Así, en estos días nuestros, tan vividos a través de hacer de todo arte, todo arranca pétalos a lo consciente y se integra (…) en volubilidades de extático.
Tránsfugas de cuadros no-hechos, todas esas figuras femeninas… Hay, a veces, detalles demás en ellos… Ciertos perfiles existen con exagerada nitidez. Juegan a irreales por el exceso con que se separan, líneas puras, del fondo ambiente.
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A veces, en mis diálogos conmigo mismo, en las tardes exquisitas de la Imaginación, en coloquios importunos en crepúsculos de salones supuestos, me pregunto, en esos intervalos de la conversación en que me quedo a solas con un interlocutor más yo que los otros, por qué razón verdadera no habrá nuestra época científica extendido su voluntad de comprender hasta los asuntos que son artificiales. Y una de las preguntas en que con más languidez me demoro es la de por qué no se hace, a la par de la psicología usual de las criaturas humanas e infrahumanas, una psicología también -que la debe haber- de las figuras artificiales y de las criaturas cuya existencia transcurre tan sólo en los tapices y en los cuadros. Triste noción tiene de la realidad quien la limita a lo orgánico y no pone la idea de un alma dentro de las estatuillas y de los tejidos. Donde hay forma hay alma.
No son una ociosidad estas consideraciones mías conmigo mismo, sino una elucubración científica como cualquier otra que lo sea. Por eso, antes de, y sin tener una respuesta, supongo lo posible actual y me entrego, en análisis interiores, a la visión imaginada de aspectos posibles de este /desiderátum/ realizado. Apenas pienso en ello, surgen en seguida dentro de la visión de mi espíritu científicos inclinados sobre estampas, sabiendo bien que ellas son vidas; microscopistas de la textura surgen de los tapices; físicos del diseño ancho y oscilante en los contornos; químicos, sí, de la idea de las formas y de los colores de los cuadros; geólogos de las capas estráticas de los camafeos; psicólogos, en fin -y es lo que más me interesa- que una a una anotan y congregan las sensaciones que debe sentir una estatuilla, las ideas que deben pasar por el psiquismo estrecho de una figura de cuadro o de vitral, los impulsos locos, las pasiones sin freno, las compasiones y odios ocasionales y (…) que sienten en una conciencia [401], la especie de tenacidades y muerte en los gestos eternos de los bajorrelieves, en las conciencias [402] ocasionales de los figurantes de las telas.