Todo viene de fuera y la misma alma humana no es por ventura más que el rayo de sol que brilla y aísla del suelo donde yace el montón de estiércol que es el cuerpo.
En estas consideraciones hay por ventura toda una filosofía, para quien pudiese tener la fuerza de sacar conclusiones. No la tengo yo, me surgen atentos pensamientos vagos, con posibilidades lógicas, y todo se me esfuma en una visión de un rayo de sol que dora un estiércol como paja oscura húmedamente aplastada, en el suelo casi negro, al pie de un muro de pedrejones.
Así soy. Cuando quiero pensar, veo. Cuando quiero bajar a mi alma, me quedo parado de repente, olvidado, al comienzo de la espiral de la escalera profunda, viendo por la ventana del piso alto el sol que moja de despedida fulva la aglomeración difusa de los tejados.
6-4-1930.
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La metafísica me ha parecido siempre una forma prolongada de [374] locura latente. Si conociésemos la verdad, la veríamos; todo lo demás es sistema y alrededores. Nos basta, si pensamos, la incomprensibilidad del universo; querer comprenderlo es ser menos que hombres, porque ser hombre es saber que no se comprende.
Me traen la fe como un paquete cerrado en una bandeja ajena. Quieren que lo acepte, pero que no lo abra. Me traen la ciencia, como un cuchillo en un plato, con el que abriré las hojas de un libro de páginas blancas. Me traen la duda, como polvo dentro de una caja, ¿pero para qué me traen la caja si no tiene más que polvo?
A falta de saber, escribo; y uso los grandes términos de la /Verdad ajenos/ conforme a las exigencias de la emoción. Si la emoción es clara y fatal, hablo, naturalmente, de los Dioses, y así la encuadro en una conciencia del mundo múltiple. Si la emoción es profunda, hablo, naturalmente, de Dios, y así la engasto en una conciencia una. Si la emoción es un pensamiento, hablo, naturalmente, del Destino, y así la arrimo a la pared.