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– Él quiere mi muerte si pudiera conseguirla.

Ella sacudió la cabeza.

– Él se ha convencido de que si está contigo, los dos tendréis un hijo, y él sería el rey de su reina.

Mi boca no pudo quedarse más seca, ni mi corazón podía ir más rápido.

– No se como iba funcionar eso, Tía Andais.

– Pues como iba a funcionar… pues follando, Meredith. La mecánica de esa función sería muy simple.

Lo intenté otra vez, mientras Doyle y Rhys se agarraban a mí con más fuerza. Incluso Abe se movió en mi espalda para poner su cara contra mi pelo. Tocándome para consolarme.

– Supongo que lo que quise decir era que no creo que Cel y yo fuéramos una buena pareja dirigente.

– No parezcas tan asustada, Meredith. Sé que Cel no te dejaría embarazada, pero él se ha convencido de ello. Sólo te lo estoy advirtiendo. Él ya no quiere matarte, pero sí mataría a cada amante que tengas, si pudiera.

– Él está… -traté de pensar en un modo de decirlo-…libre.

– No está encarcelado, pero siempre está bajo custodia. No quiero que mis propios guardias maten a mi único hijo para proteger a mi otro heredero. -Ella sacudió la cabeza. -Ve, llama al rey trasgo. Trataré de averiguar si la oferta de Hugh al trono dorado es real o falsa. -Ella caminó hacia la cama cuando dijo estas últimas palabras. -Pero primero sacaré mi cólera y frustración hacia ti con tu Crystall. Que sepas que cada corte es una herida que yo haría en tu nívea piel si yo ya no necesitara tu cuerpo. -Andais avanzó lentamente hacia la cama y alcanzó a Crystall. Un cuchillo había aparecido en su mano a través de la magia o bien estaba escondido entre las sábanas.

Frost llegó el primero al espejo y lo limpió con un toque. Nos quedamos mirando nuestras propias imágenes, pensando en lo que estaría ocurriendo. Mis ojos permanecieron muy abiertos, y mi piel aún más pálida.

– Mierda -dijo Rhys.

Eso lo resumía todo.

CAPÍTULO 13

EL ESPEJO SONÓ OTRA VEZ, UN CHOQUE ESTRIDENTE DE espadas, como si las hojas chirriaran una contra la otra. Me hizo brincar.

Rhys nos miró a Doyle y a mí, y Doyle dijo…

– Deja que Abe y yo quedemos fuera de la vista. Creo que cuanta menos gente del mundo feérico sepa de este rumor mejor.

Él apretó mi mano una última vez. Entonces trató de levantarse con su facilidad de movimiento habitual, pero se detuvo a mitad del gesto. No fue tanto un estremecimiento, como que simplemente dejó de tratar de incorporarse.

Puse una mano sobre su espalda para estabilizarlo. Frost asió uno de sus brazos, y fue probablemente más él que yo el que ayudó a Doyle a levantarse. Doyle trató de alejarse del brazo de Frost, pero tropezó. Frost consiguió sujetar firmemente a su amigo. Doyle realmente se apoyó un poco en el otro hombre, lo que significaba que estaba muy dolorido.

– No te tomaste la medicación para el dolor que el hospital te dio, ¿verdad? -pregunté.

El espejo resonó otra vez, un sonido aún más furioso que antes, como si el siguiente sonido de espadas fuese a romper una de las hojas.

– Los trasgos no son conocidos por su paciencia, Meredith -dijo Doyle con voz tensa-. Debes contestar a la llamada -Él comenzó a moverse, y no luchó contra la ayuda de Frost, lo que significaba que en efecto le habían hecho mucho daño. Más daño del que él había dejado entrever. El pensamiento de que mi Oscuridad estaba así de herido hizo que mi estómago y pecho se encogieran, no sólo porque lo amaba, sino porque él era el mayor guerrero que yo tenía. Frost podría ser bueno en la batalla, pero para la estrategia el mejor era Doyle. Le necesitaba, de tantas formas diferentes le necesitaba.

Todo esto se debió reflejar en mi cara porque él me dijo…

– Te he fallado.

– Taranis trató de quemar tu cara -dijo Rhys-. Tú no le has fallado a nadie.

El funesto sonido de las espadas llenó el cuarto otra vez.

– Vete -dijo Rhys-. Me quedaré con ella.

– No te gustan los trasgos -dijo Frost.

Rhys se encogió de hombros.

– Maté al que tomó mi ojo. Esa fue una venganza bastante buena. Además, no os fallaré a ti y a Merry comportándome como un bebé grande. Ve, descansa y tómate tus medicinas.

– Yo llevaré a Doyle -dijo Galen.

Todos lo miramos.

– Si Merry no puede tener a Doyle a su lado durante esta llamada, entonces necesitará a Frost -dijo él.

Abe había logrado bajarse de la otra cama.

– Veo que nadie se preocupa de si yo podría necesitar ayuda.

– ¿Necesitas ayuda? -preguntó Galen, mientras se movía para recoger a Doyle de los brazos de Frost. Él realmente ofreció su otra mano a Abe.

Abe examinó su cara durante un instante, luego sacudió la cabeza, pero paró el movimiento como si éste le doliera.

– Puedo andar, muchacho. Los hombres del rey saltaron sobre él antes de que pudiera hacerme más daño en la espalda.

Él se movió hacia la puerta despacio, pero seguro.

Doyle dejó a Galen ayudarle a salir fuera del alcance del espejo e ir hacia la puerta. Frost se reunió con Rhys y conmigo. Rhys fue hacia el espejo, luego vaciló.

– Odio esto de que vayas a estar con esos dos esta noche.

– Ya hemos tenido esta discusión antes, Rhys. Por cada trasgo medio-sidhe al que devolvamos a su pleno poder, nuestra alianza con los trasgos se alargará un mes. Necesitamos su poder para mantenernos seguros -dije.

El espejo dejó oír su feo sonido otra vez.

– Los trasgos no esperan con paciencia -dijo Frost.

– Los necesitamos, Rhys -dije.

– Lo sé. Lo odio, pero lo sé -dijo Rhys. Una mirada pasó sobre su cara demasiado rápidamente para que yo la leyese-. Un día de estos me gustaría que pudieras hacer las cosas sólo porque quieres hacerlas, no porque estés obligada a hacerlas.

Yo no estaba segura de qué decir a esto.

Rhys extendió la mano hacia el espejo. El chillido metálico se elevó in crescendo. Luché contra el impulso de cubrir mis oídos. No podía permitirme mostrar debilidad en relación con los trasgos. Las dos altas cortes feéricas usarían esa debilidad en su ventaja. La cultura de los trasgos simplemente veía la debilidad como una razón para abusar de ti. Para los trasgos eras presa o depredador. Yo trabajaba con mucha fuerza para no ser la presa.

El espejo era de repente una ventana perfecta al salón del trono de los trasgos. Sin embargo, su rey no estaba allí. Ash y Holly estaban de pie solos ante el trono de piedra vacío. Era la mano de Ash la que estaba sobre el cristal cuando los vimos, su magia era la que hacía al espejo sonar como una batalla.

Miraba con sus ojos totalmente verdes hacia el espejo. No había ninguna pupila, sólo una ciega extensión de un perfecto verde hierva rodeada por un poco de blanco. Su pelo era amarillo, corto, porque sólo a los varones sidhe les está permitido llevar el pelo largo, pero su piel parecía besada por el oro. No centelleaba con destellos dorados como la de Aisling, pero casi casi. Ambos gemelos tenían la piel Luminosa, la piel de luz de sol. La piel de luz de luna como la mía, y la de Frost, era abundante en ambas cortes. Aquel color de oro, casi como un bronceado dorado, era exclusivamente Luminoso. Los ojos eran del todo trasgo excepto por el color. Holly anduvo a zancadas hasta el espejo para apoyar a su hermano. Él era idéntico salvo que sus ojos eran el color de las bayas rojas de acebo, como su nombre [9]. El color rojo sin pupilas no era sólo un rasgo trasgo, sino trasgo de Gorra Roja.

Rhys retrocedió hasta quedar de pie a mi lado de forma que yo quedara situada entre él y Frost.

– El trato se ha terminado -dijo Holly, su hermosa cara estaba crispada por la rabia. Él era por lo general el que primero perdía su temple.

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[9] Holly en inglés, es acebo.