Su cabeza latía y parecía que le iba a estallar, se tomó cuatro Tylenol. Era culpa de Tommy y de Nick. Estaba ocupada en sus cosas cuando ambos hombres la habían abordado. Si la hubieran dejado sola, esta noche no habría ocurrido nada. No se habría tenido que defender de su madre, y no habría tenido nada que aclarar con Helen en el Value Rite.
Delaney agarró la revista, luego se dirigió hacia el cuarto de baño y llenó la bañera. Tan pronto como se desnudó, se hundió en el agua caliente. Un estremecimiento recorrió su columna vertebral y suspiró. Trató de leer, pero su mente estaba inmersa en la forma de robarle el negocio a Helen. Se preguntó si el cabrón de Tommy, realmente le había dicho a su esposa que Delaney le había hecho insinuaciones amorosas, pero supuso que realmente no tenía importancia.
Los pensamientos daban vueltas en su cabeza regresando a Nick y a los rumores. Comenzaban de nuevo. Diez años atrás, los dos habían sido un tema candente, aparentemente los habían emparejado después de que ella hubiera dejado el pueblo. No quería ser emparejada con Nick. No quería que la miraran como si fuera una de sus mujeres. Y probablemente no sería así si él no la hubiera sacado a la fuerza a la pista de baile y la hubiera besado hasta que sintió el sol bajo sus pies. Con muy poco esfuerzo, había hecho latir su corazón a toda velocidad y temblar su cuerpo. No sabía por qué razón Nick de todos los hombres la podía poner del revés con sólo un beso, pero obviamente no era la única. Estaban Gail y Lonna Howell, sólo esas dos que ella supiera.
Buscó un artículo de la revista sobre las feromonas y el poderoso efecto que tenían en el sexo contrario. Si lo que leía era cierto, entonces Nick tenía ventaja. Era el flautista de Hamelin de las feromonas, y Delaney simplemente otra rata susceptible.
Permaneció en la bañera hasta que el agua se puso fría y salió y se vistió para ir a la cama con un camisón de franela y calcetines gruesos que le llegaban a las rodillas. Puso el despertador para las ocho y media y luego se deslizó bajo su grueso edredón nuevo. Trató de sacar de su cabeza a Nick y a Tommy, a Gwen y a Helen, pero después de tres horas de oír el tictac del reloj digital, fue al botiquín y buscó cualquier cosa que pudiera ayudarla a dormir. Todo lo que tenía era una botella de Nyquil [46] que había traído de Phoenix. Se tomó un par de tragos y finalmente se fue a dormir.
Pero no encontró descanso en el sueño. Soñó que se quedaba en Truly de por vida. El reloj estaba parado. Los días no transcurrían. El calendario estaba siempre en el treinta de mayo. No había nada más.
Cuando Delaney se despertó, fue con un golpeteo en la cabeza y el zumbido del despertador. Se sintió aliviada por escapar de la pesadilla. Apretó el botón de apagado de su reloj y cerró sus ojos. El golpeteo continuaba y se dio cuenta de que no era en su cabeza, sino en la puerta principal. Atontada por la falta de sueño y los lingotazos de Nyquil, tropezó en la sala de estar. Con sus calcetines alrededor de los tobillos, abrió bruscamente la puerta. Inmediatamente levantó el brazo como un vampiro, protegiendo sus ojos del sol matutino que le quemaba la cornea. De reojo, entre la niebla que le nublaba la vista, observó que la boca de Nick Allegraza se curvaba lentamente en una sonrisa. El aire frío golpeó su cara y casi la dejó sin respiración-. ¿Qué quieres?- inspiró con dificultad.
– Buenos días, Rayo de sol.
Estaba riéndose a costa de ella otra vez y le dio un portazo. Nick era la última persona que quería ver en ese momento.
Su risa continuó mientras le gritaba desde fuera-. Necesito la llave de la puerta trasera de tu peluquería.
– ¿Por qué?
– Pensaba que querías cambiar las cerraduras.
Capítulo Nueve
Delaney clavó los ojos en la puerta cerrada durante varios segundos. De ninguna manera iba a volver a abrirla. Había jurado mantenerse lejos de Nick. Él no era más que un problema, y ella estaba bastante segura de que tenía pinta de acabar de salir de la cama. Pero quería tener cerraduras nuevas-. Dejaré las llaves en tu oficina más tarde – gritó.
– Mas tarde estoy ocupado. Es ahora o la semana próxima, Fierecilla.
Ella abrió bruscamente la puerta otra vez y miró al hombre asquerosamente bien parecido que estaba allí plantado con el pelo echado hacia atrás y las manos en los bolsillos de su cazadora de motorista.-¡Te dije que no me llamaras así!
– Es cierto, lo dijiste- dijo, entrando delante de ella en el apartamento como si fuera el dueño del lugar, trayendo el olor del otoño y del cuero.
El frío aire formó remolinos en las espinillas de Delaney y se metió por debajo de su camisón, recordándole que no estaba vestida para recibir visitas, pero dicho sea de paso no era como si estuviera enseñando algo. Ella tembló y cerró la puerta-. Oye, no te invité a entrar.
– Pero querías hacerlo -dijo abriendo la gran cremallera plateada de su chaqueta.
Sus cejas quedaron a la misma altura y ella negó con la cabeza-. No, no quería-. Repentinamente su apartamento parecía mucho más pequeño. Él lo llenaba con su tamaño, el perfume de su piel y su poderosa masculinidad.
– Y ahora también quieres hacer café-. Llevaba puesta una camisa de franela a cuadros gris y azul. Las camisas de franela obviamente eran básicas en su guardarropa. Y los Levi’s. Suaves Levi’s desgastados en interesantes lugares.
– ¿Estás siempre así de malhumorada por las mañanas?- preguntó, mientras su mirada escudriñaba el apartamento, percatándose de todo. Sus botas descansando sobre la ajada alfombra beige. Los muebles viejos de la cocina. Las dos cajas de tampones en la encimera.
– No -replicó-. Normalmente soy muy agradable.
Su mirada regresó a ella, e inclinó la cabeza hacia un lado-. ¿Un mal día?
Delaney se llevó la mano a la sien de su cabeza y reprimió un gemido-. Te daré la llave -dijo entrando en la cocina y agarrando su bolso. Cogió su llavero “Names to Take, Butts to Kick” [47]. Cuando se dio la vuelta, Nick estaba tan cerca que dio un salto para atrás y su trasero golpeó los cajones. Ella clavó los ojos en su mano, tendida hacia ella. Sus largos dedos romos, las líneas y los callos de su palma. Una cremallera plateada cerraba la manga negra de cuero desde el codo a la muñeca. La lengüeta de aluminio colgaba sobre el talón de su mano.
– ¿Dónde están los enchufes más cercanos a las puertas?
– ¿Qué?
– Los enchufes de la peluquería.
Ella soltó las llaves en su mano-. Enfrente de la caja registradora y detrás del microondas del almacén-. Y porque él parecía una fantasía y estaba segura de que ella estaba horrible, espetó – No toques nada.
– ¿Pero que piensas que voy a hacer?- gritó mientras prácticamente corría por el vestíbulo-. ¿Ponerme yo solo una permanente?
– Nunca sé lo que vas a hacer -dijo y cerró la puerta del dormitorio detrás de ella. Se miró en el espejo de encima del tocador y se puso una mano en la boca-. Oh Dios mío – gritó. Tenía toda la pinta de acabar de salir de la cama. Su pelo estaba aplastado y revuelto. Tenía la marca de las arrugas de la almohada en su mejilla derecha, y una mancha negra de rimel debajo del ojo. Había abierto la puerta pareciendo una de esas personas que acababan de sobrevivir a un desastre natural. Peor, había abierto la puerta pareciendo una loca con Nick de pie al otro lado.
Tan pronto como Delaney oyó cerrarse la puerta principal, entró en el cuarto de baño y tomó una ducha rápida. El agua caliente la ayudó a despejar la cabeza, y cuando salió, estaba totalmente despierta. Podía oír el ruido del taladro de Nick que venía de la parte delantera de su peluquería, entonces entró en la cocina y puso a hacer café. Fuera cual fuera la razón, realmente le estaba haciendo un favor. Estaba siendo amable. No sabía por qué, o cuánto tiempo duraría, pero le estaba agradecida y tenía la intención de beneficiarse.