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Todo cuando es abstracto resulta difícil de comprender, porque es difícil de conseguir para ello la atención de quien lo lea. Pondré, por eso, un ejemplo sencillo en que se concretizarán las abstracciones que he formado. Supóngase que, por un motivo cualquiera, que puede ser el cansancio de hacer cuentas o el tedio de no tener qué hacer, cae sobre mí una tristeza vaga de la vida, una angustia de mí que me perturba e inquieta. Si voy a traducir esta emoción en frases que la ciñan de cerca, cuanto más de cerca la ciño, más la doy como propiamente mía, menos, por lo tanto, la comunico a los demás. Y, si no se da el comunicar a otros, es más justo y más fácil sentirla sin escribirla.

Supóngase, sin embargo, que deseo comunicarla a otros, es decir, hacer de ella arte, pues el arte es la comunicación a otros de nuestra identidad íntima con ellos; sin lo que no hay comunicación ni necesidad de hacer. Indago cuál será la emoción humana general [394] que tenga el tono, el tipo, la forma de esa emoción que siento ahora, por las razones inhumanas y particulares de ser (un) contable cansado o (un) lisboeta aburrido. Y compruebo que el tipo de emoción vulgar que produce, en el alma vulgar, esta emoción es la añoranza de la infancia perdida.