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– Gracias. ¿Has pensado alguna vez en cortártelo más?- preguntó, cambiando otra vez de tema a propósito-. ¿Realmente corto, como Halle Berry en Los Picapiedra?

– No creo que me quedara bien.

– Créeme, estarías impresionante. Tienes los ojos grandes y la cabeza con una forma perfecta. La mía es una especie de flecha así que necesito un montón de volumen.

– Tendría que pensar en eso durante mucho tiempo.

Delaney dejó las tijeras y le echó un poco de espuma. Envolvió las puntas del pelo de Lanna alrededor de un gran cepillo redondo y lo secó con el secador. Cuando acabó, le dio un espejo oval-. ¿Qué crees?-preguntó, a sabiendas de que se veía muy bien.

– Creo – contestó Lanna lentamente mientras estudiaba su pelo por detrás, – que no necesito conducir los cien kilómetros hasta Boise para cortarme otra vez el pelo.

Después de que Lanna se fue, Delaney barrió el pelo y enjuagó el lavacabezas. Pensó en el viejo rumor de hacía diez años de que se había ido del pueblo porque llevaba el niño de Nick. Se preguntó qué otros chismes habría corrido cuando había dejado el pueblo por una habitación en la Universidad de Idaho. Tal vez le preguntaría a su madre esa noche cuando fuera en coche para la cena.

Pero no tuvo ocasión de preguntarle. Se encontró con que Harrison le abría la puerta con un vaso de whisky en la mano y una sonrisa acogedora en la cara.

– Gwen está en la cocina haciendo algo de cordero, -dijo cuando cerró la puerta detrás de ella-. Espero que no te importe que tu madre me invitase esta noche.

– Claro que no-. Los olores maravillosos del cocido de su madre llenaron la cabeza de Delaney e hicieron agua su boca. Nadie cocinaba una pierna de cordero como Gwen, y los aromas de la cocina envolvieron a Delaney en los cálidos recuerdos de las ocasiones especiales en la casa Shaw, como Pascuas o su cumpleaños cuando tenía permiso de escoger su comida favorita.

– ¿Cómo va tu peluquería?- preguntó mientras le echaba una mano con su abrigo largo de lana, colgándolo en el perchero del vestíbulo.

– Muy bien-. Últimamente, parecía que Gwen pasaba bastante tiempo con Max, y Delaney se preguntó que pasaba entre su madre y el abogado de Henry. No veía a su madre como la amante de ningún hombre. Era demasiado estirada, y Delaney se figuró que no podría ser otra cosa que amistad-. Deberías venir y dejar que te corte el pelo.

Su risa silenciosa hizo sonreír a Delaney-. Podría hacerlo -dijo mientras se dirigían hacia el fondo de la casa.

Cuándo entraron en la cocina, Gwen los miró con un manojo de zanahorias pequeñas en la mano. Un ceño fruncido casi imperceptible estrechaba los ojos de Gwen un poco, y Delaney supo que algo andaba mal.

¡Joder! Alguien tenía un problema, y dudaba que fuera Max-. ¿Qué celebramos?

– Nada. Quise hacer tu plato favorito-. Gwen miró a Max y le dijo – En cada cumpleaños, Laney siempre pedía que hiciese cordero. Otros niños habrían querido pizza o hamburguesas, pero no ella.

Tal vez el problema tampoco fuera suyo, pero dibujó una sonrisa alegre por si acaso-. ¿Cómo te puedo ayudar?

– Puedes sacar la ensalada del refrigerador y la puedes aliñar, por favor.

Delaney hizo lo que le dijo y luego llevó la fuente al comedor. La mesa estaba adornadas con bellas rosas, velas de cera de abejas, estilo Royal Doulton [43] y damasco fino. Parecía ser una ocasión especial. Podía significar dos cosas completamente diferentes. Que se debía preocupar, o que no se debía preocupar por nada. Quizá su madre simplemente quería disfrutar de una buena comida, o se escondía tras una máscara.

Delaney supo a los pocos minutos de estar sentada que era esto último. Había algo chocante en el cuadro perfecto. La conversación durante la cena fue agradablemente superficial, pero una corriente de tensión se escondía justo debajo. Max podía no verlo, pero Delaney tenía un mal presentimiento. Lo sintió al llegar y mientras se comía el cordero con menta de su madre. Sonrió y se rió y entretuvo a Max con historias de todos los lugares donde había vivido. Supo mantener el tipo, pero cuando ayudó a llevar los platos de la cena a la cocina, su dolor de cabeza martilleó en su entrecejo. Tal vez con Max allí, podría hacer una rápida escapada antes de que su cabeza estallase-. Bueno, -dijo mientras colocaba los platos al lado del fregadero – Odio comer e irme, pero…

– Max, -interrumpió Gwen, – ¿Podrías dejar solas a las chicas un momentito?

Joder.

– Claro, iré a examinar esos contratos a los que querías que echara un vistazo.-

– Gracias. No tardaré.

Gwen esperó hasta que oyó que las puertas del despacho de Henry se cerraban antes de decir, – necesito hablar contigo sobre tu escandaloso comportamiento

– ¿Qué escandaloso comportamiento?

– Trudie Duran me llamó esta tarde para informarme que Tommy Markham y tú os emborrachabais juntos mientras su esposa estaba de viaje. Según Trudie, todo el mundo en el Shop N-Kart hablaba de eso.

– ¿Quién es Trudie Duran?- preguntó Delaney, su cabeza le estallaba.

– ¡Eso no tiene importancia! ¿Es cierto?

Cruzó los brazos debajo de los pechos y frunció el ceño-. No. Ví a Tommy en Hennesey la otra noche, y hablamos un poco. Lisa estuvo con nosotros la mayor parte del tiempo.

– Bueno, que alivio-. Gwen cogió un rollo de papel de estaño y cortó un gran trozo -Y luego, por si eso no fuera lo suficientemente malo, me dijo que su hija Gina te vio besándote con Nick Allegrezza en la pista de baile-. Con tranquilidad colocó la fina hoja metálica encima de la encimera-. Le dije que debía ser un error, porque estoy segura de que nunca harías una cosa tan estúpida. Dime que se equivocó.

– De acuerdo, se equivocó.

– ¿Y es verdad?

Delaney pensó la respuesta pero supo que tarde o temprano la mentira la pillaría. Además, no era una niña que temiera un castigo, y no iba a dejar que su madre la riñera como cuando era pequeña-. No.

– ¿En qué estabas pensando? Dios mío, ese chico y toda su familia no son nadie, nos han molestado desde el momento en que llegamos a este pueblo. Son rudos y celosos. Especialmente de ti, aunque Benita ciertamente me ha mostrado su lado feo en más de una ocasión. ¿Has olvidado lo que sucedió hace diez años? ¿Has olvidado como te engañó Nick? ¿Qué dolor y humillación nos causó a todos nosotros?

– No fue a todos nosotros. Fue a mí, y no, no lo he olvidado. Pero estás haciendo una montaña de un grano de arena – tranquilizó a su madre, pero no se sentía con ganas de nada-. No pasó nada. Fue tan insignificante, que ni quiero hablar sobre ello. Ni siquiera quiero pensarlo.

– Bueno, pues es mejor que pienses en eso. Sabes cómo adora la gente de este pueblo los rumores, especialmente cuando se trata de nosotros.

Delaney pensó que a la mayoría de la gente de Truly le gustaba esparcir chismes, incluyendo a Gwen, pero no creía que se esmeraran especialmente en los que concernían a los Shaws. Los chismes jugosos obtenían mucha atención, pero como siempre, su madre le daba demasiada importancia-. De acuerdo, pensaré en ello-. Cerró los ojos y presionó la frente con los dedos.

– Espero que lo hagas, y por el amor de Dios, mantente lejos de Nick Allegrezza.

Tres millones de dólares, se dijo a sí misma. Puedo hacer esto por tres millones.

– ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?

– Sólo tengo dolor de cabeza-. Respiró profundamente y dejó caer las manos-. Me tengo que ir.

– ¿Estás segura? ¿No puedes quedarte para el postre? Lo compré en el Bakery Basket de la Sexta.

Delaney declinó y atravesó el vestíbulo hasta el despacho de Henry. Le dio las buenas noches a Max, luego cogió su abrigo y metió las manos en las mangas.

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[43] www.royaldoulton.com, marca de artículos para cocina y menaje de mesa, de buen gusto. (N de T)