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»Estamos esperando hacer una gira con vosotras. Tal vez no pueda ir a buscaros, como yo creía, pero os enviaré el avión más seguro, con toda clase de facilidades, de modo que os ruego que no me decepcionéis.

»Con todo cariño,

»Harry.»

A las 8'35 de la mañana, los periodistas se agruparon en silencio en uno de los balcones de la Casa Blanca, donde Truman ya les estaba esperando en compañía de su esposa, su hija y un grupo de jefes políticos y militares.

– Bien, quiero empezar leyéndoles una breve declaración -dijo el presidente-. Deseo que comprendan, desde el principio, que esta conferencia de Prensa se realiza teniendo en cuenta que ninguna información que aquí reciban será difundida antes de las nueve de la mañana.

Truman dijo que iba a leer una proclama y que hacerlo no le llevaría más que siete minutos, por lo que les quedaba tiempo de sobra. Los periodistas se echaron a reír.

– «Esta es una hora solemne y gloriosa. El general Eisenhower me informa de que las fuerzas de Alemania se han rendido a las naciones aliadas. Las banderas de la libertad ondean sobre toda Europa.»

El presidente interrumpió la lectura y añadió:

– También es para celebrar mi cumpleaños en este día.

– ¡Feliz cumpleaños, señor presidente! -gritaron varias voces, y se produjo otra explosión de carcajadas.

Truman concluyó su proclama, que terminaba exhortándoles a «trabajar, trabajar y trabajar» para concluir con la guerra, ya que la victoria se había conseguido sólo a medias. Leyó entonces otra nota pidiendo que se luchase implacablemente contra el Japón, hasta que éste se rindiese incondicionalmente, y enumeró lo que suponía para los japoneses la rendición incondicionaclass="underline"

– «Supone -leyó Truman- el fin de la guerra.

»Supone la terminación de la influencia de los jefes militares que llevaron al Japón al desastre actual.

»Supone cuidar del regreso de los soldados y marinos al seno de sus familias, a sus granjas, a sus tareas habituales.

»Y supone no prolongar los sufrimientos actuales de los japoneses con una vana esperanza de victoria.

»La rendición incondicional no significa el exterminio ni la esclavitud para el pueblo japonés.»

Sin duda, una declaración similar hecha a los alemanes en 1944, hubiese tenido como consecuencia un fin más rápido del conflicto.

Hablado directamente con los periodistas, Truman manifestó:

– Como recordarán ustedes, se ha repetido aquí siempre que deseamos paz, justicia y legalidad. Eso es lo que trataremos de conseguir en San Francisco, y lo conseguiremos; un marco para la paz, dentro de la Justicia y la Ley. El problema con que nos enfrentamos es abrumador.

Añadió luego Truman que el domingo 13 de mayo sería declarado Día de Acción de Gracias, e hizo notar que resultaba muy sugestiva la circunstancia de que coincidiese también la fecha con el Día de la Madre.

A las nueve de la mañana, el presidente se encontraba en la sala de radio de la Casa Blanca, para leer la alocución a su pueblo.

– «Este es el momento solemne y glorioso -comenzó diciendo, y añadió espontáneamente una frase que no estaba en el escrito-, y mi mayor deseo habría sido que Franklin D. Roosevelt hubiese sido testigo de este día…»

Exactamente en el mismo momento Churchill se dirigía al pueblo inglés desde el número 10 de Downing Street. Pasó revista a los últimos cinco años, y dijo sombríamente que desearía poder decir que todos los afanes y problemas habían quedado atrás, pero que no obstante aún quedaba mucho por hacer.

– En el continente europeo aún tenemos que asegurarnos de que los sencillos y honorables propósitos por los que entramos en guerra no son desechados ni quedan a un lado en los meses que sigan a nuestro éxito, y que las palabras «libertad», «democracia» y «libertad» no sufren una deformación en su verdadero sentido. De poco serviría castigar a los partidarios de Hitler por sus delitos, si la Ley y la Justicia no imperan, y si en lugar de los Gobiernos de los alemanes invasores, se implantan otros Gobiernos totalitarios o policíacos. No buscamos nada para nosotros mismos, pero debemos asegurarnos de que la causa por la que hemos luchado halla reconocimiento en la mesa de la paz, tanto en los hechos como en las palabras. Y por encima de todo debemos trabajar para tener la certeza de que la organización mundial que las Naciones Unidas están creando en San Francisco, no se convierta en un nombre ocioso, en un escudo para los fuertes y una burla para los débiles. Son los vencedores los que deben demostrar su magnanimidad en estas horas de gloria, haciéndose dignos, con la nobleza de sus actos, de las inmensas fuerzas que Gobiernan… [78]

Tras pronunciar este discurso, Churchill se dirigió a la Cámara de los Comunes, mas para salvar la escasa distancia tardó casi media hora, a causa de la multitud que se interponía en su camino. Cuando al fin entró en la Cámara, todos los miembros de la misma se pusieron de pie y le vitorearon. Churchill propuso que la Cámara suspendiese sus sesiones y diese «humilde y reverentemente las gracias a Dios Todopoderoso por la liberación de la amenaza germánica». Tras esto emprendió la marcha hacia la abadía de Westminster, entre las turbas delirantes.

Tras la comida en el palacio de Buckingham, Churchill se encaminó al Ministerio de Salud Pública, situado en Whitehall. Salió a un balcón del edificio, pero los gritos entusiastas de la gente casi no le dejaban hablar.

– Esta es nuestra victoria -dijo con voz tonante-. Es la victoria de la causa de la libertad, en todos los terrenos. En toda nuestra larga historia, no hemos visto jamás un día más grande que éste.

5

A las diez de la mañana el mariscal Vasili Sokolovsky y el resto de los comandantes de Zhukov se encontraban en el aeropuerto de Tempelhof, observando un avión de transporte americano que se preparaba a aterrizar. Creyeron que se trataba de Eisenhower, pero el avión ni siquiera llegaba de Reims. Procedía de Moscú y a bordo del mismo venía el general Deane. Los rusos se mostraron decepcionados y algo ofendidos, y Deane tuvo que correr con la ingrata tarea de explicar que Eisenhower no podía presentarse. Después de que Eisenhower hubo contestado a Moscú que se sentiría sumamente satisfecho trasladándose a Berlín para la firma del segundo armisticio, Smith y otros le aconsejaron que enviase un delegado, el mariscal de la RAF, sir Arthur Tedder, en bien del prestigio de los Aliados. El que firmaba por los soviéticos, Zhukov, era sólo un comandante de grupo de ejército, bastante por debajo del rango militar de Eisenhower.

Una hora después llegaba Tedder con sus acompañantes desde Reims y los conducían en una pintoresca caravana de vehículos capturados a los alemanes, hasta un suburbio de Berlín, donde quedaron instalados en varias cabañas. En el grupo iban algunas mujeres del Servicio Auxiliar Femenino, entre ellas Kay Summersby, la secretaria de Eisenhower. Mientras ésta permanecía sentada en su cabaña, esperando impaciente a que se produjese alguna novedad, pensó que era una suerte que no hubiese acudido Eisenhower, el cual no habría tardado en regresar a Reims irritado ante tan insultante demora.

Pero los rusos no perdían el tiempo, mientras tanto. En otra parte de la ciudad, el teniente coronel Vladimir Yurasov, que se encargaba de despachar instalaciones para fabricar cemento a la Unión Soviética, era aleccionado en compañía de otros oficiales por el delegado de Problemas Económicos, en presencia del comandante soviético de Berlín.

– Deben apoderarse de todo lo que encuentren en el sector occidental de Berlín, ¿comprenden? ¡De todo! Si no pueden hacerse con algo, destrúyanlo, pero que no quede nada para los aliados. Ni una sola máquina, ni una cama. ¡Ni siquiera una bacinilla donde puedan orinar!

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[78] Mientras Churchill y Truman estaban hablando, la radio soviética transmitía un cuento de dos conejos y un pájaro, en "La hora del niño". Stalin estaba decidido a no hacer el anuncio hasta el día siguiente.