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– ¡No te atrevas a tocarla!

Se dio cuenta de que ellos podían de hecho oírle mientras Zeus avanzaba para mirarle fijamente como si fuera un insecto en un frasco.

– ¿Tienes alguna idea de quien soy?

– No me importa. Leta no hizo nada malo y no la veré herida por mí.

– ¿Nada malo? -Preguntó Zeus, las ventanas de la nariz dilatándose-. Tú, humano estúpido. Ella podría haber destruido el universo entero con sus acciones. Lo único que nos salvó fue el hecho de que Dolor estaba en éxtasis y sus poderes restringidos. Si no lo hubiera estado… Tomémonos un momento y estemos malditamente agradecidos por los pequeños favores.

Aunque una pequeña voz en la cabeza de Aidan le dijera que no discutiera con el antiguo dios, no podía pararse.

– Ella no es la que mató a Dolor. Yo lo hice.

Leta jadeó con sus palabras.

– Aidan…

– Es verdad -dijo, cortándola antes de que lo contradijera-. Yo lo maté. Así que si va a castigar a alguien, debería ser a mí.

Zeus lo consideró.

– Ignóralo, mi señor -dijo Leta rápidamente-. Él es noble pero insensato. Fui yo quien ignoró su mandato para dejar a Dolor solo. Yo lo maté aquí mientras dormía en éxtasis contra tus deseos. A causa de eso soy la única que debería ser castigada.

Zeus se tensó como si algo lo ofendiera.

– ¿Eso que oigo en tu voz son emociones? ¿Tienes sentimientos por este humano?

Leta sacudió la cabeza.

– No, mi señor. Es solo lógica fría y dura.

Sus palabras atravesaron a Aidan, que no podía soportar el pensamiento de ella siendo falsa con él.

– ¿Leta?

Su mirada era vacía cuando se encontró con la suya.

– ¿Cómo podría tener jamás sentimientos por un humano cuando soy incapaz de ellos?

Zeus se volvió especulativo.

– ¿Así que si mato al humano, no te importaría?

Aidan no había pensado que su cara podía volverse más fría, pero estaba equivocado.

Aún así, ella no contestó.

– No le importaría -respondió M’Adoc por ella-. No es capaz de ello.

– Muy bien. Dado que se suponía que el humano moriría de todos modos… -Zeus disparó un relámpago desde su mano, directo al corazón de Aidan.

CAPÍTULO 9

Aidan se tambaleó, a pesar de eso permaneció de pie incluso cuando todo su cuerpo era empujado hacia atrás. Miró hacia abajo, esperando ver la sangre del ataque de Zeus. Pero no tenía ninguna herida. De hecho, no sentía ningún dolor.

Confuso, echó un vistazo a su alrededor hasta que vio a Leta tirada en el suelo a unos metros de él.

– Oh, Dios mío.-susurró, gateando para alcanzarla. Debió haberse lanzado delante de él para protegerlo.

Se arrodilló en el suelo, la puso boca arriba, viéndola luchar por respirar mientras la sangre le cubría todo el cuerpo.

– ¿Leta?

Ella tosió sangre antes de hablar en un tono chirriante:

– No podía dejarte morir, Aidan. Perdóname.

¿Perdón? ¿Por qué le pedía perdón por salvarle la vida? No tenía sentido.

Zeus se volvió hacia M'Adoc.

– ¿Pensé que dijiste que era incapaz de sentir compasión?

M'Adoc mantuvo su estoicismo.

– Debe haberse vuelto Skoti sin que lo supiéramos.

La furia oscureció la frente de Zeus. Mantuvo la mano en alto y M'Adoc fue atraído al instante hacia el centro de su poder.

– Tú no cometes esa clase de errores.

Hades hizo un sonido de extremo aburrimiento.

– Pierdes el tiempo, Zeus. Les despojaste de sus emociones así que si estás intentando meterle miedo ahora…

– Cállate.-contestó Zeus bruscamente a Hades antes de apartar de un empujón a M'Adoc lejos de él. Se puso rígido antes de darle a M'Adoc una terrible advertencia-.Mejor mantén un ojo vigilante en tus hermanos. Te hago personalmente responsable. Fracasa en mantenerlos en cintura y será en tu sangre en la que me bañe.

Aidan vio la furia y el destello de miedo en los ojos de M'Adoc antes de que se enderezara e hiciera frente Zeus. En ese momento su cara estaba tan carente de expresión como había estado antes de que Zeus lo atacara.

– Entiendo, mi señor. Se hará su voluntad.

– Puedes estar condenadamente seguro de que lo harás.-Zeus fulminó con la mirada a todos-.Ahora saca a ese humano fuera de aquí y pon en orden este lío-diciendo estas palabras, se disolvió en un ligero polvo de bronce y se evaporó.

Todavía en el suelo, Aidan mantuvo a Leta cerca suyo mientras ella luchaba por respirar.

– Vas a curarte otra vez, ¿verdad?

– No-dijo Hades mientras se adelantaba-. Fue golpeada por el rayo de un dios, del mismo Zeus. No hay vuelta atrás.

Aidan frunció el ceño.

– No lo entiendo.

– Se está muriendo-dijo Hades en un tono carente de todo sentimiento.

A Aidan le llevó varios segundos hacer que esas palabras penetraran en su confusa mente.

– No puede morir. Es una diosa inmortal.

– La cuál ha sido agredida justamente por el rey de los dioses.-dijo Hades con el tono de un profesor que se dirige a un estudiante torpe-. Sí, puede morir.

Aidan no podía respirar cuando miró hacia abajo, a ella.

– ¿Por qué? ¿Por qué has hecho esto?

– Te amo, Aidan -dijo ella mientras alzaba sus ojos-. No podía permitir que Zeus te matara. Nunca podría ver a otra persona que amo morir delante de mí. -Levantó la mano para posarla suavemente en su mejilla-. Fue por eso qué tuve que matar a Dolor. Sabía que Donnie únicamente lo convocaría otra vez y no quise que te hiriera más. No podía arriesgarme.

Sus propias lagrimas aumentaron con las palabras de ella. La apretó contra si antes de alzar la vista hacia Hades y M'Adoc.

– Tenemos que salvarla. Decidme que hay que hacer.

Hades dejó salir un aliento cansado.

– El Thunder-Bluster [3]la quiere muerta. No hay nada que podemos hacer. Si la curamos, hará llover sobre ella todas las clases de dolor. Lo menos malo que puedes hacer es dejarla ir.

– ¡No! ¡Sálvala!

Pero el dios no le escuchaba. Hades retrocedió y miró a M'Adoc.

– Bríndales intimidad para que se digan adiós.

Aidan vio la compasión en los ojos de M'Adoc antes de que este se desvaneciera. Hades actuó igual.

Ahora a solas, aspiró el olor del pelo de Leta.

– Desearía haber nacido humana-susurró ella contra su cuello.

– Yo no cambiaría nada de ti.

Él sintió su sonrisa cuando ella ciñó el agarre en su pelo. Un instante más tarde, expulsó su último aliento y cayó laxa en sus brazos.

Por tres latidos completos de corazón, Aidan no se movió. No podía. Le llevó mucho tiempo ajustarse a la realidad.

Leta estaba muerta. Había dado la vida para salvar la suya.

Se negaba a creerlo. Atrayéndola hacia si, la miró. Sus ojos estaban parcialmente abiertos, su cara grisácea. No había ninguna vida en sus ojos. La sangre los cubría a ambos.

– Despiértate -dijo en voz baja, sabiendo que esto era una petición imposible-. No me abandones, Leta. Por favor.

Pero todos los ruegos del mundo no cambiaron nada. Ella se había ido y él estaba solo.

Su corazón se hizo pedazos, la arrastró contra él e hizo una cosa que no había hecho desde la noche en que sus padres habían muerto. Sollozó.

Meciéndola en sus brazos, la sostuvo por lo que pareció una eternidad mientras lloraba. Todo lo que quería era retroceder el tiempo y cambiarlo todo. Empezar de nuevo.

Para decirle que él también la amaba.

– Te amo, Leta-susurró en su oído, sabiendo que no podía oírlo.

¿Por qué no se lo había dicho antes?

Pero claro, él lo sabía. Había tenido miedo de expresarlo. Miedo a que ella lo utilizara de alguna forma para herirle. Ahora sencillamente nunca sabría cuanto había significado para él. Era tan injusto.

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[3] Uno de los apodos con los que se conoce a Zeus.