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Y es, en mí, como si el infierno mismo riese, sin por lo menos la humanidad de los diablos riéndose, la locura graznada del universo muerto, el cadáver rodante del espacio físico, el fin de todos los mundos fluctuando negro al viento, disforme, anacrónico, sin Dios que lo hubiese creado, sin él mismo que está rodando en las tinieblas de las tinieblas, imposible, único, todo.

¡Poder saber pensar! ¡Poder saber sentir!

Mi madre murió muy pronto, y yo no llegué a conocerla…

1-12-1931.

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Dar a cada emoción una personalidad, a cada estado de alma un alma.

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No teniendo nada que hacer; ni que pensar en hacer, voy a poner en este papel la descripción de un ideaclass="underline" apunte.

La sensibilidad de Mallarmé dentro del estilo de Vieira [63]; soñar como Verlaine en el cuerpo de Horacio; ser Homero a la luz de la luna.

Sentirlo todo de todas las maneras; saber pensar con las emociones y sentir con el pensamiento; no desear mucho sino con la imaginación; sufrir con coquetería; ver claro para escribir justo; conocerse con fingimiento y táctica; naturalizarse diferente y con todos los documentos; en suma, usar por dentro todas las sensaciones, quitándoles la cáscara hasta llegar a Dios; pero envolver de nuevo y reponer en el escaparate como ese dependiente que desde aquí estoy viendo con las cajas pequeñas de betún de la nueva marca.

Todos estos ideales, posibles o imposibles, se acaban ahora. Tengo la realidad ante mí: no es ni siquiera el dependiente, es su mano (a él no le veo), tentáculo absurdo de un alma con familia y suerte [64] que hace muecas de araña sin tela en el estirarse de la reposición de allí enfrente.

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[63] V. nota 13.

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[64] Lectura dudosa.