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Hasta las artes menores, o aquellas a las que podemos llamar así, se reflejan, susurrantes, en la prosa. Hay prosa que danza, que canta, que se declama a sí misma. Hay ritmos verbales que son bailes en que la idea se desnuda sinuosamente, con una sensualidad translúcida y perfecta. Y hay también en la prosa sutilezas convulsas en que un gran actor, el Verbo, transmuta rítmicamente en su substancia corpórea el misterio impalpable del Universo [37].

18-10-1931.

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Todo se penetra. La lectura de los clásicos, que no distinguen [38] los ocasos, me ha vuelto inteligibles muchos ocasos, en todos sus colores. Hay una relación entre la competencia sintáctica, por la que se distinguen los valores de los seres [39], de los sonidos y de las formas, y la capacidad de comprender cuándo el azul del cielo es realmente verde, y qué parte del amarillo existe en el verde azul del cielo.

En el fondo es lo mismo: la capacidad de distinguir y de sutilizar. Sin sintaxis no hay emoción duradera. La inmortalidad es una función de los gramáticos.

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Me gusta decir. Diré mejor: me gusta palabrear. Las palabras son para mí cuerpos tocables, sirenas visibles, sensualidades incorporadas. Tal vez porque la sensualidad real no tiene para mí interés de ninguna especie -ni siquiera material o de ensueño-, se me ha transmutado el deseo hacia aquello que crea en mí ritmos verbales, o los escucha de otros. Me estremezco si dicen bien. Tal página de Fialho [40], tal página de Chateaubriand, hacen hormiguear a mi vida en mis venas, me hacen rabiar trémulamente quieto de un placer inaccesible que estoy teniendo. Tal página, incluso, de Vieira [41], en su fría perfección de ingeniería sintáctica, me hace temblar como una rama al viento, en un delirio pasivo de cosa movida.

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[37] Publicado en Descobrimento. Revista de Cultura, n.° 3, 1931, pp. 407-406, salvo el último párrafo, que era inédito.

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[38] «não faliam de» (no hablan de).

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[39] Lectura dudosa.

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[40] José Valentim Fialho de Almeida (1857-1911) fue un célebre cronista y cuentista portugués muy influido por el naturalismo y las ideas progresistas de su tiempo.

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[41] El P. António Vieira (1608) murió en el Brasil a finales del siglo xvii. Además de un gran orador, fue autor del libro Clavis Prophetarum, del que Pessoa se valió para sus escritos sebastianistas. Ver obra citada en nota 1.