Delaney miró a Lisa y las dos estallaron en risas.
– ¿Qué es tan gracioso?- quiso saber Louie. Cruzó los brazos sobre el pecho y sus cejas oscuras formaron una línea en su frente.
– Tú – contestó Lisa y besó sus sólidos labios. -Estás chiflado, pero es una de las cosas que amo de ti.
Louie pasó un brazo alrededor de la cintura de Lisa y la apretó contra sí-. Te amo también, alu gozo.
Nunca nadie había murmurado palabras exóticas a Delaney, a no ser que contara “Hazlo, cariño”. Nunca nadie la había amado de la forma en que Louie obviamente amaba a Lisa. Y nadie tendría una maldita posibilidad, ya sea dicho, mientras estuviera parada en Truly sin nada más que hacer que pasear los perros. Tenía que haber algo mejor que hacer allí que recoger mierda de perro-. ¿De quien es el edificio al lado del tuyo?
– Ahora tuyo-. se encogió de hombros Louie-. O quizá de tu madre. Supongo que dependerá de cómo se reparta la herencia de tu padre.
– ¿En serio?- recibió las noticias con una enorme sonrisa en los labios.
– Si. Henry era el propietario de la manzana entera.
– ¿De tus oficinas, también?
– Si.
Con eso tenía mucho en qué pensar y dio un paso atrás-. Bueno, gracias por la invitación – les dijo, con la intención marcharse antes de que Nick recorriera la distancia que los separaba.
– Pero si ya estás aquí, -señaló Lisa-. Quédate hasta después de los fuegos artificiales. Louie, dile que queremos que se quede.
– ¿Por qué no te quedas?- dijo Louie y tomó la bota [36] que llevaba sobre el hombro y se la ofreció.
Estupendo, ahora parecería un bebé si se fuera. Tomó el saco de piel de cerdo y preguntó, – ¿Qué es esto?
– Txakoli-. Como ella no bebió, agregó-: vino tinto. Es para ocasiones especiales y días de fiesta.
Delaney levantó el saco y un chorrito de vino resbaló por su barbilla antes de caer en su boca. El vino era dulce y muy potente, y cuándo lo bajó, el vino cayó por su garganta-. Creo que debería conseguir un vaso – bromeó y se limpió la barbilla y el cuello.
Desde atrás, le quitaron la bota de su mano. Se giró y clavó los ojos en un pecho ancho y una camiseta de algodón verde decolorado. Su estómago se retorció como una galleta cubierta de sal mientras lentamente paseaba la mirada de los labios de Nick a sus ojos grises. Los chicos Allegrezza tenían la mala costumbre de acercársele a hurtadillas por detrás.
– Abre- dijo.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado y clavó los ojos en él.
– Abre -repitió y puso la bota a varios centímetros de su cara.
– ¿Qué vas a hacer si no lo hago? ¿Regarme el vino por encima?
Él sonrió, lenta y sensualmente-. Sí.
Ella no lo dudó ni por un momento. Al segundo había abierto los labios, el vino se deslizó entre sus labios abiertos. Observó indefensa como Lisa y Louie se daban la vuelta y se iban. Los hubiera detenido si no se hubiera visto forzada a guardar silencio. Entonces el chorro de vino cesó súbitamente y una última gota cayó. Ella tragó y se lamió la comisura de la boca. No dijo una sola palabra.
– De nada.
La brisa le llevó el perfume de su piel e hizo jugar las hebras de su grueso pelo oscuro sobre sus hombros desnudos. Olía al aire limpio de la montaña y a sensual hombre oscuro-. No te pedí ayuda.
– No, pero necesitas un montón de txakoli para que yo no te parezca un grano en el culo. -Él se reclinó ligeramente y levantó la bota. Un arco rojo llenó su boca, y su garganta se movió mientras tragaba. Un fino vello negro oscurecía su axila, y por primera vez, Delaney advirtió el tatuaje que rodeaba su bicep derecho. Era una fina corona de espinas, y las vueltas y púas de tinta negra destacaban con viveza contra de su suave piel color café claro. Bajo la bota y chupó una gota de vino de su labio inferior-. ¿Me ibas a atropellar el otro día, Fierecilla?
Ella intentó no reaccionar-. No me llames así, por favor.
– ¿El qué? ¿Fierecilla?
– Sí.
– ¿Por qué no?
– Porque no me gusta.
A Nick le importaba un bledo lo que a ella le gustara. Había tratado de atropellarlo, sin ninguna duda. Él deslizó la mirada por su cuerpo de arriba abajo-. Creo que es una pena-. Al momento de poner un pie en la terraza, la había visto, y no sólo porque llevara puesto un jersey de cuello alto y la chaqueta verde de cuero cuando todos los demás estaban vestidos con ropa veraniega. Fue su pelo. El sol poniente había quedado atrapado en todos esos tonos diferentes de rojo y parecían llamas.
– Entonces supongo que la próxima vez que te vea en un paso de peatones, no frenaré.
Nick dio un paso adelante hasta que ella tuvo que inclinar la cabeza para poder mirarlo. Su mirada se movió sobre sus mejillas perfectas de porcelana hasta sus labios rosados. La última vez que había estado tan cerca de ella, había estado desnuda-. Hazlo lo mejor que puedas-. Blanco y rosa. Eso era la mayor parte de lo que recordaba. La suave boca rosada y la lengua. Los firmes pechos blancos y los arrugados pezones rosados. Los blancos muslos sedosos.
Ella abrió la boca para decir algo, pero lo fuera que fuera lo que iba a decir fue silenciado cuando Gail se acercó.
– Aquí estás – dijo Gail mientras rodeaba a Nick con un brazo-. Apresurémonos y cojamos un lugar en la playa antes de que empiece el espectáculo.
Nick se quedó mirando los grandes ojos color café de Delaney y sintió un apretón en la ingle que no tenía nada que ver con la mujer que se apoyaba en él. Se volvió y fijó su atención en Gail-. Si tienes tanta prisa, ve delante.
– No, esperaré-. Gail desvió la mirada de Nick a Delaney. Agarró su brazo con fuerza.-Hola, Delaney. Oí que habías vuelto.
– Por algún tiempo.
– La última vez que hablé con tu madre, me dijo que eras auxiliar de vuelo en United.
El ceño frunció la frente de Delaney y miró alrededor como si estuviera buscando desesperadamente una vía de escape-. Eso fue hace cinco años, y me ocupaba de los equipajes, no era auxiliar de vuelo, -dijo y retrocedió un paso.-Bueno, me alegro de verte otra vez, Gail. Me tengo que ir. Le dije a Lisa que la ayudaría a… ah… hacer algo-. Sin ni siquiera una mirada en dirección a Nick, se dio la vuelta y se fue.
– ¿Qué hay entre vosotros dos?- preguntó Gail.
– Nada-. No quería hablar de Delaney, especialmente no con Gail. Ni siquiera quería pensar en ella. Era un problema para él. Siempre lo había sido. Desde la primera vez que había mirado sus grandes ojos castaños.
– Cuando venía hacia aquí parecía como sí hubiera algo.
– Basta ya-. Se liberó del apretón de Gail y se dirigió a la casa. Cuando, había ido a su casa para recoger los cohetes para Sophie, Gail y las gemelas estaban delante de su puerta. No le gustaba que las mujeres se dejaran caer por su casa. Les daba ideas poco realistas de su relación con ellas. Pero era un día de fiesta, y había decidido pasar por alto la intrusión esta vez y las había invitado a casa de Louie. Ahora deseó no haberlo hecho. Reconoció esa mirada vehemente en los ojos de Gail. No estaba dispuesta a soltarlo.
Gail siguió a Nick, pero esperó hasta que estuvieron en la cocina desierta antes de continuar – ¿Recuerdas cuándo Delaney se fue hace diez años? Mucha gente dijo que estaba embarazada. Y mucha gente opinaba que tú eras el padre.
Nick puso la bota de Louie en la encimera, y abrió la nevera. Cogió dos Miller [37] y le quitó la tapa a cada una. Recordaba los rumores. De hecho según de quien lo oyera, los cotilleos versaba sobre Delaney y él haciendolo en cien lugares diferentes y de formas muy imaginativas. Pero fuera cual fuera la versión que se oyera, el final era siempre igual. Nick Allegrezza había puesto sus manos sucias en Delaney Shaw. Había dejado preñada a la princesa.