La ficción del peñasco sobre el toro y del toro so-bre Bahamut y de Bahamut sobre cualquier otra cosa parece ilustrar la prueba cosmológica de que hay Dios, en la que se argumenta que toda causa requiere una causa anterior y se proclama la necesidad de afirmar una causa primera, para no proceder en infinito.
EL BASILISCO
EN EL curso de las edades, el basilisco se modifica hacia la fealdad y el horror y ahora se lo olvida. Su nombre significa pequeño rey; para Plinio el Anti-guo (VIII, 33), el basilisco era una serpiente que en la cabeza tenía una mancha clara en forma de corona. A partir de la Edad Media, es un gallo cua-drúpedo y coronado, de plumaje amarillo, con gran-des alas espinosas y cola de serpiente que puede ter-minar en un garfio o en otra cabeza de gallo. El cambio de la imagen se refleja en un cambio de nom-bre; Chaucer, en el siglo xiv, habla del basilicock. Uno de los grabados que ilustran la Historia natural de las serpientes y dragones de Aldrovandi le atri-buye escamas, no plumas, y la posesión de ocho patas [2].
Lo que no cambia es la virtud mortífera de su mirada. Los ojos de las gorgonas petrificaban; Lucano refiere que de la sangre de una de ellas, Medusa, nacieron todas las serpientes de libia: el áspid, la anfisbena, el amódite, el basilisco. El pasaje está en el libro IX de la Farsalia; Jáuregui lo traslada así al españoclass="underline"