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El patrón Vasques no es un bandido: es un hombre de acción. El que perdió el lance en este juego puede, de verdad, pues el patrón Vasques es un hombre generoso, contar en el futuro con su limosna.

Como el patrón Vasques son todos los hombres de acción -jefes industriales y comerciales, políticos, hombres de armas, idealistas religiosos y sociales, grandes poetas y grandes artistas, mujeres hermosas, niños que hacen lo que quieren. Manda quien no siente. Vence quien sólo piensa en lo que necesita para vencer. El resto, que es la vaga humanidad general, amorfa, sensible, imaginativa y frágil, es no más que el telón de fondo contra el que destacan estas figuras de la escena hasta que termine la pieza de marionetas, el fondo plano de cuadrados sobre el que se levantan las piezas del ajedrez hasta que las guarde el Gran Jugador que, engañándose [381] con una doble personalidad, juega, y se entretiene siempre consigo mismo.

17-1-1932.

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He sentido siempre una repugnancia casi física por las cosas secretas -intrigas, diplomacia, sociedades secretas, ocultismo. Sobre todo me han molestado estas dos últimas cosas -la pretensión, que tienen ciertos hombres, de que, mediante entendimientos con los Dioses o Maestros o Demiurgos, saben (allá entre ellos, excluidos todos nosotros) los grandes secretos que son los cimientos del mundo.

No puedo creer que eso sea así. Puedo creer que alguien lo juzgue así. ¿Por qué no ha de estar toda esa gente loca, o engañada? ¿Por ser varios? Pero hay alucinaciones colectivas.

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[381] «¡Iludindo a reportagem» (trucando el reportaje).