Y siempre en lo más profundo de su mente pensaba que todo aquello era increíble. Éste era Nick, el niño que había pasado tanto tiempo aterrorizándola y fascinándola. Nick, el hombre que la hacía sentirse ardiente y jadeante.
Él acabó el beso antes de que Delaney estuviese lista, y ella deslizó sus manos a los lados de su cuello.
– Vámonos de aquí, -dijo él y agarró su mano.
Esta vez no le preguntó adónde iban.
No le importaba.
Capítulo Siete
Se alejaron ocho kilómetros del pueblo y estacionaron en la orilla arenosa de Angel Beach. La propiedad era privada y tuvieron que abrir una verja para llegar hasta allí. Era una zona que Delaney conocía al dedillo. El bosque denso daba paso a la arena blanca y todo pertenecía a Henry.
Nick recostó la espalda contra el capó del Mustang, luego plantó un pie en el parachoques. Sacó dos Coors del pack de seis latas, colocando el resto del pack a su lado-. ¿Alguna vez bebiste cerveza?- preguntó, haciendo estallar las anillas de la parte superior y dándole una a Delaney.
Henry le había dado permiso para probarla-. Bueno, claro. Desde siempre.
Él le dirigió una mirada desde debajo de sus pestañas-. ¿Desde siempre?, ya- Se puso la lata en los labios y tomó un largo trago.
Delaney lo observó y tomó un sorbo de su cerveza. Hizo una mueca de desagrado y giró la espalda mirando el Lago Mary a diez metros delante de ella. Un camino plateado surcaba las oscuras aguas con el reflejo de la luna llena. La estela parecía mágica, como si se pudiera recorrer la orilla por encima sin mojarse. Como si pudieras atravesar andando el agua y llegar a algún lugar exótico. Ella tomó otro sorbo de cerveza, y esta vez consiguió no poner mala cara. Una brisa fresca susurraba en su piel, pero no tenía frío.
– Parece que no quieres ir a la “U of I” [42].
Ella se volvió hacia Nick. Los rayos de la luna llena brillaban en su pelo oscuro-. No, no quiero ir a la universidad ahora mismo.
– Entonces no vayas.
Ella se rió y tomó unos sorbos más de su cerveza-. Si, de acuerdo. ¿Y cuándo tengo que querer hacer algo para hacerlo? Henry ni siquiera me preguntó a qué clases quería asistir. Sólo me matriculó y pagó.
Nick se quedó quieto un momento y Delaney no tuvo que preguntarle lo que pensaba. La ironía era más fuerte que las palabras. Nick trabajaba duramente para ir a la universidad, un privilegio que su padre forzaba a aceptar a Delaney-. Dile al viejo que te deje en paz. Yo lo haría.
– Sé que tú lo harías, pero yo no lo puedo hacer.
Él puso a la vista la lata y preguntó, – ¿Por qué no?
Porque siempre se había sentido como si tuviera una deuda con Henry por rescatarlas a su madre y a ella de ese pequeño remolque Airstream en las afueras de Las Vegas-. Es sólo que no puedo-. Su mirada recorrió el negro contorno de las montañas antes de descansar otra vez sobre Nick-. Esto es tan extraño, -dijo ella-. Nunca habría pensado que tú y yo acabaríamos siendo colegas de borrachera.
– ¿Por qué?
Lo miró como si fuera ligeramente retrasado.
– Porque tú eres tú. Y yo soy yo, -dijo y tomó unos sorbitos más.
Su mirada se entrecerró-. ¿Quieres decir porque tú eres la hija del alcalde y yo soy su hijo bastardo?
Su brusquedad la asombró. La mayor parte de la gente que conocía no decía las cosas tan directamente. Besaban el aire encima de la mejilla y le decían lo bueno que era todo aunque no lo fuera. Se preguntó como sería tener la libertad de hacerlo así-. Bueno, yo no lo diría de ese modo.
– ¿Cómo lo dirías entonces?
– Diría que tu familia me odia, y que la mía no te tiene cariño.
Él inclinó la cabeza para atrás y se terminó su cerveza. La estudió desde el borde de la lata hasta que la bajó otra vez-. Es un poco más de complejo que eso.
– Cierto. Te has pasado la mayor parte de tu vida torturándome.
La comisura de su boca llena se curvó-. Nunca te torturé. Algunas veces te gasté bromas.
– ¡Ja! Como cuando estaba en tercer grado y me dijiste que Reggie Overton secuestraba a las niñitas rubias y se las daba de comer a sus dobermans. Estuve aterrorizada con Reggie durante años.
– Y tú te has pasado la mayor parte de tu vida caminando a mi alrededor con la nariz alzada como si yo oliera mal.
– No, no lo hice- Delaney se dijo que nunca lo había tratado así.
– Sí, lo hiciste – aseguró.
– ¿Porqué me besaste esta noche?
Su mirada se deslizó hacia su boca-. Curiosidad.
– ¿Curiosidad por ver si te dejaba?
Él se rió silenciosamente y deslizó los ojos por la fila de botones que cerraban su vestido-. No -dijo como si el rechazo nunca se le hubiera ocurrido. Volvió la mirada a sus ojos-. Curiosidad por saber si sabes tan dulce como parece.
Ella se estiró todo lo alta que era y bebió unos sorbos más de la cerveza para adquirir el coraje de preguntarle, – ¿Qué decidiste?
Él levantó un dedo y dijo con una voz baja y sensual – Ven aquí, Fierecilla.
Algo en su voz, lo que dijo y la forma en que lo hizo, la llevaron hasta él como si estuviesen atados con una cuerda y él hubiera tirado de ella. Sintió un cosquilleo en el estómago.
– He decidido que sabes como el vino de arándanos del Tío Josu. Definitivamente dulce, pero con un toque caliente.
Ella escondió su sonrisa detrás de la lata de Coors. Quería ser como ese vino-. ¿Es malo?
Él tomó la cerveza de su mano y la colocó detrás de él en el capó del coche-. Depende de lo que quieras hacer con eso-. Él colocó su cerveza al lado de la de ella y se levantó con un movimiento fluido. Colocó dos dedos debajo de su barbilla y miró fijamente a sus ojos-. ¿Te ha besado alguien alguna vez hasta que estabas tan caliente que ardías?
Ella no contestó, no queriendo admitir que nunca había estado tan consumida u ofuscada por la pasión como para perder la cabeza o el miedo por Henry.
Nick llevó sus manos a ambos lados de su cuello, e indagó en sus ojos-. ¿Hasta que no te preocupaba ninguna otra cosa?- Él bajó su cara hasta su oreja-. ¿Ha tocado alguien tus pechos?- murmuró-. ¿Debajo de la camisa, debajo del sujetador? ¿Dónde tu piel es caliente y suave?
Su lengua se le pegó al paladar.
– ¿Ha metido la mano dentro de tus bragas?- Su boca abierta y caliente se movió por su mejilla-. ¿Sintiendo cómo estabas resbaladiza y lista entre tus piernas?
Además de en la clase de salud, nadie nunca había hablado antes a Delaney sobre el sexo. Ella lo sabía, lo había aprendido de películas y de escuchar sin querer a otras chicas de la escuela. Incluso Lisa asumía que era una puritana, pero aparentemente Nick no. Nick había visto lo que nadie más, y en lugar de sentirse ofendida por su lenguaje, ella giró la cara y lo besó. Durante años había oído rumores sobre sus éxitos sexuales. Ella no quería que él pensara que era ingenua y aburrida en comparación y a propósito aumentó la pasión y le devoró con sus labios y su lengua. Se dejó caer de cabeza en el calor ardiente que quemaba su piel. Su joven cuerpo se llenó de los jugos calientes del deseo, y por primera vez en su vida, se dejó llevar.
El beso barrió totalmente sus diferencias, dejándolas fuera por el exceso de la pasión. Sus manos se movieron a su espalda y se deslizaron por ella. Tomó sus nalgas con las palmas de las manos y la puso de puntillas aplastando sus pechos contra su tórax. Él la apretó contra su pelvis y la dejó sentir su dura erección. Ella no tuvo miedo. En vez de eso se sintió libre. Liberada para explorar por sí misma lo qué otras chicas de su edad sabían. Liberada para ser una deseable chica de dieciocho años a punto de convertirte en una mujer. Se excitó con las nuevas sensaciones y asombrada, quiso que la tocara como a cualquier otra chica. Para perderse en él.