La monotonía, la igualdad sin brillo de los días iguales, la ninguna diferencia entre hoy y ayer -que esto me quede siempre, con el alma despierta para disfrutar de la mosca que me distrae, cuando pasa por casualidad ante mis ojos, de la carcajada que se levanta voluble desde la calle indeterminada, la vasta liberación de ser hora de cerrar la oficina, el descanso infinito de un día de fiesta.
Puedo imaginarlo todo, porque no soy nada. Si fuese algo, no podría imaginar. El ayudante de contabilidad puede soñarse emperador romano; el Rey de Inglaterra está privado de ser, en sueños, otro rey distinto del rey que es. Su realidad no le deja sentir.
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Y así como sueño, raciocino si quiero [107] porque esto es apenas otra especie de sueño.
Príncipe de mejores ocasiones, otrora fui tu princesa, y nos amamos con un amor de otra especie, cuya memoria me duele.
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El calor, como una ropa invisible, dan ganas de quitárselo.
56 tormenta
Este aire bajo de nubes paradas. El azul del cielo estaba sucio de blanco transparente.
El mozo, al fondo de la oficina, suspende durante un minuto el cordel alrededor del bulto eterno…
«Qué […] hace», comenta estadísticamente [108].