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Desengañémonos, amor mío, de la vida y de sus maneras. Huyamos a ser nosotros… No nos quitemos del dedo el anillo mágico que llama, cuando se lo mueve, a las hadas del silencio y a los elfos de la sombra y a los gnomos del olvido…

Y he aquí que, al ir a soñar en hablar de ella, surge otra vez ante nosotros la floresta mucha, pero ahora más perturbada que nuestra perturbación y más triste que nuestra tristeza. Huye de delante de ella, como una niebla que se deshoja, nuestra idea del mundo real, y yo me poseo otra vez en mi sueño errante, que esa floresta misteriosa enmarca…

¡Las flores, las flores que he vivido allí! Flores que la vista traducía a sus nombres, al conocerlas, y cuyo perfume el alma cogía, no de ellas, sino en la melodía de sus nombres… Flores cuyos nombres eran, repetidos en secuencia, orquestas de perfumes sonoros… Árboles cuya voluptuosidad verde ponía sombra y frescor en como eran llamados… Frutos cuyo nombre era un clavar de dientes en el alma de su pulpa… Sombras que eran reliquias de antaños felices… Claros, claros altos, que eran sonrisas más francas del paisaje que se bostezaba en próximo…' ¡Oh horas multicolores!… Instantes-flores, minutos-árboles, ¡oh tiempo detenido en espacio, tiempo muerto de espacio y cubierto de flores, y del perfume de flores, y del perfume de nombres de flores!…

¡Locura de sueño en aquel silencio ajeno!… Nuestra vida era toda la vida… Nuestro amor era el perfume del amor… Vivíamos horas imposibles, llenas de ser nosotros… Y esto porque sabíamos, con toda la carne de nuestra carne, que no éramos una realidad…

Éramos impersonales, huecos de nosotros, otra cosa [410] cualquiera… Éramos aquel paisaje esfumado en conciencia de sí mismo… Y así como él era dos -de realidad que era, e ilusión-, así éramos nosotros oscuramente dos, no sabiendo bien ninguno de nosotros si el otro no era él-mismo, si el incierto otro viviría…

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[410] Esta imagen es un insólita en portugués como en español.