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A las tres de la tarde ya había fracasado toda la acción del sol. Fue preciso -y era triste porque era verano- encender la luz eléctrica: primero al fondo de la habitación grande, donde estaban empaquetando las remesas, después ya en medio de la habitación, donde se hacía difícil hacer sin cometer errores las guías de las remesas y anotar en ellas los números de las señales del ferrocarril. Por fin, ya eran casi las cuatro, hasta nosotros -los privilegiados de las ventanas- no veíamos agradablemente para trabajar. La oficina fue iluminada. El patrón Vasques tiró de la antepuerta del despacho y dijo al salir: «Moreira, yo tenía que ir a Bemfica [89] pero no voy; se va a hartar de llover». «Y es por aquel lado», respondió Moreira, que vivía al lado de la Avenida [90]. Los ruidos de la calle se destacaron de repente, se alteraron un poco, y era, no sé por qué, un poco triste el sonido de la campanilla de los tranvías en la calle paralela y cercana.

44 (Storm) [91]

Sobra silencio oscuro lívidamente. A su modo, cerca, entre el errar raro y rápido de los carros, un camión truena: eco ridículo, mecánico, de lo que va, real, en la distancia próxima de los cielos.

De nuevo, sin aviso, borbotea luz magnética, pestañeando. Late el corazón una aspiración breve. Se rompe una redoma en lo alto, en astillas grandes de cúpula. Una sábana dura [92] de lluvia mala agrede al sonido del suelo.

(patrón Vasques) Su cara lívida está de un verde falso y desorientado. Lo noto, entre el aire difícil del pecho, con la fraternidad de saber que también estaré así [93].

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[89] Barrio, entonces extremo, de Lisboa, y semiurbanizado. Hoy se halla totalmente incorporado a la ciudad.

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[90] La Avenida, era entonces casi una carretera.

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[91] (Tormenta).

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[92] «lençol novo» (sábana nueva).

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[93] No siendo este fragmento más que un apunte abocetado, se explica la anotación «(patrón Vasques)» ante el último párrafo.