– ¿Por qué te portas así? ¿Estás enfadado por lo que sucedió antes? Ya te dije que me aseguraré de que mi madre no diga nada.
– No me importa eso-. Incluso si él hubiera querido detener el dolor que le estaba causando, no podía. Se sentía como un niño impotente otra vez, vigilándola y queriéndola tanto que se volvía loco-. ¿Por qué no te unes a nosotros en el jacuzzi?
Ella negó con la cabeza-. Tres son multitud, Nick.
– No, tres es un número condenadamente bueno-. Él supo que nunca olvidaría el dolor de sus ojos, y se volvió a mirar a Gail-. ¿Qué te parece? ¿Te prestas a un trío?
– Un…
Él miró otra vez a Delaney y elevó una ceja-. ¿Estás de acuerdo?
Ella levantó su mano libre y agarró su abrigo de lana por encima del corazón. Dio un paso atrás y su boca se movió pero no salió ninguna palabra. Él miró su espalda, el brillante paquete rojo olvidado en su mano, y su carrera por la acera hacia su coche. Mejor que se fuera antes de que él le rogara que se quedara. Mejor terminar ahora. Nick Allegrezza no rogaba a nadie que le amara. Nunca lo había hecho y nunca lo haría.
Se obligó a quedarse allí, y se obligó a mirar como se marchaba en el coche saliendo de su vida. Sintió como se le desgarraban las entrañas, luego le dio a Gail su abrigo-. No soy buena compañía -dijo, y por una vez ella tuvo el sentido común de no juzgarlo ni decir nada.
Solo, entró en la cocina y abrió otra cerveza. A medianoche se había graduado en Jim Beam [58]. Nick no estaba necesariamente medio borracho, pero si estaba de igual humor. Bebía para olvidar, pero cuanto más bebía más recordaba. Recordó el perfume de su piel, la textura suave de su pelo y el sabor de su boca. Se quedó dormido en el sofá con el sonido de su risa en los oídos y su nombre en los labios. Cuando se despertó a las ocho, su cabeza latía, y supo qué necesitaba para desayunar. Cogió el bote de Bufferin y mezcló un poco de zumo de naranja con vodka. Estaba con la tercera copa y la séptima aspirina cuando su hermano entró en su casa.
Nick yacía en el sofá de cuero, viendo el canal de surfing con el mando de la gran televisión panorámica en una mano. Ni se molestó en levantar la vista.
– Pareces que estás hecho una mierda.
Nick cambió el canal y vació el vaso-. Así es como me siento, ¿por qué no te vas?
Louie se puso delante de la televisión y la apagó-. Pensábamos que ibas a venir ayer por la noche para la cena de Navidad.
Nick colocó el vaso vacío y el mando en la mesita. Finalmente miró a Louie de pie en mitad de la habitación, rodeado de una incandescencia nebulosa, amable como la fotografía de Jesús que su madre tenía colgada en la pared del comedor-. No lo hice.
– Obviamente. ¿Qué te pasa?
– No te importa-. Su cabeza latía y quería quedarse solo. Puede que si estuviera borracho un par de meses, el alcohol borraría esa voz persistente en su cabeza que había empezado a fastidiarle alrededor de medianoche, llamándole idiota y diciéndole que había cometido el error más grande de su vida.
– Lisa llamó a Delaney esta mañana. Creo que ella está bastante alterada por algo. ¿Tienes algo que ver?
– Si.
– ¿Que se supone que hiciste?
Nick se levantó y la habitación dio dos vueltas antes de detenerse-. No te metas en lo que no te importa-. Se movió para pasar de largo, pero su hermano le agarró por el puño la camisa. Él miró hacia abajo a los dedos apretados de Louie sujetando la franela, y no se lo podía creer. Los dos no se habían peleado físicamente desde hacía quince años, ante la puerta trasera de su madre.
– ¿Qué demonios te pasa?- empezó Louie-. Durante la mayor parte de tu vida sólo has querido una cosa. Una. A Delaney Shaw. Tan pronto como parece que finalmente vas a obtener lo que quieres, haces algo para perderla. La lastimaste a propósito para que te odiara. Como siempre. ¿Y sabes qué? Te odia.
– ¿Por qué te importa?- Nick subió la mirada a los profundos ojos castaños de su hermano-. Ella ni siquiera te gusta.
– Me gusta bastante, pero lo que yo opine no importa. Tú estás enamorado de ella.
– No tiene importancia. Se va en junio.
– ¿Lo dijo ella?
– Si.
– ¿Le pediste que se quedara? ¿Intentaste siquiera decirle algo?
– No habría habido ninguna diferencia.
– Eso no lo sabes, y en lugar de averiguarlo, vas a dejar que salga de tu vida la única mujer que has amado. ¿Qué pasa contigo? Eres un cobarde de mierda.
– Que te jodan, Louie-. Él apenas vio el puño de Louie antes de que lo estrellase en su cara. Una luz explotó entre los ojos de Nick y cayó dando con la parte de atrás de la cabeza en el suelo de madera. Su vista se ensombreció y pensó que incluso se desmayaría. Desafortunadamente los halógenos del falso techo lo enfocaron y con la vista despejada, su cabeza se sentía como si se hubiera partido en dos. El pómulo comenzó a latir, lo mismo que su cerebro. Gimió y con mucho cuidado se tocó el ojo-. Eres un imbécil, Louie, y cuando me levante, voy a patearte el culo.
Su hermano se cernió sobre él-. No podrías patear ni el culo del viejo Baxter, y lleva diez años empujando uno de esos cilindros de oxígeno.
– Me reventaste la cabeza.
– No, tu cabeza es demasiado dura. Aunque probablemente quizá se haya agrietado el suelo-. Louie sacó un juego de llaves del bolsillo de su pantalón-. No sé que hiciste a Delaney para que te odiara, pero vas a despejarte y a darte cuenta de que cometiste un gran error. Espero que no sea demasiado tarde-. Frunció el ceño y señaló con el dedo a su hermano-. Date una ducha, Nick. Hueles como una destilería.
Cuando Louie se fue, Nick se levantó del suelo y medio se arrastró a la cama. Durmió hasta la mañana siguiente y al despertar sintió como si hubiera sido atropellado por un monstruoso camión. Tomó una ducha, pero no se sintió mucho mejor. Le dolía la parte posterior de la cabeza y tenía un ojo morado. Y eso no era lo peor de todo. La certeza de que Louie tenía razón era mucho peor. Había echado a Delaney de su vida. Había pensado que la podría borrar de sus pensamientos. Había pensado que se sentiría mejor. Pero nunca se había sentido tan mal.
¿Eres un cobarde de mierda? En lugar de luchar por Delaney, había retomado las viejas costumbres. En lugar de correr el riesgo, la había herido antes de que ella le lastimara a él. En lugar de correr el riesgo, había huido. En lugar de agarrarla con ambos brazos, la había apartado de su lado.
Le había dicho que lo amaba, y se preguntó si lo habría fastidiado todo. Era posible que no mereciera su amor, pero lo quería. ¿Y si ya no le amaba? Preguntaba esa molesta vocecita. Había hecho que lo amara una vez. Lo podría conseguir de nuevo.
Se vistió y salió por la puerta dispuesto a correr el riesgo más grande de su vida. Condujo hasta el apartamento de Delaney, pero no estaba en casa. Era sábado, y la peluquería también estaba cerrada. No era una buena señal.
Fue a casa de su madre, pero Gwen ni se dignó siquiera a dirigirle la palabra. Miró en el garaje para saber si Delaney estaba escondiéndose y evitándole. El Cadillac de Henry estaba dentro. El pequeño Miata amarillo no.
La buscó por todo el pueblo, y cuanto más la buscaba, más desesperado estaba por encontrarla. Quería hacerla feliz. Quería hacerle una casa en Angel Beach o donde fuera que quisiera. Si quería vivir en Phoenix o Seattle o Chattanooga, o Tennessee, no le importaba, mientras él viviera allí con ella. Quería el sueño. Quería todo. Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarla.
Preguntó a Lisa, pero no había hablado con Delaney. Cuando la peluquería siguió cerrada la mañana del lunes, Nick visitó a Max Harrison.
– ¿Has hablado con Delaney?- preguntó al entrar en la oficina del abogado.
Max levantó la vista y se tomó su tiempo antes de contestar-. Me llamó ayer.