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Nunca necesité pedirle que me ayudara a morir, pues la única vez que quise morir de verdad él me salvó. Desde entonces he vivido tranquila sabiendo que en Aysén o en Australia o dónde sea, puedo recurrir a él si el momento llega y estará. Eso sí lo sé. El siempre, a su manera, estará.

Y eso me ha hecho pensar en ti.

Aquí te dejo el paquete. La insulina es toda la necesaria.

No me mires ni trates de decirme algo. En su ausencia, hago por ti lo que el Gringo haría por mí. El resto… ya es decisión tuya.

Victoria se levantó del fuego, húmedos los ojos, y me abrazó. Fuerte, muy fuerte. Y con la luz naranja de la tarde, se fue por el camino.

Mis ojos no se desclavaron de ese cuerpo gracioso y cansado a la vez, de su largo pelo negro con sus mil ondulaciones, de su abrigo viejo y un poco raído. Tuve la extraña sensación de que mis ojos no volverían a mirarla. Quise gritarle, que no se fuera, que no me dejara sola, que tenía miedo. Ninguna voz se escuchó.

He guardado la jeringa y la insulina. No soy capaz.

Aborrezco mi cobarde lucidez.

* * *

Algo ha comenzado a zumbar adentro de nuevo en el cerebro Trini, se me duerme la mano derecha el hormigueo ha comenzado con el zumbido me arranca de cuajo del desperdicio me tira a la alba intemperie luz vivísima el tiro hemorragia de imágenes mis ojos líquidos reos mis ojos hasta que se me desangren mis ojos bulle todo zumba flechas cruzan mi cerebro crucificado de dolor acumulado nada de mañana me puebla blanca in-albis alba de la nada sin ansias sin palabras sin sentir salvo el pavor de este zumbido el vértigo el abismo espeluznante la caída de este cerebro cerrado amarrado amordazado mi dulce niña de leche mi niña de rocío hablar contigo la lengua del silencio trinidad piensa en mi corazón que por ti sueña hordas llegan a mi cerebro alguien grita adentro mío ya no pertenezco lacios los latidos tiemblo de frío y de mí misma se me crispa la boca el rostro se desencaja las sombras me rodean más y más inciertas espesas estas sombras la retina enfoca poco a poco existencia de purgatorio la que veo nada puedo apretar al pecho ni la idea viene el delirio lo veo venir sin estrella luminicíente blanco avanza al remate final trini trinidad dime niña si las palabras suenan de oro dime si enmudezco por todas las hablantes de la tierra dime teje un velo la oscuridad vencida me encuentra horriblemente viva cae lo podado cae lo incierto se me duerme la pierna derecha brazo y pierna dormido trinidad azul tu cuerpo ya no sirve ahora sí ahora si se te llena el alma de imposibles es que mi soledad viene a besarte

AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer sinceramente al Fondo de Desarrollo de la Cultura y las Artes, por el financiamiento de muchas de estas horas de escritura.

Al poeta Oscar Castro, por el uso y abuso de su poema.

A Juan Andrés Piña, por ser el mejor de los editores.

A Paula Serrano, por su enorme ayuda y acertadas correcciones.

A Alberto Fuget, por su buena onda.

A Héctor Soto, y a los que leyeron, sugirieron y apoyaron.

Y a todos los que trabajaron en la Comisión de Verdad y Reconciliación, a los famosos y anónimos, ese pedazo de memoria y dignidad, para que el país no lo olvide.

[1] Los saltos de página del libro original han sido reemplazados por tres asteriscos. (Nota de el Trauko).