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Vivo de impresiones que no me pertenecen, perdulario de renuncias, otro en el modo como soy yo.

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He creado en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente. Cada sueño mío es inmediatamente, en el momento de aparecer soñado, encarnado en otra persona, que pasa a soñarlo, y yo no.

Para crear, me he destruido; tanto me he exteriorizado dentro de mí, que dentro de mí no existo sino exteriormente. Soy la escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas.

32

Encontrar la personalidad en la pérdida de ella -la misma fe abona este sentido de destino [65].

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Dijo Amiel que un paisaje es un estado de alma, pero la frase es una felicidad indolente de soñador débil. Desde que el paisaje es paisaje deja de ser un estado de alma. Objetivar es crear, y nadie dice que un poema hecho es un estado de estar pensando en hacerlo. Ver es tal vez soñar, pero si le llamamos ver en vez de llamarle soñar, es que distinguimos soñar de ver.

Por lo demás, ¿de qué sirven estas especulaciones de psicología verbal? Independientemente de mí, crece hierba, llueve en la hierba que crece, y el sol dora la extensión de la hierba que ha crecido o va a crecer; se hierguen los montes desde muy antiguo, y el viento pasa del mismo modo como Homero, aunque no existiese, lo oyó. Más certeza sería decir que un estado de alma es un paisaje; habría en la frase la ventaja de no contener la mentira de una teoría, sino tan solamente la verdad de una metáfora.

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[65] Lectura dudosa.