infinitos, como los colores de la cola del pavo real.
Los cabalistas hubieran aprobado este dictamen; uno de los secretos que buscaron en el texto divino fue la creación de seres orgánicos. De los demonios se dijo que podían formar criaturas grandes y macizas, como el camello, pero no finas y delicadas, y el rabino Eliezer les negó la facultad de producir algo de tamaño inferior a un grano de cebada. Go-!em se llamó al hombre creado por combinaciones de letras; la palabra significa, literalmente, una ma tena amorfa o sin vida.
En el Talmud (Sanhedrin, 65, b) se lee:
Si los justos quisieran crear un mundo, podrían ha-cerlo. Combinando las letras de los inefables nombres de Dios, Raya consiguió crear un hombre y lo mandó a Ray Zera. Éste le dirigió la palabra; como el hombre
no respondía, el rabino le dijo:
– Eres una creación de la magia; vuelve a tu polvo.
Dos maestros solían cada viernes estudiar las Leyes de la Creación y crear un ternero de tres años, que luego aprovechaban para la cena [4]
la fama occidental del Golem es obra del escritor austríaco Gustav Meyrink, que en el quinto capítulo de su novela onírica Der Golem (1915) escribe así:
El origen de la historia remonta al siglo xvii. Según perdidas fórmulas de la cábala, un rabino [5] construyó un hombre artificial -el llamado Golem- para que éste tañera las campanas en la sinagoga e hiciera los trabajos pesados. No era, sin embargo, un hombre como los otros y apenas lo animaba una vida sorda y vegetativa. Ésta duraba hasta la noche y debía su virtud al influjo de una inscripción mágica, que le ponían detrás de los dientes y que atraía las libres fuerzas siderales del universo. Una tarde, antes de la oración de la noche, el rabino se olvidó de sacar el sello de la boca del Golem y éste cayó en un frenesí, corrió por las callejas oscuras y destrozó a quienes se le pusieron delante. El rabino, al fin, lo atajó y rompió el sello que lo animaba. La criatura se desplomó. Sólo quedó la raquítica figura de barro, que aún hoy se muestra en la sinagoga de Praga.
[4] Parejamente, Schopenhauer escribe: "En la páeina 325 del primer tomo de su Ztiuberbibliotbek (Biblioteca Mágica), Horas compend.ia así la doctrina de la visionaria inglesa Jane Lead: Quien posee fuerza mágica, puede, a su arbitrio, dominar y renovar el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal; bastaría. por consiguiente, que algunos magos se pusieran de acuerdo para que rnda la Creación retornara al estado paradisíaco." ‹Sobre la voluntad en la naturaleza, VII.)