Unas veces, el propio ritmo de la frase exigirá Dioses, y no Dios; otras veces, se impondrán las dos sílabas de Dioses [375] y cambio verbalmente de universo; otras veces pesaré [376] las necesidades de una rima íntima, una dislocación del ritmo, un sobresalto de la emoción y el politeísmo o el monoteísmo se amolda y se prefiere. Los Dioses son una función del estilo.
6-5-1930.
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Muchos han definido al hombre, y en general lo han definido en contraste con los animales. Por eso, en las definiciones del hombre, es frecuente el uso de la frase «el hombre es un animal…» y un adjetivo, o «el hombre es un animal que…» y se dice el qué. «El hombre es un animal enfermo», dijo Rousseau, y en parte es verdad. «El hombre es un animal racional», dice la Iglesia, y en parte es verdad. «El hombre es un animal que usa herramientas», dice Carlyle, y en parte es verdad. Pero estas definiciones, y otras como ellas, son siempre imperfectas y laterales. Y la razón es muy simple: no es fácil distinguir al hombre de los animales, no hay un criterio seguro para distinguir al hombre de los animales. Las vidas humanas transcurren en la misma íntima inconsciencia que las vidas de los animales. Las mismas leyes profundas que rigen desde fuera los instintos de los animales rigen, también desde fuera, la inteligencia del hombre, que parece no ser más que un instinto en formación, tan inconsciente como todo instinto, menos perfecto por todavía no formado.