Y entonces, en plena vida, es cuando el sueño tiene grandes funciones de cine. Bajo por una calle ideal de la Baja [102] y la realidad de las vidas que no existen me ata, con cariño, a la cabeza un trapo blanco de reminiscencias falsas. Soy navegante en un desconocimiento de mí. Lo he vencido todo donde nunca he estado. Y es una brisa nueva esta somnolencia con que puedo andar, inclinado hacia delante en una marcha casi imposible.
Cada cual tiene su alcohol. Tengo alcohol suficiente con existir. Borracho de sentirme, vagabundeo y voy seguro. Si es hora, me recojo en la oficina como cualquier otro. Si no es hora, voy hasta el río a mirar el río, como cualquier otro. Y, por detrás de esto, cielo mío, me constelo a escondidas y tengo mi infinito.
20-7-1930.
53
Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay en esa estupidez.
La monotonía de las vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo, sirve en esta casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? Hace cuarenta años que aquella figura de hombre vive casi todo el día en una cocina; tiene unas breves vacaciones; duerme relativamente pocas horas; va de vez en cuando al pueblo, del que vuelve sin duda y sin pena; almacena lentamente dinero lento, que no se propone gastar; se pondría enfermo si tuviera que retirarse de su cocina (definitivamente) para irse a los campos que ha comprado en Galicia [103]; está en Lisboa hace cuarenta años y nunca ha ido, ni siquiera, a la Rotonda [104] ni a un teatro, y tiene un solo día de Coliseo: payasos en los vestigios interiores de su vida. Se casó no sé cómo ni por qué, tiene cuatro hijos y una hija, y su sonrisa, al inclinarse, desde el lado de allá del mostrador hacia donde estoy, expresa una gran, una solemne, una contenta felicidad. Y no simula, ni qué razón tiene para simular. Si la siente es porque verdaderamente la tiene.
[102] V. nota 6.
[103] Probablemente, el autor se refiere a la región portuguesa del Miño.
[104] La Rotonda (Rotunda) por antonomasia es el nombre que el vulgo lisboeta da a la Plaza del Marqués de Pombal (Praça Marqués do Pombal), que separa al barrio pombalino de la Avenida da Liberdade. La exageración del autor es evidente, pues dicho lugar se encuentra muy cerca de 1a casa