llevarte con ella. Pero no era práctico. Sabía cuánto querías a tu padre. Y después, cuando te convertiste en un personaje público, supo lo que supondría su regreso para ti: el escándalo. Si ella volvía, todo saldría a la luz. Y cuando eso ocurriera, tu carrera habría terminado.

– Ya ha terminado.

– Sí. Ahora lo sabemos.

«Lo sabemos», dijo. Sabemos.

– ¿Dónde está Camille? -pregunté.

– Está aquí, Pável.

La habitación se vació de aire. No podía respirar. Sacudí la cabeza.

– Después de tantos años me costó un poco encontrarla -dijo él-. Pero la encontré. Hablamos. No sabía que tu padre había muerto. Se lo dije. Y eso evidentemente lo cambiaba todo.

– Espera un momento. Tú… -Callé-. ¿Tú y Camille habéis hablado?

Era mi voz, creo.

– Sí, Pável.

– No lo entiendo.

– Cuando has entrado, estaba hablando con ella.

Se me enfrió todo el cuerpo.

– Está alojada en un hotel dos calles más abajo. Le dije que viniera. -Miró el ascensor-. Es ella. Está subiendo.

Me volví despacio y miré los números del ascensor iluminándose. Oí cómo sonaba en cada piso. Di un paso hacia delante. No podía creerlo. Esto era otro truco cruel. La esperanza estaba jugando conmigo otra vez.

El ascensor se paró. Oí que las puertas se abrían. No se deslizaron. Se abrieron a regañadientes como si les diera miedo entregar a su pasajera. Me quedé paralizado. El corazón me retumbaba en el pecho. Mantuve los ojos fijos en las puertas, en la abertura.

Y entonces, veinte años después de desaparecer en aquel bosque, mi hermana Camille volvió a mi vida.

Epílogo

Un mes después

Lucy no quiere que haga este viaje.

– Por fin ha terminado -me dice, justo antes de que me vaya al aeropuerto.

– Ya he oído eso antes -contraataco.

– No tienes que volver a verle, Cope.

– Sí. Necesito unas últimas respuestas.

Lucy cierra los ojos.

– ¿Qué?

– Es todo muy frágil, ¿sabes?

Lo sé.

– Me da miedo que remuevas las aguas otra vez.

Lo entiendo pero tengo que hacerlo.

Una hora después, estoy mirando por la ventanilla del avión. En el último mes, la vida ha vuelto casi a la normalidad. El caso Jenrette y Marantz dio algunos giros inesperados y raros antes de alcanzar su bastante glorioso final. Las familias no se rindieron. Ejercieron toda la presión que pudieron sobre el juez Arnold Pierce y él cedió. Desestimó el DVD porno, afirmando que no se había presentado a tiempo. Parecía que lo teníamos mal. Pero el jurado vio la maniobra, normalmente es así, y dieron un veredicto de culpabilidad. Por supuesto Flair y Mort apelarán.

Me gustaría procesar al juez Pierce, pero no lo conseguiría jamás. Me gustaría procesar a EJ Jenrette y a MVD por chantaje. También dudo que lo consiguiera. Pero la demanda de Chamique va bien. Se dice que quieren acabar con esto rápidamente. Se habla de un acuerdo de siete cifras. Espero que lo consiga. Pero cuando miro en mi bola de cristal, no veo mucha felicidad para Chamique en el futuro. No lo sé. Su vida ha sido tan agitada. Me da la sensación de que el dinero no va a cambiarlo.

Bob, mi cuñado, está libre bajo fianza. Hablé en su favor. Declaré a las autoridades federales que aunque mis recuerdos eran un poco «borrosos», creía que Bob me había dicho que necesitaba un préstamo y que yo lo aprobé. No sé si funcionará. No sé si estoy haciendo lo correcto o lo incorrecto (probablemente lo correcto) pero no quiero que destruyan a Greta y a su familia. Pueden llamarme hipócrita, lo soy, pero la línea entre el bien y el mal a veces se difumina. Se difumina aquí, bajo la luz brillante del mundo real.