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Raros pueden, así, exigir de la vida, y conseguirlo, que se les entregue en cuerpo y alma; sabiendo no ser celosos de ella por saber tener todo su amor. Pero éste debe ser, sin duda, el deseo de toda alma elevada y fuerte. Cuando esa alma, sin embargo, comprueba que le [resulta] imposible semejante realización, que no tiene fuerzas para la conquista de todas las partes del Todo, tiene otros dos caminos que seguir -uno, la abdicación entera, la abstención formal, completa, relegando a la esfera de la sensibilidad aquello que no puede poseer integralmente en la región de la actividad y de la energía. Más vale supremamente no hacer que hacer inútilmente, fragmentariamente, imbastantemente [384], como la innumerable superflua mayoría inane de los hombres; otro, el camino del perfecto equilibrio, la busca del Límite en la Proporción Absoluta, por donde el ansia de lo Extremo pasa de la voluntad y de la emoción a la Inteligencia, siendo toda la ambición, no de vivir toda la vida, no de sentir toda la vida, sino de ordenar toda la vida, de cumplirla en Harmonía y Coordinación inteligente.

El ansia de comprender, que para tantas almas nobles sustituye a la de hacer, pertenece a la esfera de la sensibilidad. Sustituir a la energía por la Inteligencia, romper el eslabón entre la voluntad y la emoción, despojando de interés a todos los gestos de la vida material, he ahí lo que, una vez conseguido, vale más que la vida, tan difícil de poseer completa, y tan triste de poseer parcial.

Decían los argonautas que navegar es preciso. Argonautas, nosotros, de la sensibilidad enfermiza, digamos que sentir es preciso, pero que no es preciso vivir.

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[384] Conservamos, debido a su expresividad, este neologismo.