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El año anterior a aquel en que dio a conocer «En la floresta de la enajenación», Pessoa había considerado la posibilidad de escribir una serie de poemas en nombre de un supuesto poeta llamado Ricardo Reis, el cual sería, más que un pseudónimo suyo, un heterónimo, es decir, uno de los personajes de un drama em gente (un drama en personajes, en lugar de en actos o jornadas) perfectamente diferenciado, en su personalidad y en su pensamiento, de su creador, es decir, del propio Pessoa, pero fue en 1914, y tras haber escrito treinta y tantos poemas en verso libre, que en seguida atribuyó a un poeta llamado Alberto Caeiro, cuando empezó a escribir en nombre, no sólo del ya mencionado Ricardo Reis, sino también de otro personaje llamado Alvaro de Campos. De esta manera, los principales heterónimos de Pessoa acababan de comparecer, como poetas con personalidad propia, y diferenciada de la del autor de «En la floresta de la enajenación», si no en el panorama público de las letras portuguesas, cosa que no tardaría en suceder, al empezar a ser publicados sus poemas, sí en el mundo de la creación poética portuguesa [6].

«En la floresta de la enajenación» plantea con toda claridad el problema de la doble personalidad, un problema que arranca, en los tiempos modernos, de la obra de los románticos alemanes -Goethe, Hölderlin, Novalis, etc.- y que, por otra parte, es uno de los principios del hermetismo de todos los tiempos. En este sentido, pues, ni puede extrañarnos que Pessoa escribiese y publicase dicho escrito en el período de incubación de sus heterónimos ni que, con el tiempo, tratase de atribuirlo -y digo tratase por lo que luego se verá- a algunos de ellos, y no precisamente a los ya citados.

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[6] Ángel Crespo, «El paganismo de Fernando Pessoa (Para una interpretación de los heterónimos)», en Hora de Poesía, núm. 4, 5, Barcelona, 1979, pp. 140-156.