En lugar de llamar a nadie, aparcó su Jeep al lado de los restos quemados del granero de Henry. Dejó el motor encendido y puso punto muerto. No sabía por qué había ido allí. Tal vez quería buscar la respuesta en los escombros ennegrecidos. Respuestas que sabía que nunca tendría.
No tengo sitio aquí. Odio este pueblo. Odio todo esto. No puedo esperar para marcharme. Quiero recuperar mi vida. Sus palabras todavía hacían eco en su cabeza. Aún quería agarrarla y sacudirla.
Pero ella estaba en lo cierto. No tenía sitio en Truly. Desde el momento que había mirado sobre el ataúd de Henry y la vio allí con ese traje verde y esas oscuras gafas de sol, había complicado su vida. Cuando volvió, había traído el pasado con ella. Y también todas las viejas complicaciones estúpidas que nunca había entendido.
Nick miró el frente de su camisa y abrochó los botones. El motor del Jeep y el zumbido estable de la calefacción eran los únicos sonidos que se oían en el aire de la mañana.
Te odio, le había murmurado, y la creyó. Más temprano, cuando llegó a su puerta con sus cerraduras nuevas, su propósito no era hacer que lo odiara, pero lo había hecho bastante bien. Su odio era más conveniente, y realmente se sentía un poco aliviado. No más besos ni toqueteos con ella. No más llenar su mano con su pecho firme ni su pezón duro bajo su pulgar.
Recostó su cabeza hacia atrás contra el asiento y clavó los ojos en la parte superior beige del techo de lona. Todo lo que ella tenía que hacer era mirarle y él deseaba revolver su pelo. Dejarlo caer entre sus dedos y comerle los labios. Tal vez Henry había estado en lo cierto. Tal vez había sabido lo que Nick se negaba a admitir, incluso ante sí mismo. Todavía quería cosas que no podía tener. En el pasado, alguna vez había obtenido esas cosas inalcanzables, y había seguido adelante. Pero con Delaney, no podía. No la podía tener y no podía seguir adelante. Si no fuera por el testamento de Henry, ya habría tenido relaciones sexuales con ella, y al día de hoy ya la habría olvidado. De todas formas ella no era el tipo de mujer con la que le gustaba pasar el tiempo. Sus ropas eran extrañas y tenía boca de bruja. Ni siquiera era la mujer más bella que había conocido. De hecho, estaba horrible esa mañana. Había visto muchas mujeres que no se veían demasiado bien al despertarse, pero joder, ella estaba categóricamente espeluznante.
Nick levantó la cabeza y se quedó mirando el parabrisas. Pero no importaba que aspecto tuviera. La había deseado. Había querido besar su boca somnolienta y su piel suave. Había querido llevarla de vuelta a la cama donde sus sábanas estaban todavía calientes. Desnudarla y enterrarse profundamente entre sus cálidos muslos.
La había querido tocar como en cualquiera de las mil fantasías que él había tenido mientras crecía. Como la tuvo la noche que se había subido a su coche. La noche que había conducido hasta Angel Beach. Esa noche, ella había actuado como si le hubiera querido también, pero se había marchado con Henry. Lo había dejado solo y ansiándola. Otra fantasía más sin cumplir.
Maldijo y metió la primera en el cambio de marchas del Jeep. Las anchas llantas derraparon en la carretera de tierra cuando aceleró en dirección al pueblo. Tenía algunos contratos que firmar en sus oficinas, y su madre y Louie le esperaban para el almuerzo. En vez de eso, condujo hasta una de sus obras ochenta kilómetros al norte, en Garden. Los subalternos se sorprendieron de verle. Los carpinteros se quedaron todavía más asombrados cuando se puso los guantes de trabajo y recogió un taladro. Taladró como si estuviera en el infierno el suelo y las paredes. Habían pasado varios años desde que él y Louie participaban en la parte física de la construcción. La mayor parte del tiempo iban de un lado a otro o con contratistas y proveedores. Y si no hacia una de las dos cosas o las dos a la vez, entonces creaba un negocio nuevo. Pero después del día que había tenido, se sintió bien haciendo trabajo físico.
Cuando llegó a casa, fuera ya estaba oscuro. Lanzó su chaqueta de cuero y sus llaves del coche sobre la encimera de mármol de la cocina, entonces fue por una Bud. Podía oír la televisión en otra parte de la casa pero no estaba preocupado. Toda su familia tenía las llaves de su casa y Sophie a menudo se pasaba para ver una película en su pantalla gigante. Sus botas hicieron eco en el suelo de madera dura mientras iba al salón.
La televisión se apagó y Louie se levantó del sofá beige de cuero. Echó el mando a distancia sobre la mesa de pino para café-. Deberías llamar a mamá y decirle que no estás muerto en una zanja.
Nick quitó el tapón de su cerveza y miró a su hermano mayor-. Lo haré.
– Los dos hemos intentado localizarte desde el mediodía. ¿Olvidaste el almuerzo?
– No. Decidí conducir hasta Garden.
– ¿Por qué no llamaste?
No había querido oír la desilusión en la voz de su madre o escuchar la culpabilidad que sonaría en su cabeza-. Me puse a trabajar.
– ¿Por qué no contestaste al móvil?
– No me dio la gana.
– ¿Por qué, Nick?
– Ya te lo dije. ¿De qué demonios va todo esto? No me has estado esperando porque no haya contestado al móvil.
Las cejas de Louie descendieron sobre sus ojos color café-. ¿Dónde fuiste?
– Te lo dije.
– Dímelo otra vez.
El semblante ceñudo hacía juego con el del su hermano-. Vete al Diablo.
– Es cierto entonces. Lo que todo el mundo dice de ti es cierto. Follabas a Delaney Shaw en el mostrador en su peluquería. Allí mismo en la calle Main, donde cualquiera que pasara os podía ver.
Una sonrisa lenta comenzó en las comisuras de la boca de Nick, luego estalló en carcajadas.
Louie no le vio la gracia-. Dios mío, – exclamó-. Cuando mamá me dijo que había oído que estabas besando a Delaney en Hennesey's, le dije que no lo creyera. Le dije que no eras tan estúpido. ¡Jesus, María y José, lo eres!
– No, no lo soy. No follé con Delaney ni en su peluquería, ni en ningún otro sitio.
Louie inhaló por la nariz y se rascó el cuello-. Tal vez todavía no, pero todo llegará. Vas a caer de cabeza y a perderlo todo.
Nick miró la cerveza y tomó un sorbo-. Ahora llegamos a la razón real de que estés aquí. El dinero. No te importa con quien me acueste, mientras puedas poner tus manos en Silver Creek
– Claro. ¿Por qué no? Lo admito. Lo quiero tanto que me inunda el pensamiento por las noches con todas esas casas de un millón de dólares y como gastar todo ese dinero. Pero incluso si ese terreno no valiera una mierda, aun estaría aquí porque soy tu hermano. Porque me arrastré por los arbustos contigo. Espié contigo, pinché contigo la rueda de su bicicleta pensando que lo hacíamos porque tenía una Schwinn [49] nueva. Tenía lo que deberías haber tenido tú. Y porque pensaba que la odiabas. Pero no lo hacías. Le pinchaste la rueda porque querías acompañarla a su casa. Dijiste que fuiste con ella porque así Henry te vería y se cabrearía, pero era mentira. Estabas colgado por ella. Siempre se te ha puesto dura con Delaney Shaw desde que puedo recordar y todo el mundo sabe que tú piensas con tu polla.
Lentamente Nick dejó su botella en la repisa de la chimenea de piedra-. Creo que es mejor que te vayas antes de que te patee el culo hasta fuera de mi casa.
Louie cruzó los brazos sobre su ancho pecho, no parecía que tuviera intención de irse pronto-. Esa es otra. Esta casa. Mírala.
– ¿Sí?
– Mira alrededor. Vives en una casa de trescientos cincuenta metros cuadrados. Con cuatro dormitorios y cinco cuartos de baño. Y eres un tío, Nick. Uno.
La mirada de Nick se centró en la chimenea de suaves piedras de río, el techo alto con las vigas descubiertas y las ventanas de vidriera que daban al lago-. ¿Y qué pasa?