Su mano se había tensado en el volante, y sus mejillas habían comenzado a arder. Su atención se había centrado en la carpeta que él llevaba en la mano derecha, y se había preguntado que haría él si accidentalmente lo atropellase. Si su pie accidentalmente resbalara del freno y el coche saliera disparado. Si ella accidentalmente le atropellase, y luego diera marcha atrás y otra vez para delante sólo para asegurarse.
Había acelerado al máximo el motor del Miata como si fuera Cha-cha Muldowney [34] esperando que bajaran la bandera, luego había soltado el embrague y el coche salió disparado hacia el paso de peatones. Nick levantó la cabeza repentinamente, y había saltado a un lado. Sus cejas se levantaron y sus fríos ojos grises la taladraron. Por una décima de segundo el parachoques no se había llevado por delante su pierna derecha.
Ella le había sonreído. En ese momento, la vida había sido realmente buena.
Delaney dudó durante horas si aparecer en la fiesta de Lisa o no. No se había decidido por completo hasta que se vio sentada cómodamente con un montón de revistas y una caja de vino. Tenía veintinueve años, y si no hacía algo rápido, tenía miedo de convertirse en una de esas mujeres que llevaban sombreros en vez de cepillarse el pelo y sustituyendo sus plataformas rojas por unos Easy Spirit. Antes de volver a cambiar de idea, se puso un jersey negro de cuello alto y una chaqueta de cuero color lima. Sus pantalones vaqueros también eran negros, pero sus botas hacían juego con la chaqueta. Se esponjo los rizos suaves y pequeños aros de oro brillaban en los cuatro agujeros que tenía en cada oreja.
Delaney llegó a la fiesta, después de las ocho. Tres chicas de trece años riendo tontamente abrieron la puerta y la llevaron hacia la parte posterior de una espaciosa casa construida con cedro y piedra de río.
– Están todos aquí – informó una de las chicas de ojos oscuros-. ¿Dejas el bolso en la habitación de mi papá?
Pensó en el contenido de su pequeño bolso que parecía una sombrerera: la cartera y una barra de lápiz color Borgoña. Sin la cartera podría vivir, pero no podría reemplazar su barra de Estee Lauder durante un año-. No, gracias. ¿Eres Sophie?
La chica apenas miró por encima de su hombro a Delaney mientras pasaban a través de la cocina-. Si. ¿Quién eres?
Sophie tenía corrector, granos y un pelo asombrosamente grueso con las puntas horriblemente secas y abiertas. Las puntas abiertas volvían loca a Delaney. Era como una de esas personas que cuando un cuadro está torcido se vuelve loca si no lo pone al derecho-. Soy amiga de Lisa, Delaney.
La cabeza de Sophie giró y sus ojos se abrieron-. ¡Oh Dios mio! Oí a mi abuela hablar de ti.
Por la expresión de la cara de Sophie, Benita no había dicho cumplidos de ella-. Estupendo, – masculló Delaney mientras pasaba por detrás de las tres chicas. Atravesó unas puertas de cristal dobles que daban a una terraza. La blanca playa arenosa de debajo estaba llena de las sombras de dos poderosas Ponderosas, y varios botes estaban atados al muelle balanceándose sobre las olas suaves del Lago Mary.
– Hola -saludó Lisa y se excusó ante el círculo de personas que estaban con ella-. Me preocupaba que no vinieras. ¿Tuviste que ir a otro sitio antes?
Delaney miró sus ropas, y luego levantó su mirada a los otros invitados que llevaban camisetas y pantalones cortos-. No. Es que tengo frío, -contestó-. ¿Estás segura de que está bien que esté aquí?
– Segura. ¿Cómo fue el desfile?
– Fue casi exactamente igual que el último que ví, pero del grupo de veteranos de La Guerra Mundial sólo quedan dos viejos en la parte trasera de un bus escolar-. Ella sonrió, más relajada de lo que había estado en un mes-. Y lo más emocionante fue adivinar cual sería la tuba que tocaría cuando salieran los caballos.
– ¿Cómo estuvo la banda de la escuela secundaria? Sophie me dijo que estuvieron muy bien este año.
Delaney intentó hacer un cumplido-. Bueno, los uniformes son mejores que cuando estábamos en la escuela.
– Eso es lo que pensé-. se rió Lisa-. ¿Tienes hambre?
– Ya he comido.
– Vamos y te presentaré a la gente. Hay algunas personas que puede que recuerdes.
Lisa seguida de Delaney se integró con el grupo de personas que se reunían alrededor de dos barbacoas. No más de quince, los invitados eran una combinación de amigos que Lisa y Louie conocían de toda la vida y personas que trabajaban en Construcciones Allegrezza.
Delaney conversó con Andrea Huff, la mejor lanzadora de béisbol en la escuela primaria. Andrea estaba casada con John French, de niño había detenido con su estómago uno de los lanzamientos de Andrea y había vomitado una mezcla de queso y macarrones en el campo de juego. Los dos parecían felices juntos, y Delaney se preguntó si no estarían hechos el uno para el otro desde siempre.
– Tengo dos hijos-. Señalo la playa de abajo, se detuvo inclinándose sobre la barandilla y gritando a voz en cuello a un grupo de niños que entraban en el lago, -¡Eric! Eric French, te dije que no te metieras en el agua tan pronto después de comer.
Un niño volvió la cabeza y levantó una mano como visera-. Sólo me metí hasta las rodillas.
– Muy bien, pero si te ahogas no me vengas luego gritando-. Andrea suspiró mientras se incorporaba-. ¿Tienes niños?
– No. Nunca he estado casada.
Andrea la miró como si fuera una extraña, y en Truly, Delaney supuso que tener veintinueve años y no haberse casado era algo muy raro.
– Ahora, cuéntame lo que has hecho desde secundaria.
Delaney le habló de los lugares que había vivido, y luego la conversación derivó a los recuerdos que cada una tenía de lo que habían hecho al mismo tiempo en el pequeño pueblo. Charlaron sobre ir en trineo al pie del Monte Shaw, y se rieron de aquella vez en la que Andrea había perdido la parte superior de su bikini haciendo esquí acuático sobre el lago.
Algo cálido, e inesperadamente cercano invadió el alma de Delaney. Hablar con Andrea era como si acabara de encontrar algo que ni siquiera sabía que había perdido, como unas zapatillas viejas descartadas hacía mucho tiempo por un par más bonito y nuevo.
Después de Andrea, Lisa presentó a Delaney a varios solteros que trabajaban con Louie, y Delaney se encontró siendo receptora de una halagadora atención masculina. La mayor parte de los chicos eran menores que Delaney.
Algunos estaban muy morenos, con músculos duros como el acero, como si hubieran salido de un anuncio de Coca Cola Light. Delaney se alegró de no haberse acomodado sobre la caja de Franzia [35]. Especialmente cuando un conductor de excavadora llamado Steve le dio una botella de Bud y la miró con sus claros ojos azules. Su pelo era como sirope de caramelo decolorado por el sol, y había cierto desaliño en él que Delaney hubiera encontrado enormemente atractivo si no hubiera sido tan artificial. Su pelo estaba estratégicamente despeinado y se había echado un gel para que pareciera natural. Steve sabía que era muy guapo.
– Voy a ver que hace Louie-. Lisa sonrió abiertamente, luego le hizo a Delaney un signo de aprobación detrás de la espalda de Steve como si todavía estuvieran en secundaria y se tuvieran que aprobar las citas.
– Te he visto por ahí – dijo Steve tan pronto como se quedaron solos.
– ¿En serio?- llevó la cerveza a sus labios y tomó un trago-. ¿Dónde?
– En tu pequeño coche amarillo-. Su sonrisa mostró unos dientes muy blancos, ligeramente torcidos-. Es difícil no verte.
– Supongo que mi coche llama la atención.
– No tu coche. Tú. Es difícil no verte.
Se había sentido tan invisible con las camisetas de algodón y los pantalones cortos que había llevado puestos últimamente que se señaló y preguntó, – ¿Yo?