Выбрать главу

– Esperemos un poco más. -Esto vino de Penny, la gemela de Royal, quién se cernía a su lado.

No lo entendí hasta que noté a los perros negros convertidos en sombras parecidas a la Oscuridad hecha carne, cuyos ojos destellaban en rojo, verde, y todos los colores que había visto alguna vez en los ojos de Doyle cuando su magia estaba sobre él.

Doyle atravesó la puerta, apoyándose en el lomo de lo que parecía un poni negro, un poco más grande que los perros. Por el destello de aquellos ojos negros, supe que no era ningún poni. Éste plegó sus labios para mostrar unos dientes tan agudos como los de cualquier trasgo. Era un Kelpie [11], aunque no tenía ni idea de cómo podía estar aquí. Los kelpies habían sido cazados y destruidos en Europa antes de que nos asentáramos en este país.

Los Kelpies se escondían en el agua y cazaban a sus presas como los cocodrilos o pretendían ser ponis cuando estaban sobre tierra. Entonces cuando algún humano incauto los montaba, galopaban hasta llegar cerca del agua. Ahogaban a sus presas y se las comían una vez ahogados. La mayoría de sus víctimas eran niños. Ya sabéis que los niños aman a los ponis.

Frost y yo dijimos a la vez…

– Doyle.

Él nos dedicó una sonrisa. Su cara todavía estaba vendada, pero el brazo ya no estaba en cabestrillo. Se movía despacio, pero se movía, con su mano colocada sobre el lomo del poni carnívoro.

– Los perros no me dejaron descansar más tiempo -dijo Doyle.

Yo le ofrecí mi mano.

Pero Royal dijo…

– No, Princesa, no ha llegado el momento.

Alcé la vista hacia él.

– Me dijiste que era la última pieza.

– Él es la última pieza, pero no tienes que tocarle. Ya le has tocado bastante para que este momento llegara. Les has tocado a todos ellos lo suficiente para que nos llamaras a ti.

– No lo e…

– Entiendo -terminó él por mí.

– No.

– Ya lo harás -dijo, típico de Royal, porque él todo lo hacía parecer siniestro.

Mungo dio un golpe en mi mano. Acaricié su cabeza, y jugué con su oreja de seda. Minnie golpeó mi otra mano como si estuviera celosa de mi atención. Los acaricié a los dos, sintiendo su tibieza y solidez.

– No hay ningún perro para mí -dijo Frost.

Él se me había acercado.

– Lo que tiene que ser, será -canturreó Royal.

Entonces los semi-duendes se elevaron hacia lo más alto del techo, enviando una luz centelleante como el arco iris de una lámpara de araña. La luz rebotó y jugó con todos nosotros. Los trasgos, incluidos Ash y Holly, estaban todavía congelados en el tiempo como nosotros.

Jonty fue el primero en parpadear, y me contempló. Él, y todos a los que miré. Su mirada parecía sorprendida, como si el mundo soltara el aliento que había estado conteniendo.

CAPÍTULO 22

EL MUNDO ESTALLÓ, SI UNO PODÍA DECIR QUE LA LUZ, EL color, la música, y el perfume de las flores estallaban. No tenía ninguna otra palabra para describir lo que pasó. Fue como estar en el punto exacto durante el primer día en el que la vida se creó en el planeta, pero también era como estar en el prado más hermoso del mundo durante un encantador día de primavera mientras soplaba la más suave de las brisas. Fue un momento perfecto, y también un momento de increíble violencia, como si nos hubieran hecho trizas y vuelto a componer en tan sólo un parpadeo.

Mientras tanto, los perros estaban amontonados contra mí, a ambos lados. Me sujetaron, estabilizándome, impidiendo que cada pedazo de mi cuerpo se separara y volara en aquel momento. Me ayudaron a mantenerme firme, lo bastante cuerda para sobrevivir.

Me agarré a su piel, acariciándolos con la mano. Y pensé… que Frost no tenía a ningún perro para mantenerle aquí.

Pensé en gritar, pero entonces todo terminó. Sólo la sensación de desorientación y el recuerdo del dolor y el poder, desvaneciéndose en un baile de luz y magia, me hizo saber que esto no había sido alguna clase de sueño.

Doyle me miraba fijamente por encima de los cuerpos de sus perros negros. Parecía curado, intacto. Tocó al kelpie, pero no se inclinó para hacerlo. Permaneció de pie, erguido y alto.

Alzó una mano y se quitó las vendas para mostrarnos que las quemaduras habían desaparecido. Supongo que si uno puede crear la realidad, un poco de curación no es para tanto.

Porque la realidad había cambiado.

Estábamos todavía en el comedor y sala de baile de Maeve Reed, pero ya no era el mismo cuarto. Era enorme, más de cuatro kilómetros de mármol se extendían en cada dirección. Las ventanas estaban tan lejos que sólo eran una línea centelleante. Y había tal multitud de semi-duendes por todas partes, que si inspirabas profundamente tenías todos los números para tragarte uno.

Ash y Holly trataban de aplastarlos como si fueran moscas.

– No seré feliz si les hacéis daño -les dije.

Los Gorras Rojas no aplastaban a ninguno de ellos. Ni los amenazaban. Esos hombres enormes se quedaron ahí de pie y dejaron que esas cositas diminutas les rodearan. Fueron cubiertos por un vaivén de alas de mariposa, hasta que apenas se pudo ver sus cuerpos ocultos por el lento baile de color.

Jonty me miraba fijamente con aquellos ojos rojos enmarcados por alas brillantes. Unas diminutas manos se agarraban a su gorra ensangrentada, zambulléndose en la sangre, riéndose tontamente, un sonido como el repicar de campanillas de cristal.

– Nos has renovado, mi reina -dijo Jonty.

No sé lo que yo le habría contestado a esto, ya que la voz de Rhys llegó hasta nosotros.

– ¡Merry!

Aquella única palabra, con aquella nota de urgencia fue suficiente. Me di la vuelta y supe que viera lo que viera, no me iba a gustar.

Rhys y Galen estaban arrodillados al lado de Frost. Yacía desplomado de lado, terriblemente inmóvil.

Recordé entonces lo que yo había pensado. Él no había tenido nada a lo que sujetarse mientras la realidad se rehacía. Había permanecido solo ante el terror y la belleza.

Corrí con mis perros a mi lado, casi pegados a mí, pero la magia todavía estaba aquí, todavía estaba actuando, y no me atreví a despedirlos. La magia más antigua que alguna vez había pertenecido a los sidhe estaba en la habitación esta noche. Era una magia que podía ser dirigida, pero nunca controlada, no del todo. La creación siempre es una cosa arriesgada, porque uno nunca sabe lo que resultará cuando todo esté dicho y hecho, o si merecerá el precio.

CAPÍTULO 23

LAS VOCES QUE SONARON EN LA HABITACIÓN ME DIJERON que Frost no fue el único que había caído. Holly y Ash se habían derrumbado en el suelo. Los semi-duendes se abalanzaron sobre ellos ahora que no podían defenderse.

Y los otros hombres que habían caído ni siquiera tenían a otros guardias para tocarlos, e intentar despertarlos. Toqué la brillante mata de pelo de Frost, la retiré de su cara.

– ¿Qué le pasa? ¿Qué les pasa a todos? -Pregunté.

– No estoy seguro -dijo Rhys-, pero su pulso se desvanece.

Lo miré por encima de la todavía inmóvil forma de Frost. Yo sabía que mi cara mostraba la sorpresa.

– Ellos no tenían perros -dijo Galen-. No tenían nada a lo que aferrarse cuando tú creaste más tierra feérica.

Rhys asintió. Su pequeño mar de terriers, ahora inusualmente silenciosos, se sentaron a su alrededor cuando él se arrodilló.

Comencé a decir… "son sólo perros," pero Mungo me dio un topetazo en el hombro con su cabeza. Minnie se apoyó contra mi costado. Miré en sus ojos y había un perro allí, sí, pero también había algo más. Eran perros creados por la magia salvaje. Eran criaturas fantásticas, y no simplemente perros.

Acaricié su oreja, tan aterciopelada. Susurré…

вернуться

[11] Kelpie: criatura fantástica perteneciente a la mitología celta. Estas criaturas eran seres espirituales, que según las leyendas vivían en los lagos, ya que eran espíritus del agua. Los kelpies se aparecían ante los seres humanos usualmente tomando forma de caballo, aunque también podían tomar forma humana e incluso hay versiones en las que se les representa como una especie de hipocampo o caballito de mar.