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Hecho. Aquí estaría la entrada al laberinto.

Holmes visualizó la entrada como si fuera un templo griego, con cariátides sosteniendo las cornisas. Subió mentalmente los escalones y entró.

La voz mental de Moriarty reverberó en la habitación acolumnada.

– Fila a fila, hilera a hilera, se mueven los cocodrilos en el bancal.

Un pepino moteado monstruosamente grande, de babeantes colmillos y culebreante cola, cobró forma en el veteado suelo de mármol para impedir el paso a Holmes.

La mente del idiot savant habló.

– Cocodrilo. Sofisma presentado como un dilema en el relato del Quintilian’s Institutio Oratoria, referente al cocodrilo que robó un bebé y prometió devolverlo si la madre del niño respondía correctamente a una pregunta. «¿Voy a devolverte el niño o no?» Si la madre decía «Sí», el cocodrilo se quedaba el niño, y la madre habría respondido mal, y si la madre respondía «No» y el cocodrilo devolvía al niño, la madre también habría respondido mal.

El pepino cocodrilema lloró salmuera y lágrimas de vinagre.

Holmes sonrió para su interior, tomándoselo con un grano de sal de duda. Moriarty quería enzarzarle en una disputa verbal.

– Un cocodrilo también es otra cosa -recordó.

– Cocodrilo. Una larga fila de colegialas que salen a dar un paseo.

El gran pepino viviente se fundió en el suelo hasta que sólo se le vieron las ventanas de la nariz, los ojos y parte de su dorso, y pareció un tronco flotante. A continuación, desapareció del todo y ocupó su lugar una fila de colegialas de recatadas blusas.

Tap.

Holmes frunció el ceño mentalmente. ¿De dónde venía ese sonido?… No. Moriarty quería distraerle; ya se preocuparía luego del sonido. En ese momento debía enfrentarse al dilema de este nuevo cocodrilo.

Al principio las colegialas parecieron sonrojarse todas por igual. Entonces se sintió atraído por una del centro. Cuando clavó la mirada en ella, ésta le sacó la lengua. La larga, pálida y fláccida lengua mostraba marcas de dientes a los lados; había rastros de hojas de té secas pegadas a ella. La cara rechoncha tenía la piel clara, aunque un tono amarillo verdoso. A la mente de Holmes acudieron los meses pasados en el Guy’s Teaching Hospital. Miró a la chica clínicamente. No era tan joven. Se había vendado el pecho para aplanarse los senos y parecer más pequeña, una niña más. Pero era una mujer. Los corsés apretados producían ese estado. La enfermedad verde.

– Enfermedad Verde. Clorosis. Enfermedad anémica de las mujeres jóvenes que se caracteriza por un tono de la piel verdoso o gris amarillento, debilidad, palpitaciones, desordenes menstruales, digestión desigual, etc.

– No te olvides de las hojas de té de la lengua. Es pica.

– Pica. Apetito morboso por alimentos extraños o inapropiados, como la arcilla, la tiza, las cenizas, etc. Suele darse en ataques de histeria o estados de preñez.

La niña mujer miró a Holmes. Un dedo de una mano sacó punta a un dedo de la otra mano, señalándole.

¿Qué alegó el cocodrilo? ¿Maldad? ¿Vergüenza? ¿Lo hiciste tú?

Antes de que Holmes pudiera pensar en esto, las chicas del cocodrilo unieron las manos formando una línea y empezaron a pasar bajo los brazos que formaban esa misma línea.

– Enhebrar la aguja [12] -murmuró.

– Thread-needle. Pasimisí. El paseíto. Juego infantil en el que los participantes forman una hilera uniendo las manos y que…

– Sí, sí -pensó impudente Holmes-. Ya he pensado eso. Es en Threadneedle Street en lo que estoy pensando ahora.

– Threadneedle Street. Calle comercial de la ciudad de Londres, situada junto al Banco de Inglaterra.

Banco. Bancal. Cocodrilos en el bancal. Banco de Inglaterra. Holmes sintió que su cerebro empezaba a relacionar las cosas. Los monos de trabajo con las rodilleras manchadas, gastadas y arrugadas. Los guantes de trabajo manchados. El zapapico. Moriarty había estado haciendo un túnel hacia las bóvedas subterráneas del Banco do Inglaterra.

Tap.

Holmes inclinó la cabeza a un lado. Por fin tenía localizado el sonido. Venía de un gabinete acortinado. ¿Había confesionarios en los templos griegos? ¿Y sacristías?

Se dirigió hacia el gabinete.

No tan deprisa. Acuérdate de desenrollar el ovillo mnemotécnico; marca este sitio.

Que tenía un gallo que cantó cuando hubo alboreado. Holmes produjo un oscuro gallo de cornish. Arregló el color del flamígero amanecer, y puso al joven animal sobre un estercolero. También puso una veleta. Los montones de abono huelen más intensa mente antes de llover, y el gallo tenía la cabeza echada hacia atrás para cantar con fuerza «¡Kikiriki!» al enrojecido banco de nubes que había al Este.

Una vez tuvo el cuadro fijado en su sitio, Holmes se dirigió al gabinete y apartó la cortina. Bajo una espita había un cántaro. En la boca del grifo se estaba formando un pico de agua, que aumentó y empezó a caer.

No. No era la imagen correcta para el sonido, que era más un thud que un plop. La gota se detuvo en el aire.

Tap.

Era el sonido correcto, y provenía del otro lado de las dos puertas que había al fondo del gabinete.

La voz mental de Moriarty se dejó oír detrás de la puerta de la izquierda.

– «El Tap es a la cerveza lo que el Pat a la carretilla.» -Entonces la voz pareció pensárselo mejor-. ¿O es «El Tap es a la carretilla lo que el Pat a la cerveza»? [13] Nunca me lo he sabido bien.

No importaba. Cualquiera de las dos versiones dirigía, o desviaba, a Holmes a un pub. Quizá Moriarty se sentía a salvo en ellos; Londres tiene una buena cantidad ele pulís.

Si estoy buscando un Adler, ¿qué mejor sitio que en el Águila?

– ¿Qué me dices de eso? -pensó Holmes para el idiot savant.

– «En media libra de arroz de a dos peniques,

en media libra de melaza.

En eso se va el dinero,

¡Pop! allí va la comadreja

Arriba y abajo, en el camino de la ciudad, dentro y fuera del Aguila.

En eso se va el dinero,

¡Pop! ahí va la comadreja.

El comentario hace referencia al pub El Aguila en Shepherd’s Walk, City Road, Londres. Hacer pop es empeñar algo. El objeto empeñado, la comadreja, puede ser una plancha de sastre, un instrumento para trabajar la piel, o, según la jerga rimada cockney, «weasel and stoat», un coat, un abrigo.»

Era más de lo que Holmes quería saber. No dejó que los datos del idiot savant le distrajeran. No iba tras una comadreja, sino tras un zorro, y no debía olvidarse de desenrollar su ovillo.

Que despertó al cura todo afeitado y tonsurado. Holmes produjo un sacerdote con sobrepelliza como el que debió haber ante el altar de la iglesia de Santa Mónica, con la Biblia abierta, dispuesto a solemnizar un salmo de Salomón.

Un toque de espuma de afeitar en el lóbulo de la oreja derecha y un corte en la mejilla izquierda, cuya hemorragia había detenido (como indicaba el color de la sangre seca) con un trocito de papel (en vez de con alumbre), atestiguaban que el sacerdote se había aseado apresuradamente. Quizá se hubiera despertado con el canto del gallo, pero una mancha de grasa en la manga de la sobrepelliza indicaba que había sido llamado casi enseguida para dar a alguien la extremaunción y que no había tenido oportunidad de afeitarse hasta justo antes de la ceremonia.

– La sobrepelliza resulta superflua cuando no se es eclesiástico -dijo el habla mental de Moriarty, haciendo que Holmes se tambaleara por la mortificación y la sorpresa.

Holmes miró atentamente a la aparición para asegurarse de que era un alzacuello y no un cuello de camisa alzado.

– ¿Quiere decirme que el matrimonio de Irene Adler con Godfrey Norton no fue legal?

– Un matrimonio es un matrimonio -dijo la voz ronca de la mujer, aunque sólo la oyó con los oídos de su mente.

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[12] En inglés «Threadneedle». (N. del T.)

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[13] Juego de palabras intraducible con Tap y Pat. onomatopeyas de sonido que a la vez significan «grifo» e «irlandés», respectivamente (N del T.)